Cómo fiarse de quien al alardear de lo que no es reconoce no merecer lo que le han dado

Aprietan las temperaturas, se lanzan alertas rojas y se ponen sobre la mesa cifras que dan escalofríos: según los datos oficiales que muestra del Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria del Instituto de Salud Carlos III, de mayo a julio se han registrado en España 1.180 muertes atribuibles a las olas de calor, frente a las 114 del mismo periodo del año anterior. El clima se radicaliza y se vuelve pendular, hoy una ola de calor y mañana una dana, el planeta da señales de agotamiento y los negacionistas siguen dando discursos: nada nuevo bajo el sol, excepto la gente a la que mata.

El peor enemigo de todas las virtudes posibles es el dinero, por él hacen las personas lo que no harían por ninguna otra causa, se traicionan y niegan unas a otras, rompen familias y amistades, engañan a sus socios, roban a manos llenas, incluso a los que no tienen casi nada: lo que haga falta, por miserable que sea, con tal de hacerse de oro por las buenas y por las malas, por lo civil o por lo militar. A veces esa búsqueda del negocio a toda costa y caiga quien caiga tiene que ver con la función pública, son quienes ostentan el poder, o sus merodeadores, los que vacían las cajas fuertes de todos y se llevan a sus cuentas de aquí o de fuera lo que debería haberse usado para mejorar la Sanidad, construir hospitales o mejorar ambulatorios, hacer escuelas y colegios, afrontar obras públicas y demás cosas para las que se supone que las y los ciudadanos pagan sus impuestos. El otro día una señora de aspecto más bien humilde me dijo en un tren: “No me gustan tus opiniones, eres un comunista.” Será por expresar ideas como esas y pedir educación de calidad para todas y todos, más médicos y menos asesores políticos, etcétera.

Los oportunistas, por nombrarlos de una manera suave, que a cuarenta grados no conviene avivar ningún fuego, pescan siempre en ríos revueltos, aprovechan la circunstancia, sobre todo si es mala cosa lo que ocurra, unos ven el momento de meter la cuchara en la caja mientras la gran mayoría sufre, por ejemplo, una pandemia criminal, y trapichean con mascarillas y otros materiales de protección, se llevan comisiones escandalosas, multiplican sus ganancias en un abrir y cerrar negocios, hacen de intermediarios entre las instituciones y las empresas dispuestas a pagar una buena mordida a cambio de una adjudicación aún mejor. Les nombran secretarios de organización y montan una trama mafiosa para hacerse ricos. O llegan a ministros de Hacienda y fuerzan una legislación que favorezca a las multinacionales energéticas y perjudique a la población en general, mientras amenazan a intelectuales y periodistas no sumisos con inspecciones fiscales que les pongan una mordaza en la boca. Todo les vale para engañar, desde inventarse estudios que no tienen hasta crear universidades privadas que se los regalen, no sé bien si con el fin de darse aires y mirar por encima del hombro a otros o para justificar los sueldos que les van a dar como compensación a sus méritos falsos.

Lo de los currículums inflados es una demostración de que la política actual es, en gran parte, puro teatro

Lo de los currículums inflados es una demostración de que la política actual es, en gran parte, puro teatro. No hace falta ser doctor en nada para ser un buen cargo público, para ser eficaz, para ser honrado. Rafael Alberti siempre decía aquello de “pero cómo voy a dejar que me ingresen en la Real Academia Española, a mí que no tengo ni el bachillerato”. Una carencia que, desde luego, no le impidió ser uno de los mayores poetas de nuestro idioma. El problema no está en atribuirse licenciaturas que no se tienen, sino en tratar de darle gato por liebre a los demás y otorgarse méritos que a la gente le cuestan realmente esfuerzo, dedicación, años de trabajo y a veces de renuncias. Cómo fiarse de quien al alardear de una preparación que no tiene reconoce que no se merece lo que le han dado.

Ojalá el verano, aparte de romper los termómetros, nos aclare la vista, sobre todo a aquellas y aquellos que ven molinos donde hay gigantes que han venido a triturarlos.

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