Cayetana, La Oreja de Van Gogh y una crisis reputacional Eva Baroja

Arrancamos temporada política sumidos en un gran impasse. Con tres largas semanas a la espera de una investidura de Feijóo donde es probable que solo pase el tiempo y el fuego cruzado de las declaraciones. El bloqueo del que acusa el PP a Sánchez va camino de materializarse en una candidatura fallida que estira la posible formación de gobierno hasta el invierno, hipoteca los presupuestos generales y arrastra la opción de repetición electoral a bien entrado enero. Desde la ronda de consultas del rey, los apoyos al PP están contados. Le faltaban cuatro escaños el 23 de julio y le siguen faltando hoy. Ante una investidura directa a chocar contra las rocas, cabría esperar que este tiempo muerto sirviera al PP para clarificar cómo quiere gobernar en el futuro y con quién. Por contra, en cada comparecencia se hace más incomprensible la hoja de ruta de Feijóo.
No se ha criticado con dureza la ocurrencia de pedir un gobierno de dos años por la percepción de que Feijóo no será presidente. Pero la escenificación de la ruptura entre el PP y el PSOE deja sobre la mesa una opción inédita. La estabilidad para Feijóo pasa por pedir a Sánchez dejarle gobernar una legislatura de muestra, servida en un frasco mini, para repetir elecciones en 24 meses. Esto en un momento europeo clave para el impulso y despliegue de los fondos Next Generation en España y una Europa convulsa necesitada de anclajes estables. La oferta de Feijóo se salta los cuatro años recogidos en la Constitución y hace un reparto de dos más dos donde la última parte no sería para el PSOE, sino también para el PP por decisión de los partidos. Una derogación del sanchismo por tiempos con el apoyo de Sánchez. De una coherencia insólita.
La oferta de Feijóo se salta los cuatro años recogidos en la Constitución y hace un reparto de dos más dos donde la última parte no sería para el PSOE, sino también para el PP por decisión de los partidos
Al margen de esta tómbola, no se entiende que Feijóo pida el apoyo del PSOE con seis pactos de Estado y no empiece por el CGPJ, el máximo órgano de los jueces cuya renovación bloquea el PP desde hace casi cinco años. O que quiera sentarse con Junts y al tiempo acuse a Sánchez de pactar con independentistas. Que su socio inste a ilegalizar al PNV y el PP siga vendiendo como una incoherencia el no de los jelzales. El camino de Feijóo para formar gobierno sume en la confusión a su propio electorado, al ajeno y evita clarificar el motivo por el que está solo. La gobernabilidad del PP con Vox, 33 escaños ultras que le aíslan de todos los demás y unen a nacionalistas e independentistas de todo signo.
La hemeroteca vuelve para todos. En 2016 el PP rechazó por primera vez ir a una investidura al constatar Rajoy la falta de apoyos para formar gobierno. Pedro Sánchez recogió el guante del rey y el entonces líder del PP calificó el intento fallido de “teatralización” y candidatura “ficticia” e “irreal”. “No ha movido usted un dedo”, le dijo. Y concluyó: “Viene sin gobierno, sin apoyos, pensando en su propia supervivencia”. Han pasado siete años y la dura intervención de Rajoy frente al no es no de Sánchez es el retrato y el espejo del PP de hoy. Todavía no eran tiempos de llamar “ilegítimo” a ningún ejecutivo, de confundir la “costumbre de la lista más votada” con las mayorías parlamentarias. El PP de Rajoy ni siquiera estaba tan solo. El PNV le retiró el apoyo en la moción de censura advirtiendo de una inestabilidad que permanecería durante la legislatura.
Aquella intervención de Rajoy en el Congreso dejó una frase aún más premonitoria para el PP de hoy: “Se ha tomado un mes de promoción personal, no tiene gobierno, carece de suficientes apoyos y nos expone un programa que no sabemos si considerar un simple trámite de la investidura o un intento de echar las redes a ver qué sale”. Un “teatrillo”, dijo el Rajoy de 2016 en un discurso que retrata al Feijóo de hoy.
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