Directo
Ver
La gran paradoja del 21A: un Parlamento más soberanista, una ciudadanía menos independentista

El ciclo cambia para todos

Hemos saltado a otra pantalla. El PP no volverá a ser el mismo. Y cuando un partido de gobierno se rompe, cuando la principal fuerza de la oposición cambia de ciclo, forzosamente se mueve todo lo demás. La retransmisión en streaming del fin de Pablo Casado, más allá de la escabechina y deslealtades, ha puesto en evidencia la debilidad real del PP. La derecha ha asumido con pánico la posibilidad del sorpasso ultra, la dificultad de gobernabilidad a la que se enfrentan si no resuelven qué son y cuál es su lugar. Cuatro años después, se han revuelto ante la canibalización de Vox y a terminar, por puro arrastre, en la fórmula Ayuso: "Con ellos se gobierna bien". Un coste político para el PP, democrático para el resto del país. 

A Casado le ha devorado imitar a Abascal y la ansiedad en la carrera de las encuestas. Se ha ido con un “No sé por qué me echan”, confirmando que no ha entendido nada. Quiso cambiar de ciclo y el fin de ciclo era él. “En este país enterramos muy bien”, dijo Alfredo Pérez Rubalcaba, una verdad con mucho de positivo, de empatía y de humanidad. Pero la defunción política de Casado no puede ocultar su gestión. 

El mejor legado de Casado al PP ha sido Isabel Díaz Ayuso, qué ironía. En cuanto a su labor parlamentaria, ha hecho todo lo contrario a ese “coraje de las grandes democracias” al que apelaba en su última palabra en el Congreso. En estos años, no ha hecho una sola reflexión de calado sobre la ultraderecha y la deriva antipolítica con germen en España y Europa, o del lugar que debe ocupar el centro derecha como dique de contención de esa amenaza. Mientras Pedro Sánchez, en el terreno europeo, ha defendido un bloque socialdemócrata tanto en la oposición como en el gobierno, o Pablo Iglesias el bloque de Syriza contra la austeridad, Casado se ha borrado del mapa nacional y del global. Ha sido una oposición de bandazos, de mimetismo con Vox y bulos. Con el último mes de traca final: macrogranjas, fondos europeos, reforma laboral.  

Entre la salida de Rajoy y Casado del Congreso han pasado cuatro años. Dos imágenes clonadas, mismo tiro de cámara, mismo partido, e idéntico elefante en Génova 13: de la sentencia Gürtel a denunciar un caso de corrupción y caer por chivato. De la infinidad de razones que tenía el partido para cesar a Casado, eligieron esta. Primero se tapan contratos y comisiones, después llega el linchamiento y aplausos de despedida. Una secuencia que cuando todo repose igual les avergüenza. 

Pero convertir a Pablo Casado en chivo expiatorio no servirá al PP para resolver los dilemas de fondo: su relación con Vox y su convivencia con la corrupción. Borrar al presidente Casado cuanto antes, enterrar esa etapa, es un falso placebo. Un intento de auto-indultarse mediante un congreso extraordinario que encumbre al candidato Alberto Núñez Feijóo esperando el milagro de la refundación. 

Convertir a Pablo Casado en chivo expiatorio no servirá al PP para resolver los dilemas de fondo: su relación con Vox y su convivencia con la corrupción

Mañana, por no decir hoy, lo más importante seguirá ahí. Alfonso Fernández Mañueco pidió ayuda a Luis Tudanca y abandonó la reunión cuando el socialista mencionó la corrupción. Mañueco, aquel que dijo ''bastante tengo con lo mío”, parece haber elegido maniobrar con Vox para gobernar en Castilla y León. Juan Manuel Moreno convocará las elecciones en Andalucía según su propio calendario pero seguirá teniendo el aliento de Vox como segunda fuerza. ¿Qué hará después? Y así hasta 2023, cuando el futuro candidato a la presidencia del PP, pongamos que Feijóo, debería tener resuelta para entonces la fórmula de Vox. 

Con el marcador a cero, el ciclo cambia para todos. La reconfiguración del nuevo PP obligará también al Gobierno de Sánchez a revisar los tiempos, las políticas y un CIS que le coloca en el pódium pero con la necesidad de repostar gasolina extra. Sánchez ha anunciado que no adelantará las generales para no hacer política sobre la debilidad del adversario. Un cálculo de un posible adelanto es lógico, de ahí los rumores. Si la derecha está destrozada, convocar elecciones te puede asegurar una nueva legislatura. Porque el PP que ha saltado por los aires también es una derecha más cerca de recomponer sus piezas. Garantizar la legislatura es asegurar el proyecto de coalición, al margen de encuestas, el compromiso tiene coherencia. Yolanda Díaz ha anunciado por fin el arranque oficial del proyecto en primavera e insiste en que de partida será con la sociedad civil. Es un buen mensaje para evitar que el proyecto quede fagocitado por la guerra de partidos y micropartidos, pero tiene también a cientos de militantes de base, desperdigados por provincias, la mayoría sin representación institucional, desgastados con las antiguas marcas y con ganas de empezar la nueva etapa.

El colapso de los últimos días deja también un aviso preocupante. Ahora sabemos que la militancia trumpista enrabietada que pedía la dimisión ipso facto de Casado y Egea, la que gritaba indiscriminadamente a medios y políticos "¡Sois basura!", sale a la calle convocada también por el PP. Cierto que era el de Ayuso, seguramente muy diferente del futuro Feijóo en versión nacional, pero esa batalla por la definición del centro derecha se juega sobre el tablero de la convivencia. Y no nos engañemos, esa es la verdadera refriega: no era solo matar a Casado, es la lucha del PP con o sin Vox.

Más sobre este tema
stats