Torrejón, un modelo mortal Pilar Velasco
En el segundo mandato todo va de segundas oportunidades. Y en la comparecencia del 9-J, sumido el Gobierno en la mayor crisis de los siete años, Pedro Sánchez ha ampliado su umbral de resistencia. Ha ganado tiempo, conseguido oxígeno, no importa la metáfora, pero la legislatura ahora puede sobrevivir al temido verano y llegar al otoño salvo sorpresas judiciales de peso. Todos quietos. Nadie rompe. El apoyo de los socios es real y se mide por lo que no piden. Ningún grupo ha exigido elecciones, ni adelanto electoral, tampoco cuestión de confianza condicionada a una moción de censura con el PP. Y mientras Sánchez sale del 9-J con los apoyos, la oposición se pega un tiro en el pie. Doble win.
Ha sido una suerte de cuestión de confianza que, con sus debilidades y bajo pronóstico incierto, Sánchez ha sacado adelante. Aunque solo esté comprando tiempo, el bloque de investidura de izquierdas necesitaba este revulsivo para salir de la parálisis. El discurso emotivo de Yolanda Díaz ha llegado a un electorado progresista que está indignado por la corrupción y el “miedo a que gobiernen las derechas”. Su arranque: “Subo aquí en nombre de mi padre”, Suso Díaz, histórico sindicalista de CCOO en Galicia, ya era una declaración de intenciones para priorizar la legislatura a las explicaciones. La coalición es el último bastión progresista de Europa: “Este mundo es oscuro, hay pocas luces en él y este Gobierno es una de las pocas que quedan”. Y remató: “Pido que avancemos porque no queremos que gobiernen ellos”, seguido de toda una batería legislativa.
Más allá del plan anticorrupción y los apoyos, la fragilidad es evidente. Junts habla de “prórroga”, Bildu lo califica de “muy grave” y ERC ha verbalizado el momentum: “Si esto no escala…”, decía Gabriel Rufián. De eso depende la estabilidad de Sánchez, de un límite llamado financiación irregular o nuevos audios con la crudeza del caso Santos Cerdán. El PNV, como en la moción de 2018, es la clave. El más duro con Sánchez: “Usted no está completamente desnudo, pero va con una hoja de parra. Su desnudez nos afecta a todos”. Aun así, la oposición se ha encargado de darles razones para no romper.
De eso depende la estabilidad de Sánchez, de un límite llamado financiación irregular o nuevos audios con la crudeza del caso Santos Cerdán
Luego está el barrizal Feijóo. La réplica del líder del PP no fue dura, fue sucia. El punto débil de cualquier ser humano es su familia. Atacar a Sánchez vía el padre fallecido de la esposa del presidente no es dureza, es otra cosa. Supone volar todo consenso institucional. Ir más allá de Vox. Es incompatible pedir decencia institucional y convertir la tribuna parlamentaria en un canal de youtubers ultras.
La acusación de Feijóo le delata por oscura. “¿Pero con quién está viviendo usted? ¿De qué prostíbulos ha vivido usted?” es la voladura de una regla no escrita que separa la política de la barbarie. Si el suegro de Sánchez les regaló un piso a la pareja cuando eran jóvenes no es irregular por más que él tuviera saunas gays. Todos somos hijos, suegros, padres o madres partícipes a título lucrativo de la familia. Si pretende compararlo con la foto del narco: en la foto estaba él, las saunas no eran de Sánchez. Si apela a la fortuna de la pareja de Ayuso mientras era presidenta, también está mal tirado. “Una educación política impropia” de alguien que pretende ser presidente, le decía la portavoz del PNV, Maribel Vaquero.
La semana que el PP anuncia su compromiso de no gobernar con Vox, se le ocurre hacer de Santiago Abascal en una comparecencia donde no ganaba nada machacando su relación con el PNV. Con Junts hubo más guiños, pero el marco de Feijóo se desplazó tanto a la derecha que hasta a los convergentes de Puigdemont les va a costar llegar ahí.
La pregunta es si es suficiente el 9-J para cerrar las heridas y seguir adelante. Para activar la legislatura y presentar los presupuestos de 2026. Si lo hacen, será un virtuosismo político. Porque la sensación pasa por el miedo de los socios a nuevas réplicas judiciales por venir. Lo dijo Rufián: "Si esto no escala...".
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