Golpistas de vocación

Alfons Cervera

Miras lo que te rodea y te entran ganas de meterte debajo de la cama. O en un bunker antinuclear. La destrucción o el amor, que escribió Vicente Alexandre. Pues la destrucción. Y que se apague el mundo. Eso quieren. Que se apague el mundo que no es el suyo. Que todo sea destruido, menos lo suyo. Que este país no se tenga en pie con tal de que sus trapacerías sigan flotando en medio de la tormenta. Soplan con fuerza mediática sus trompetas del Apocalipsis. Aquí no se salva ni dios. Sólo quienes cojan las armas y se sumen a sus placeres adivinatorios: vivimos el tiempo del desorden insoportable. Y hemos de tender, para quien no quiera perecer antes de tiempo, la tabla de salvación. Ahí la cháchara del engaño. El líder salvador, qué bien lo cuenta Ignacio Sánchez Cuenca en El desorden político, es “uno de los nuestros”. La España que madruga ha de seguir, como al flautista de Hamelin, a quien no ha dejado la cama antes del aperitivo y la cervecita ayusa del mediodía. Eso como pronto. No quieren que los llamen fascistas. Tampoco quiere Meritxell Batet, su presidenta, que se pronuncie en el Congreso esa palabra. Si nos roban las palabras, qué nos queda. El fascismo.

Lo dijeron sus antepasados, sus maestros en el cultivo y ejercicio de la violencia: exterminar la disidencia. Sus nombres: Mola, Yagüe, Queipo, Franco… Que no quede nadie, salvo los nuestros. Los suyos. Siempre los suyos. La tierra de nuestro país, la tierra del país que rompieron con su golpe de Estado en 1936, está llena de esa disidencia. La destrucción o el amor. La destrucción: “Viento negro secreto que sopla entre los huesos”. Todo negro, como cantaban los Stones. No hay salida. El túnel de la bruja. La oscuridad. El peor Gobierno que ha habido en España desde que se inventaron España y sus Gobiernos. Nada que ver con los de Franco y su dictadura. Aquello era el paraíso. Los muertos no eran de los suyos. Por eso consideran que esos muertos son sólo un miserable puñado de huesos que está ahí desde la batallita de los abuelos. El lenguaje procaz de los desalmados. El Gobierno es ilegítimo porque ellos no consideran legítimos el Congreso, la pluralidad de partidos, luchar por una sociedad de iguales, la misma democracia. Tienen los medios de comunicación —casi todos— a su favor. Chupan de ahí, de esos medios, las instrucciones de uso de la democracia. Escucha por la mañana Núñez Feijóo a Jiménez Losantos o lee El Mundo y luego va y lo suelta en el Senado. La voz de su amo. Nada de marca blanca del PP: superará a Casado, si no lo ha superado ya. Pobre democracia. La acosan. La dejan sin sangre, como hacía Drácula con los cuerpos seducidos en sus correrías nocturnas: pero sin la nobleza literaria de Bram Stoker. Tienen a la justicia de su parte. Ahora nombres y apellidos de esa justicia dan un golpe para sumarse a los otros golpes: el mediático, el político, el empresarial, el financiero. Entre lo militar se alienta también esa intentona: altos mandos pringados en operaciones como las de antes. Esos que querían fusilar a veintiséis millones de 'antipatriotas'. Ese inspector jefe de la Policía Nacional en València que en un mitin de Vox afirma que todos los inmigrantes que llegan en pateras son delincuentes y hace un llamamiento a los presentes “para actuar porque la Policía no va a bastar”. ¿No va a bastar para qué? Tienen vocación golpista. Vienen de ahí, de esa vocación. Lo que no está a su servicio está en su contra y hay que borrarlo del mapa. De ahí vienen, de ese violento deseo de acabar con el enemigo sea como sea. El enemigo. Si no te pliegas a sus intereses eres el enemigo. Y te tratarán como a tal: ni pan ni agua. Cámbiate de bando y tendrás pan, agua, café y postre. Y vino para que nada falte en esa borrachera que alienta la antidemocracia. A las armas.

El miedo está en su tejado. En el de ese golpismo vocacional que nunca han abandonado desde que la democracia asomó el morro con demasiadas cosas heredadas del franquismo

Las mismas palabras repetidas hasta la extenuación. Las mismas en todos sus sitios. En todos sus medios. En todas las reuniones clandestinas donde unos jueces caducados se erigen en comensales de lujo contra la misma justicia, una justicia que tendrían que representar con dignidad en vez de llenarla de vergüenza. Les da igual. Saben que las palabras que más llegarán a la calle son las suyas. Mienten más que respiran. Y qué. La verdad también se inventa, escribía Antonio Machado. Siguen pensando que quienes no pensamos como ellos somos ilegales, inmigrantes todos en la barcaza de la exclusión. Delincuentes, como decía ese tal Ricardo Ferris, inspector jefe de la Policía Nacional, ante un auditorio al que pedía ayuda para enderezar España porque con la Policía no basta. Delincuentes que vienen —que venimos— a construir una sociedad rendida al autoritarismo de un Gobierno que es lo peor —con su presidente a la cabeza— que le ha pasado a este país desde que por cerca de mi pueblo se paseaban los dinosaurios. Claro que no todo se hace bien desde ese Gobierno. Y que ese Gobierno ha metido la pata en bastantes ocasiones. Pues claro que sí. Pero ahí está también el calendario de cosas buenas conseguidas. Largo calendario, por otra parte. La primera experiencia en esta democracia de un Gobierno de coalición. Raspaduras: pues claro que sí. Errores: pues claro que sí. Asumirlos en toda su envergadura, esos errores. No negarlos. No volver a cometerlos. Falta un año y pico para las elecciones generales. La mitad para las municipales y autonómicas. No hacer como si fueran a ser mañana mismo. Eso quiere la extrema derecha. Me cuesta cada vez más escribir “derecha y extrema derecha”. Hermanas gemelas. No negará el líder del PP la moción de censura al Gobierno que presentará Vox en el Congreso. Primero dijo que la negaría, como hizo su antecesor. Luego dijo que se abstendría. No puede despreciar a Vox: lo necesita. Amiguitos del alma Feijóo y Abascal, como decía Francisco Camps a su colega El Bigotes la Nochebuena del año 2008, antes de destaparse la carroña de la Gürtel.

Miras alrededor y te entran ganas de echarte al monte. Lo mejor para conseguir sus objetivos, que son los de un golpismo más o menos enmascarado, es sembrar el miedo. Lo hicieron sus viejos maestros. Lo de Alemania les habrá llenado de alegría. No que detuvieran a los golpistas, sino que hubieran sido valientes para plantarle cara a la democracia y volver a la noche de los cristales rotos. La destrucción o el amor. El inmenso poeta Vicente Alexandre. Qué saben ellos de esa poesía, qué saben del poeta. Aprendieron en otros libros que el amor es cosa de flojos, de maricones, como gritaba Queipo en su radio sevillana. Prefieren la destrucción, y no en el sentido amatorio que cantaba el poeta. La destrucción a secas. Acabar con el Gobierno de coalición porque España igual no se ha enterado de que no puede haber otro Gobierno que no sea el de la derecha de toda la vida. Sólo a esa derecha, con Feijóo y Abascal mano a mano, le corresponde gobernar si no se quiere torcer la tradición que heredaron del franquismo. Lo van a tener difícil. Sé que las cuentas salen justas. Que son muy fuertes los trompetazos del Apocalipsis. Pero lo van a tener difícil. No soy adivino. Ni tengo en la mesa la bola que ilumina el futuro. El diálogo entre las fuerzas progresistas, las de izquierdas y las derechas democráticas puede más que las soflamas incendiarias del fascismo. El miedo está en su tejado. En el de ese golpismo vocacional que nunca han abandonado desde que la democracia asomó el morro con demasiadas cosas heredadas del franquismo. Dicen que un optimista es un pesimista mal informado. Igual es verdad. Pero me niego a que el miedo siga haciendo de las suyas en un país que le sobró miedo por todas partes durante cuarenta años. A Núñez Feijóo le sucederá Díaz Ayuso después de la derrota. A lo mejor, incluso antes. Pero eso lo dejo para otro día. Que tengan ustedes unos hermosos y hogareños días de fiesta. Y que el rey no les amargue mucho la cena en Nochebuena. Otro amiguito del alma. ¡Señor, qué cruz!

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Alfons Cervera es escritor. Su último libro es Algo personal (Piel de Zapa, 2021)

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