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Quince años de desafección ciudadana hacia la política: cómo empezó todo y quién es el gran beneficiado

Más allá del condenado

Jorge Ezquerra Monge

A eso de las 08:00 de la mañana del miércoles 6 (hora peninsular española), las y los demócratas del mundo presenciábamos con asombro la victoria de Donald Trump en el estado clave de Pennsylvania, que le situaba con 267 compromisarios en su carrera a la Casa Blanca (la mayoría absoluta son 270). A las 11:40, se confirmaba la previsión: Trump gana los 10 votos electorales de Wisconsin y, con ello, la Presidencia de los Estados Unidos. A esa misma hora, se hallaba en cabeza en cuatro de los cinco estados aún sin asignar, lo que de confirmarse (todo apunta a que así será) le permitirá una victoria aún más holgada que la que obtuvo en 2016 frente a Hillary Clinton. 

Más allá de las oficinas de Washington DC que dirigen la política común del país, no debemos olvidar que en Estados Unidos, al tiempo que se eligen cargos federales, se realizan múltiples referéndums en los diversos estados para adoptar (o no) legislación en un sentido u otro o incluso para modificar las constituciones de los territorios. 

El estado de Arizona, que ha apoyado al candidato más conservador en prácticamente todas las elecciones presidenciales celebradas desde 1952 (Biden ganó en 2020 con una diferencia de apenas el 0,3% de votos) y que tiene una mayoría conservadora en las dos cámaras de su poder legislativo, ha aprobado una enmienda a su carta magna con el fin de blindar el derecho al aborto “hasta la viabilidad fetal” (unas veinticuatro semanas) y permitir abortos posteriores para proteger la vida o la salud de la mujer embarazada. Una propuesta similar ha sido adoptada en los estados de Missouri y Montana, ambos afines (aunque con menos fuerza que Arizona) al partido del “nuevo” inquilino de la Casa Blanca. También Florida, el estado de Trump, ha intentado adoptar una enmienda a su ley fundamental para proteger la interrupción voluntaria del embarazo, y si bien no ha sido posible (se requería un 60% del voto y se ha obtenido un 57,1%), llama la atención la fuerza del movimiento pro-aborto en un estado que ya nadie considera visagra y donde se asume que los ultras encontrarán una plaza asegurada durante muchos años. 

En el estado de Arkansas, fiel a los republicanos desde tiempos de Nixon y con una incontestable mayoría conservadora en el parlamento desde hace más de diez años, cerca del 55% de los votantes han aprobado una cláusula restrictiva para la apertura de nuevos casinos: de ahora en adelante, todos los locales de juego que deseen comenzar a operar requerirán la autorización de los votantes locales. 

La victoria de ciertas iniciativas populares en algunos estados podría suponer un reto a la agenda política del presidente electo y revela un haz de luz entre la densa oscuridad

Otro golpe al proyecto neoliberal ha ocurrido en Dakota del Norte, donde también hay una amplísima mayoría conservadora y una devoción al partido del elefante que se remonta a la década de 1940 y que sólo Lyndon B. Johnson consiguió romper, hace ya sesenta años. Pese a los esfuerzos por lograr un resultado diferente, casi dos tercios de los votantes de este estado se han opuesto a la eliminación de los impuestos a la propiedad. También se ha impedido en este territorio, con más del 56% de los votos, un endurecimiento de las restricciones a las iniciativas legislativas populares que hubiese mermado la capacidad de influencia de la ciudadanía. Tampoco hay falta de iniciativas en el ámbito educativo. En Kentucky, donde el Partido Republicano tiene mayoría, casi el 65% de votantes han impedido que puedan destinarse fondos públicos a instituciones educativas no públicas (cabe recordar que en España se pide la cabeza de la ministra cada vez que se cierra un aula concertada).

En Utah, donde el afán conservador es aún mayor que en Arizona, se ha aumentado la cantidad de dinero que podría distribuirse anualmente a las escuelas de un fondo estatal permanente. Una proyección de 312 compromisarios republicanos frente a los 226 que se presupone habrá ganado Kamala Harris, una mayoría absoluta en el Senado federal, dos tercios de la Corte Suprema nombrada por presidentes conservadores, una previsible mayoría en la Cámara de Representantes (no asegurada al momento de escribir estas líneas) y el riesgo de la implementación del ultraderechista y antidemocrático Proyecto 2025 en la supuesta patria de la libertad y de la democracia hace saltar todas las alarmas y obliga al Partido Demócrata a iniciar un sendo (aunque necesariamente veloz) proceso de rearme ideológico que facilite una reconexión con el electorado, especialmente con los más de diez millones de votantes que permitieron a Biden alcanzar la Casa Blanca hace cuatro años y ahora han optado por la abstención. No obstante, las iniciativas aprobadas (o vetadas) demuestran que, incluso donde todo parece perdido y cuando todo parece perdido, sigue habiendo esperanza más allá del condenado.

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Jorge Ezquerra Monge (Zaragoza, 2005) es estudiante de doble grado en Estudios Internacionales y Ciencias Políticas de la Universidad Carlos III de Madrid.

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