Cayetana, La Oreja de Van Gogh y una crisis reputacional Eva Baroja

Sorprende la capacidad del machismo para presentar lo mismo y lo contrario y que los dos hechos resulten creíbles, y lo consigue al nivel más elevado y en las cosas más simples.
Lo vemos en una economía capitalista a su servicio que lleva a explotar a los trabajadores y trabajadoras con trabajos precarios, o a deslocalizar empresas para producir productos en condiciones laborales cercanas a la esclavitud, y luego defender los derechos humanos y la ecología desde las mismas posiciones empresariales y de gobierno; y lo vemos también cuando un hombre que presume de rigidez y de frialdad como demostración de hombría, luego es capaz de mostrarse emocionado y lloroso ante algo que no ha ido del todo bien, sin que se cuestione su masculinidad construida sobre la fortaleza y la inflexibilidad.
Maureen Dowd, en un artículo de The New York Times (19-11-22), recoge cómo Donald Trump, finalmente, ha reconocido que Joe Biden es el presidente de los EEUU para, de ese modo, poder presentarse como candidato republicano a las elecciones de 2024. Y no pasa nada. Los “hombres no mienten” y, por tanto, no se contradicen.
El mismo Donald Trump que durante la campaña de 2020 decía que si ganaba aceptaría el resultado de las elecciones, pero que si perdía no lo haría, ahora en 2022 ha cuestionado las elecciones de mitad de mandato sólo en los lugares donde no han ganado sus candidatos, para terminar diciendo que sí son válidas con el objeto de poder presentarse a una nueva convocatoria en la que, probablemente, volverá a cuestionar el resultado si no gana él.
La postura de Donald Trump refleja muy bien la posición del machismo hecho cultura y el poder que supone jugar sin coste alguno con las diferentes estrategias que proporciona. Veamos algunos de sus elementos:
La dualidad falaz de los hombres es capacidad y adaptabilidad, mientras que la firmeza de las mujeres es presentada como debilidad y limitación
Al final el sistema tiene a los hombres como ejecutores de sus mandatos y beneficiarios de sus consecuencias, por eso les da la razón aunque mientan y los premia con privilegios, porque si es bueno para ellos es bueno para el sistema.
Otorgar credibilidad a los hombres y verdad a su palabra es la manera más práctica de defender el modelo y de evitar que sea cuestionado. Por eso los hombres siempre dicen la verdad, aunque digan una cosa y la contraria y, por tanto, mientan en alguna de las ocasiones, y las mujeres nunca dicen la verdad, no porque el contenido de sus afirmaciones no se ajuste a la realidad, sino porque su palabra no es creíble.
La dualidad falaz de los hombres es capacidad y adaptabilidad, mientras que la firmeza de las mujeres es presentada como debilidad y limitación.
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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.
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