Ramadán, ayuno, autorreflexión y convivencia

Con frecuencia se tiende a considerar el islam como una religión ritualista, sin reparar en el significado profundo de sus diferentes expresiones de la fe, que son la mejor muestra de la plena confianza en Dios y de la solidaridad con los hermanos y las hermanas, especialmente con las personas y los colectivos más necesitados. Por ello no es suficiente con conocer de memoria los cinco pilares del islam, como tampoco practicarlos en su modalidad puramente preceptiva. Es necesario interiorizarlos, descubrir su sentido, comprender su significado y, sobre todo, conocer la estrecha relación entre ellos y la opción por pobres, subrayada constantemente en el Corán y practicada por el profeta Mahoma. 

Pero tampoco pueden desconocerse los abusos y perversiones en los que con frecuencia caen los preceptos religiosos en todas las religiones, también en el islam, entre los que cabe citar el formalismo, el ritualismo, las restricciones o los excesos alimentarios, los fanatismos, las exclusiones por razones de género, clase social, cultura, etnia, identidad sexual, etc.

Cinco son los pilares que definen e identifican al islam, cuya fijación suele atribuirse al propio Muhammad, todos ellos interconectados: profesión de fe (shahada), oración (salat), limosna (zakat), ayuno (sawn) y peregrinación a la Meca (hayy). Aquí voy a ocuparme del ayuno en el mes de Ramadán, que este año ha comenzado el 2 de abril y están practicándolo cerca de dos millones de musulmanes y musulmanas en España. 

El ayuno en el judaísmo y el cristianismo

El ayuno es una práctica común a la mayoría de las religiones, que responde a distintas motivaciones. En el judaísmo y el cristianismo es una de las manifestaciones de humildad del creyente ante Dios, de esperanza en un futuro mejor y de amor traducido en práctica liberadora. La Biblia hebrea prescribe el ayuno y el descanso laboral, “porque ese día se hará expiación por vosotros para purificaros” (Lv 16,29-30). El ayuno en la comunidad hebrea no tiene sentido ascético. A través de él, las personas creyentes adoptan una actitud de abandono total en Dios, piden perdón por las culpas cometidas, hacen el luto por una desgracia doméstica o nacional y logran que cese una calamidad.

Precisamente la humildad ante Dios es la intención de las repetidas cuarentenas de ayuno de las que nos habla la Biblia: la de Moisés, que pasó cuarenta días y cuarenta noches sin tomar alimento ni beber agua, y escribió los diez mandamientos en las Tablas de la Ley (Éx 34,28); la del profeta Elías (1Re 19,8); la de Jesús de Nazaret en el desierto, donde es tentado (Mt 4,1-11) y demuestra su abandono y confianza en Dios.

En el judaísmo el “gran ayuno” era el día de la Expiación, cuya práctica era condición necesaria para la pertenencia al pueblo de Dios. Quien trabajare y no guardare el ayuno ese día era excluido del pueblo (Lv 23,29). Otros ayunos colectivos respondían a la celebración de los aniversarios de desgracias nacionales. 

Los profetas y Jesús de Nazaret critican severamente las desviaciones e incluso las perversiones en que con frecuencia desemboca el ayuno religioso: el propio interés y la falta de relación con la justicia: “cuando ayunabais lo hacíais por propio interés, y a todos vuestros obreros explotabais”, Is 58,3; el formalismo: “así ayunen, no escucharé su clamoreo”, Jr 14,12; el engreimiento y la ostentación: “cuando ayunéis, no pongáis cara  triste como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan”, Mt 6,16. 

Para evitar esas desviaciones, el ayuno debe ir acompañado del amor al prójimo, la búsqueda de la justicia, la limosna y la oración. Lo expresa nítidamente el profeta Isaías: el ayuno que Dios quiere es “deshacer los nudos de la maldad, soltar las coyundas del yugo, dejar libres a los maltratados y arrancar todo yugo, partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa, que cuando veas a uno desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes” (Is 58,6-7). Un mensaje en plena coincidencia con el Sermón del Juicio Final (Mt 25,31-46), que el teólogo y biblista José María González Ruiz llamaba el “Sermón de los ateos”.

El cristianismo apostólico de Jerusalén siguió practicando el ayuno judío, pero conforme a la orientación social y solidaria de los profetas y al espíritu crítico de Jesús de Nazaret. 

El ayuno ayuda a alimentar el espíritu, a fortalecerlo y a controlar los instintos. Precisamente el fortalecimiento del espíritu facilita la toma de decisiones conforme a la voluntad de Dios y sin perjudicar al prójimo. 

El ayuno en el islam

El Corán establece las prescripciones para la práctica del ayuno en el mes de Ramadán: 

“¡Creyentes! Se os ha prescrito el ayuno, al igual que se prescribirá a los que os precedieron (en referencia a los judíos y cristianos). Quizás, así, temáis a Dios. 

“Días contados. Y Quien de vosotros esté enfermo o de viaje, un número igual de días. Y los que, pudiendo, no ayunen podrán redimirse dando de comer a un pobre. Y, si uno hace el bien espontáneamente, tanto mejor para él. Pero os conviene más ayunar. 

“Es el mes de Ramadán, en que fue revelado el Corán como dirección para los hombres y como pruebas claras de la Dirección y del Criterio. Y quien de vosotros esté presente ese mes, que ayune en él. Y quien esté enfermo o de viaje, un número igual de días. Dios quiere hacéroslo fácil y no difícil. ¡Completad el número señalado de días y ensalzad a Dios por haberos dirigido! Quizás, así, seáis agradecidos.

“Cuando Mis siervos te pregunten por mí, estoy cerca y respondo a la oración de quien invoca cuando Me invoca. ¡Que Me escuchen y crean en Mí! Quizás, así, sean bien dirigidos.

Durante el mes del ayuno os es lícito por la noche uniros con vuestras mujeres: son vestidura para vosotros y vosotros lo sois para ellas. Dios sabe que os engañabais a vosotros mismos. Se ha vuelto a vosotros y os ha perdonado. Ahora, pues, yaced con ellas y buscad lo que Dios os ha prescrito. Comed y bebed hasta que, a la alborada, se distinga un hilo blanco de un hilo negro. Luego, observad un ayuno riguroso hasta la caída de la noche. Y no las toquéis mientras estáis de retiro en la mezquita. Éstas son las leyes de Dios, no os acerquéis a ellas. Así explica Dios Sus aleyas a los hombres. Quizás, así, Le teman” (2,183-187). 

En el plano personal, no es tanto una práctica de penitencia y contrición cuanto un acto de autocontrol, lo que explica la abstinencia durante el día y el disfrute durante la noche. Es también un acto de autorreflexión, un tiempo para pensar

Según el testimonio de su esposa Aisha, Mahoma solía retirarse a la mezquita los diez últimos días de Ramadán para vivirlo de manera más intensa y profunda y reflexionar sobre las situaciones de injusticia que todavía se mantenían. Fue una costumbre que practicó hasta el final de su vida. 

El ayuno es una práctica exigida como precepto mayor durante el Ramadán, noveno mes del calendario lunar musulmán. Debe practicarse todos los días del mes desde la salida —cuando puede distinguirse un hilo blanco de un hilo negro— a la puesta de sol. Obliga a todos los creyentes mayores de edad que no tengan ningún impedimento. Están exentos de practicarlo los niños y las niñas, las personas enfermas, la gente que está de viaje, las personas mayores que no gozan de buena salud, las mujeres embarazadas, las que tienen la menstruación y las que están amamantando. El ayuno comprende la abstinencia de todo tipo de alimentos y bebidas, así como de mantener relaciones sexuales. 

Varias son las motivaciones del ayuno. En el plano personal, no es tanto una práctica de penitencia y contrición cuanto un acto de autocontrol, lo que explica la abstinencia durante el día y el disfrute durante la noche. Es también un acto de autorreflexión, un tiempo para pensar. En el plano religioso, constituye un elemento identitario de los musulmanes, que reafirma su unidad, un momento de crecimiento y profundización espirituales y un tiempo de relación especial con Dios donde se experimenta su trascendencia.  En el plano social, refuerza los lazos de solidaridad familiar y comunitaria y la atención a las personas más necesitadas.  

Entre los objetivos del ayuno están la purificación espiritual, la conmemoración del inicio de la revelación del Corán, que aconteció durante el mes de Ramadán en que el Profeta estaba ayunando en una cueva del Monte Hira, la autodisciplina y la experiencia de vivir, en carne propia, la sed y el hambre, tomar conciencia, así, de las necesidades de las personas y los colectivos empobrecidos y marginados y colaborar a satisfacerlas.

El ayuno debe ir acompañado de otras actitudes, como la autenticidad en la conducta y la verdad en el hablar, el uso de un lenguaje no obsceno, la renuncia a reacciones amenazadoras y de comportamientos violentos. Lo dice un hadiz (dicho del Profeta): “Si alguien no se abstiene de la falsedad y de la conducta hipócrita, Dios no tiene necesidad alguna de que se abstenga de comida y bebida”. Otro hadiz enumera las cinco cosas que invalidan el ayuno: la mentira, la murmuración, la denigración, el falso juramento y los libros lujuriosos.  

El ayuno tiene también un profundo sentido lúdico, festivo y convivial. Se rompe con la puesta del sol. Es a partir de ese momento cuando comienza el tiempo de fiesta y convivencia. Por eso se establece una clara distinción entre el día y la noche: el día es tiempo de ayuno, la noche, tiempo de disfrute y banquete. El Fin del ayuno es una de las grandes fiestas del calendario musulmán. 

Semana Santa, Pascua judía y Ramadán

Este año coinciden cronológicamente las celebraciones de Semana Santa, la Pascua Judía y el Ramadán. Con ese motivo se reunieron el martes 5 de abril en Madrid representantes de las comunidades judía, cristiana y musulmana con la participación del presidente del Consejo Rabínico de España y rabino de la comunidad judía de Madrid, Moshe Bendahan, el arzobispo de Granada y presidente de la subcomisión de las Relaciones Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española, Francisco Javier Martínez, el deán de la Catedral Ortodoxa rusa Santa María Magdalena, Andrey Kordochkin, el pastor evangélico Juan Pablo Sánchez y el presidente de la Federación de Comunidades Judías de España, Isaac Benzaquén, en un gesto de confraternización para rezar por la paz y por el final de la guerra en Ucrania. 

Terminado el acto, las personas asistentes se sumaron a la ruptura del ayuno como gesto de solidaridad con la comunidad musulmana. Me parece una práctica muy importante para desactivar el carácter violento que han demostrado históricamente las tres religiones monoteístas y pasar del anatema al diálogo y al encuentro al servicio de la paz inseparable de la justicia. Me gustaría que un gesto similar se repitiera en las próximas celebraciones de la Pascua judía y de la Pascua cristiana con la invitación a los líderes religiosos del islam. Sería un paso fundamental en la reconciliación de los pueblos y en la eliminación de no pocos de los conflictos que asolan y desangran hoy a la humanidad.

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