Feminismo, mucho más lejos aún

“Nada más que feminismo, nada menos que igualdad” es el lema que luce en las marquesinas de todo Madrid, engalanadas con ocasión del 8M. Veo a unos chavales riendo con ganas delante de una de ellas, sacándose vídeos, expresando lo que parece complicidad con el mensaje. Hace sol, se está a gusto, y por un momento casi olvido que es invierno, que gobierna quien gobierna en la ciudad de Madrid y hasta me creo que puede ser una campaña que conecta con los jóvenes, esos que el CIS ha mostrado tan alejados de los objetivos de la igualdad. Casi me parece que es una buena campaña, pero rápidamente esta cabeza ácida y sarcástica que habito, esta cabeza feminista, me devuelve a la cruda realidad.

No es una mala campaña, de hecho, en términos de mensaje, es incluso más acertada que muchos de los mensajes por los que el Gobierno y algunos partidos de izquierdas están apostando para este 8M. Pero más allá del marketing, en términos políticos, esta campaña no puede ser una peor noticia. ¿Qué ha pasado para que un gobierno que recorta en todas las políticas de igualdad ya no tenga problema ninguno en llamarse feminista? Parece que esa derecha antifeminista hubiera fagocitado ya los propios lemas del movimiento femenista para regurjitarlos en forma de inútil consigna. Esas marquesinas de Almeida son el feminismo muriendo de éxito: feminismo era esto, nada más. Paren rotativas, que hemos ido demasiado lejos.

Esta pregunta permanece. El actual Ministerio de Igualdad se lo pregunta. Muchos enfoques de reportajes en los medios de comunicación lo deslizan. Algunos intelectuales de izquierdas lo defienden con ahínco en las tribunas mejor pagadas del Estado. Algunas influencers y actrices se quejan con sorna de lo poco identificadas que se sienten con los lamentos feministas. Y como esto, señores, es lo que se conoce como un marco, me meto de lleno en él y me pregunto: ¿Hemos ido demasiado lejos?

No voy a hacer aquí una lista de argumentario para explicar por qué creo que en absoluto hemos ido demasiado lejos. No creo que nadie que vaya a leer este artículo tenga ninguna duda acerca de la existencia real de desigualdades de género en España, las cuales se expresan en sus distintos grados desde lo muy probable que es que si eres mujer y me lees, incluso aunque no te consideres feminista, habrás cotizado menos, cuidado más y sufrido muchas más situaciones de violencia por el simple hecho de ser mujer. Y si eres hombre, y me lees, seguramente algo consciente seas de que esto le sucede a tu alrededor a muchas mujeres, y quizás por ello también empieces a notar que algún privilegio sí tienes. (Un recordatorio amable aquí, ya que me lees. Privilegio no solo significa ventaja, sino también falta de obligación. Cuando el feminismo plantea que los hombres quizás deban perder privilegios para que caminemos hacia la igualdad, no solo se trata de que tengáis menos ventajas, sino de que tengáis, al menos, las mismas obligaciones que las mujeres.)

Después de un ciclo feminista extraordinario que movilizó y politizó a millones de mujeres, tras la ley trans, la ley 'solo sí es sí', la ley del aborto, el #SeAcabó, ¿habremos ido demasiado lejos? ¿Esto es todo? Para nada, queridas, esto acaba de empezar

Tampoco quiero dedicar este pequeño espacio a debatir con otras feministas sobre qué es el feminismo, qué es una mujer, o cuáles deben ser las prioridades en nuestra agenda; no esta vez. Hoy que es 8M me interesa mucho más lanzar una respuesta alternativa a la pregunta que se está haciendo España. Después de un ciclo feminista extraordinario que movilizó y politizó a millones de mujeres, en el que tras las huelgas, La Manada, el Yo sí te creo, el Ni Una menos, El Pacto de Estado Contra la Violencia de Género, el Ministerio de Igualdad, la ley trans, la leydel solo sí es sí, la ley del aborto, el #SeAcabó de las jugadoras de la selección y el del mundo del cine; tras todo lo que ya hemos conseguido, ¿habremos ido demasiado lejos? ¿Esto es todo? Para nada, queridas, esto acaba de empezar. Y digo más. Que esa hortera y falsa sensación que se pueden permitir las izquierdas llamada “ fin de ciclo” no nos contagie.

El feminismo debe ir aún mucho más lejos. Y el motivo fundamental por el que esto es así es bien sencillo. En un mundo en el que te comes tu plato de lentejas viendo por la televisión cómo los niños se mueren de hambre en Gaza mientras no dejamos de enviarles armas a Israel, en el que Milei gobierna y Trump calienta, de corrupción en lo peor de la pandemia, de crisis en la cadena alimentaria, de inflación, de pantanos vacíos y deshielo del Ártico, de rearme en Europa, de cuidados, de soledad y de presentes distópicos de IA, chips implantados en humanos, retinas vendidas y algoritmos que suplantan la voluntad; en este mundo de antipolítica, reacción, violencia y odio constantes, muy pocas cosas dan esperanza. Pero te invito a que pienses en cualquiera de estas crisis que estamos viviendo. Todas ellas tienen en común algo y es que si pensamos cómo van a estar las cosas dentro de unos años, lo único que no da miedo es pensar en la igualdad. En que si hay menos recursos, los redistribuiremos; que a quien no llega, no le dejemos atrás; que el mundo pueda ser un lugar en el que vivir en paz y para ello nada más que feminismo, nada menos que igualdad. Lo de que el futuro será feminista o no será, más que un deseo es hoy una predicción.

Suena casi cursi defender esto hoy, pero por más vueltas que he dado creo que es lo mejor que se puede decir un 8M. Hay motivos para tener esperanza y para ello el feminismo debe ir mucho más lejos aún. Feliz 8M, queridas, a celebrar con las mujeres de vuestra vida que ya hemos conseguido muchas cosas y que lo mejor está por llegar, y que si ha sido posible, es porque lo hemos hecho entre todas.

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Ángela Rodríguez es secretaria de feminismos de Podemos y exsecretaria de Estado de Igualdad.

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