Buzón de Voz

Salvemos vidas en Navidad

Jesús Maraña nueva.

Pertenezco a una familia numerosa. Soy el pequeño de siete hermanos y, hasta donde me alcanza la memoria, nunca he cenado en Nochebuena con cinco parientes (o “allegados”). Siempre fuimos muchos más. Hace al menos tres décadas que lo habitual es reunirnos en estas fechas más de veinte personas (hasta 32 recuerdo), tan apretadas como alegres o tristes, pero todas dispuestas a compartir unas horas emocionantes que con el paso del tiempo sólo se ven agriadas por las ausencias. A la vista de los datos sobre contagios, muertes causadas por el covid y riesgo de saturación y agotamiento entre el personal sanitario, me atrevo a compartir unas breves reflexiones ‘navideñas’:

1.- La mejor forma de demostrar el amor a los tuyos es no ponerlos en riesgo. La única cena familiar segura este año es la que no se celebra. Es duro, es triste, estamos hartos de no tocarnos, de no abrazarnos, de no besarnos. Pero tenemos el privilegio de poder hacerlo algún día. Más de 60.000 compatriotas ya no podrán jamás.

2.- Hay vacunas. La salida de este horror está más cerca. En cuestión de semanas empezarán a implantarse en España, pero harán falta meses para lograr un nivel suficiente de inmunidad colectiva. El peligro hoy, y en las semanas próximas, es el mismo que teníamos en marzo, abril o mayo. Si hemos aprendido algo de la incomprensible ligereza con la que (aquí y en otros países) alcanzamos la segunda ola antes de terminar el verano, tendría que ser sencillo asumir personal y colectivamente que nuestra prioridad no es salvar la navidad sino salvar vidas.

3.- Mezclar la realidad de un virus que mata o deja muy serias secuelas y la de los enormes daños económicos y sociales que las restricciones para contenerlo provocan es una trampa y un autoengaño tan peligroso como dañino. La solución para ayudar a una hostelería cerrada o con su actividad limitada no es suavizar las restricciones sino cubrir de manera urgente y eficaz las necesidades de trabajadores y empresarios. De ése y de cualquier otro sector afectado. Es lo que han pretendido (y logrado sólo en parte), los ERTE, el IMV o las ayudas a fondo perdido. Harán falta muchas medidas más. Saldremos “¡con una deuda y un déficit desbocados!”, gritan desde el pelotón de expertos en vaticinar el apocalipsis. Y yo respondo: primero salgamos, juntos, lo antes posible, y encontraremos la forma de pagar deudas entre todos. (Por una vez hasta el FMI opina lo mismo, para desgracia de quienes se preocupan más por la deuda pública que por la multiplicación de la pobreza).

4.- Tenemos en España costumbres muy arraigadas, algunas ligadas a la influencia tradicional del catolicismo en la sociedad civil. Las alegrías de los Reyes Magos suponen este año una semana más de riesgo en nuestros hogares que en la mayoría de los países de Europa. Nuestras navidades se alargan hasta el 7 de enero, como se alarga indefinidamente la resistencia de una parte de la sociedad y del espectro político a asumir que una democracia plena tiene que ser laica, “aconfesional” al menos, dice la Constitución. (Sugiero leer aquí a Javier de Lucas: "la política de laicidad es la vacuna contra el virus del fanatismo").

5.- Todo mi respeto para quienes conciben prioritariamente la Navidad como la conmemoración del nacimiento de un niño dios y la Misa del Gallo como ceremonia clave de la “civilización occidental”, que dirían Casado y Ayuso (ver aquí el trasfondo de la cosa). En un ataque de caridad cristiana, este año es muy evidente lo que podrían hacer: donar todo lo que no gasten o consuman en celebraciones colectivas a las organizaciones sociales que atienden a miles de familias que ya vivían en la pobreza y a tantas otras que eran clase media o trabajadora hasta ahora y han pasado a engrosar las filas de los nadies, los vulnerableslos nadies, los que tiemblan no por no tener turrón o cava, sino porque no pueden pagar la luz o el agua.

6.- A los que se manifiestan al grito de ¡libertad!, a los que celebran botellones o fiestas privadas sin mascarillas o a quienes se niegan a vacunarse va a ser complicado convencerles de que esto no es una dictadura y de que los gilipollas son ellos, y no la ciudadanía responsable. Seamos pragmáticos: las multas y sanciones deben ser suficientes para quitar a los cayetanos las ganas de hacer gracietas, y respecto a los antivacunas ahí está una medida posible: quien no quiera vacunarse está en su derecho, pero tendrá que pagarse un seguro personal que cubra cualquier infección o tratamiento por covid sin la menor carga para la sanidad pública (ver aquí).

Debería producirnos vergüenza ajena que a estas alturas aún haya que asistir a la utilización política y electoralista de una crisis de salud pública. Si desde púlpitos políticos y mediáticos hay voces demostradamente irresponsables, al menos en el ámbito ciudadano seamos responsables, solidarios, respetuosos con nosotros mismos y con quienes llevan meses jugándose la vida por nosotros. Todas las precauciones (test, mascarillas, ventilación…) son pocas, pero sobre todo asumamos que no existe el riesgo cero y habrá otras navidades (para quienes sobrevivan).

En esta familia numerosa que al principio citaba procuramos no discutir de política en Nochebuena. Nunca lo conseguimos, pero acabamos brindando. Este año hemos convocado un Zoom para mirarnos, escucharnos y compartir los mejores deseos desde la distancia. (Alguna sobrina quizás tenga guardia en su hospital).

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