Muros sin Fronteras
De la mamá de Dumbo al hijo de Salman
Voy a escribir de reyes, en concreto de nuestro campechano emérito. Hablamos de una profesión de origen medieval en grave riesgo de extinción. Les toca un papel estelar por orden de nacimiento. No es necesario ser el más listo ni preparado de la familia, basta con llegar primero, y ser varón, una anomalía ya resuelta en España a favor de Leonor.
El rey Juan Carlos gozó de la protección de la mayoría de los medios de comunicación, que obviaron sus devaneos amorosos y el origen de su al parecer vasto patrimonio. Casi nadie informó de presuntas comisiones en las ventas de armas a Arabia Saudí y a otros países del golfo, como los Emiratos Árabes Unidos, en los que se celebró el Gran Premio de Fórmula 1, el último de la carrera de Fernando Alonso.
El rey Juan Carlos posa frente a un elefante abatido durante una cacería en 2007.
Ese respeto reverencial se desplomó de golpe con la foto del elefante de Botsuana. Es un sarcasmo que se publicara el 14 de abril de 2012. Tiene simbolismo porque los 14 de abril son días de conmemoración de la II República. En un instante, el rey hizo mucho más por una futura –y, de momento, hipotética– república que decenas de miles de republicanos en las calles. Esto también es bastante irónico.
Influyeron varios factores. El contexto fue clave, como sucede en el humor. El safari tuvo lugar en medio de una grave crisis económica que afectaba, y aún afecta, a una mayoría de españoles. No a él, desde luego, que vive (se supone) de la asignación prevista en los Presupuestos Generales del Estado (PGE). Se supo de la existencia de la cacería porque el rey se fracturó la cadera.
Corrieron los memes sobre “el asesinato de la mamá de Dumbo”. Uno de los mejores es este vídeo. El monarca cazador perdió la presidencia de WWF-España. Otro sarcasmo en una historia tan sarcástica: presidir una organización en defensa de los animales salvajes y participar en su exterminio. Entre tanto ruido se habló menos de los organizadores del festejo, sus conexiones con los negocios en Arabia Saudí y con otros asuntos privados del monarca. Escribo privados en cursiva porque se trata de una ironía.
El que pagó la factura de aquel viaje, y de la pieza (el elefante muerto), fue el empresario sirio Mohamed Eyad Kayali, hombre de confianza en España del rey saudí Salman, padre del hoy polémico Mohamed Ben Salman (MBS), su heredero, implicado por el espionaje turco y por la CIA en el asesinato del periodista Jamal Jashogi. Kayali también fue clave en la adjudicación del AVE entre La Meca y Medina en favor de un consorcio de empresas españolas.
En aquella funesta cacería de 2012 estaba Corinna zu Sayn-Wittgenstein, que tiene más de consorte que de princesa. La misma que en 2007 había mantenido, como “representante de España”, una reunión de alto nivel en Riad. Esa representatividad quedó avalada por el nombre de su acompañante, el embajador Manuel Alabart.
El papel de los reyes actuales, que han perdido casi toda su pompa escénica, excepto en Inglaterra, tiene mucho de representación de los intereses del país. La amistad de Juan Carlos con el saudí Salman es tan estrecha que tiene su número privado de móvil. No hay dudas de que este vínculo ha podido rendir beneficios, como la concesión del AVE. Lo que no está tan claro es si esos beneficios son para todos los españoles o solo para los empresarios agraciados.
Tampoco se sabe dónde finaliza la representación real como jefe del Estado, digamos desinteresada porque le va en el sueldo, y dónde empieza la representación comisionada a beneficio propio y de otros. No lo sabemos porque todo lo relacionado con la monarquía es un asunto tabú, secreto. Se ventilan en una frase mágica: viaje privado.
¿Puede tener un rey viajes privados? Supongo que sí, los que se pague de su bolsillo en los periodos de descanso que le correspondan según el convenio de reyes (una ironía para los despistados). Trabajar no deben trabajar mucho, pero son esclavos del personaje las 24 horas del día, siete días por semana.
Aquella foto de Botsuana precipitó los acontecimientos que terminaron en la abdicación del rey Juan Carlos en favor de su hijo Felipe, más discreto en estas cosas. No le dejó una situación fácil, como evidenció la frialdad de la Gran Vía durante su recorrido hacia el Congreso de los Diputados para prestar juramento a la Constitución.
A la conducta del padre se sumó la de su cuñado Iñaki Urdangarin y la su hermana Cristina en el caso Nóos. Estaba en discusión la utilidad de una institución. La foto del domingo en Abu Dabi llega en otro momento delicado.
España es un país en discusión permanente, sin terminar de construirse y solucionar sus problemas territoriales. Durante años, la monarquía de Juan Carlos fue aceptaba y querida porque estaba envuelta en una aparente doble legitimidad. La urgencia tras la muerte del dictador era limpiar el hecho de ser una monarquía impuesta por la dictadura. Esa doble legitimidad fue su protagonismo en la reinstauración de la democracia y en su papel en la noche del 23F. Lo primero es muy exagerado; lo segundo tiene sombras. Pese a todo, se compró el paquete completo, algo que le permitió disfrutar de un trato de respeto. Hasta que estalló el caso del elefante. En un solo disparo derribó su mito.
La segunda foto fue tomada en el Gran Premio de Formula Uno, celebrado el domingo en Abu Dabi, uno de los siete emiratos que componen los Emiratos Árabes Unidos. Su príncipe heredero, Hamdan bin Mohamed Al Maktum, es un estrecho amigo del príncipe heredero saudí, MBS. Juntos lideran una guerra en Yemen que hoy amenaza con matar de hambre a millones de personas. No parece el mejor currículo para recibir un evento deportivo, y menos para que el rey emérito se pasee por él con su hija Cristina, no como un gesto de reconciliación, como se ha escrito, sino como un claro desafío a su hijo, el actual rey de España, que tiene a ambos, padre e hija, en la lista de castigados.
Un emérito que sigue cobrando de los PGE (además de la asignación anual le abonamos la casa-palacio con sus gastos, sirvientes y guardaespaldas) no tiene derecho a realizar viajes privados a países en conflicto, cuya presencia pueda ser interpretada como apoyo a una parte o contraria a la política de su Gobierno. Y menos si sabe que es posible encontrarse con la persona sospechosa de dar la orden de matar y descuartizar a Yamal Jashogi.
¿Carece el emérito de asesores que le adviertan de los riesgos que no puede correr? Para MBS era una foto golosa en su primer viaje al extranjero tras la tormenta Jashogi. ¿Consultó el emérito a su hijo y al Gobierno? Y sobre todo: ¿quién le pagó el viaje, cuánto costó? ¿Fue con guardaespaldas y médico privado? ¿Quién abonó sus pasajes? ¿Y sus horas extras? Las mismas preguntas se lanzaron tras la muerte del elefante. Entonces hubo silencio más allá de la frase de “viaje privado”. No esperen otra cosa.
En una democracia no hay nadie por encima de la ley, nadie es impune. La transparencia debería afectar a todos, empezando por el rey y los políticos. La verdadera autoridad se basa en la decencia y en la ejemplaridad.