Tetas, pechos y mamas

Cada cierto tiempo unas tetas, pechos y mamas sorprenden a la sociedad, no por su desconocimiento, todo el mundo sabe lo que son, sino por su destino, que es ser ocultadas.

Por dicha razón mostrarlas genera una agitación que supera las barreras que impone la normalidad, de ahí la necesidad de marcar sus espacios poniendo límites de territorialidad y función.

Los hombres no tenemos tetas ni pechos ni mamas, aunque formen parte de nuestra anatomía, pero en la práctica no alcanzan a tener una entidad diferente a nuestro pecho o tronco. Forman parte de nuestra anatomía sin diferenciación alguna en la cotidianeidad de la vida, como puede hacerlo el ombligo o el lóbulo de la oreja.

En las mujeres es diferente, en ellas necesitan ser “marcadas” a través de su conceptualización para otorgarle diferencias que permitan integrarlas en determinadas circunstancias y lugares a partir de ese concepto y funciones asignadas, y con ello adoptar una actitud diferente hacia ellas. Por eso a veces son “mamas” para destacar su función nutricia como parte de nuestra condición mamífera, otras son “pechos” para cargarlas de neutralidad anatómica a la hora de una exploración médica o como referencia genérica, y otras son “tetas” para poner en ellas todo el contenido social que cada persona quiera darle a la referencia anatómica de la hembra mamífera, que como tal contenido social aparece repleto de elementos androcéntricos para, entre otros objetivos, utilizarlas como argumento de cosificación de las mujeres. La sociedad no es neutral, sino androcéntrica, y su machismo se traduce, entre otras muchas cosas, en esa tetificación de las mujeres como parte de los “territorios” a conquistar.

La combinación de función y espacios es la que otorga permisividad a la visibilidad de las tetas-pechos-mamas, de manera que si una madre amamanta a su bebé en un lugar público la flexibilidad a la visión de una “mama” es mayor y admisible, siempre que lo haga con cierto recato. Si una mujer está en una playa en toples también es admitido, lo mismo que si se trata de un desfile de moda o en otros contextos relacionados con ese mundo del diseño o la cultura. Pero poco más, todo lo demás es una “provocación”, como ha ocurrido a lo largo de la historia.

La agitación que se produce ante cada caso no se debe a que se muestre algo desconocido, se debe a que muestra una parte del cuerpo de las mujeres que ha sido ocultada por voluntad de lo que los hombres han considerado con su cultura

El cuerpo de las mujeres ha seguido un proceso de descubrimiento progresivo que aún no ha finalizado. Tobillos, pantorrillas, rodillas, muslos, cachetes… si nos centramos en la parte inferior; y cabello, antebrazos, brazos, hombros, escote, ombligo y abdomen… si lo hacemos en la superior. Una evolución que demuestra cómo las conquistas sociales son personales, y las personales también lo son para cada cuerpo, en la anatomía y en sus múltiples formas de presentarse, que del mismo modo se han liberado de los límites y medidas que como un corsé social le habían impuesto.

La revolución a la que se refieren Amaral y el feminismo tiene esos territorios para avanzar, lo cual demuestra la importancia que el cuerpo y el sexo, y sus caracteres sexuales secundarios, entre ellos las tetas-pechos-mamas, tienen para el machismo como elementos nucleares y estructurales, no como una derivada ni elementos marginales de sus objetivos. A las mujeres se las dominó en el neolítico por su cuerpo y por sus funciones biológicas, por eso luego convirtieron esa conquista en cultura para normalizarla e integrarla como parte de las referencias identitarias. No las dominaron para que no ejercieran determinadas funciones o trabajos, o no fueran a la escuela o a la universidad. Hace 9.000 años los hombres no pensaban en esas derivadas, pero sí en someter a las mujeres para que les dieran lo que ellos deseaban.

Y por dicha razón, el cuerpo de las mujeres y sus caracteres sexuales secundarios es atacado y violentado en tiempos de paz y de guerra. Y por ello, el cuerpo de las mujeres también es un instrumento revolucionario, como ha puesto de manifiesto Amaral, del mismo modo que antes lo hizo Rocío Saiz en Murcia, y como llevan haciendo las “Femen” y otras activistas desde mucho tiempo atrás. Por todo eso molestan las tetas, pechos y mamas, no por lo que son, sino por lo que significan.

Los gestos que hemos visto son importantes, pero también lo es no quedarnos en el impacto inmediato, porque la agitación que se produce ante cada caso no se debe a que se muestre algo desconocido, se debe a que muestra una parte del cuerpo de las mujeres que ha sido ocultada por voluntad de lo que los hombres han considerado con su cultura. No es la teta-pecho-mama lo que revela la blusa que se quita, sino la quiebra del mandato masculino, y por dicho motivo es importante integrar todas las iniciativas dentro de un proceso activo de transformación social hacia la igualdad, pues mostrar la realidad no es suficiente para cambiarla. Visibiliza lo que hay que cambiar, que es muy importante, pero no lo cambia.

_____________________

Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

Más sobre este tema
stats