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Mini Plan Marshall para la educación frente al covid-19

Imagen de un aula vacía como consecuencia del coronavirus.

José Luis Arco-Tirado

La pandemia del covid-19 ha generado un enorme daño a nuestra economía, nuestra sociedad y nuestra educación. Tenemos mucho trabajo por delante para paliar y revertir esta situación. En cada ámbito necesitamos utilizar los métodos más efectivos y económicos que conocemos para solventar estos problemas en el menor tiempo posible. En la educación, en particular, hay que intensificar los esfuerzos para conseguir que el alumnado recupere el desfase acumulado cuanto antes. En este artículo pretendo difundir cómo otros gobiernos del mundo mediante planes y programas de tutorías entre iguales van a contraatacar de manera efectiva las consecuencias tan perjudiciales que esta pandemia ha tenido y puede seguir teniendo en la Educación.

Como en años anteriores, la reapertura de los colegios requiere de las condiciones de aprendizaje y salud adecuadas para todos los miembros de la comunidad educativa. Sin embargo, ¿cómo serán las escuelas cuando vuelvan a abrirse el próximo septiembre? Hay muchos aspectos importantes que desconocemos y condiciones que pueden variar considerablemente durante este tiempo. Por ejemplo, no sabemos si para el otoño existirá o no un tratamiento o vacuna, desconocemos también si el hecho de mantener la distancia de seguridad obligará a desdoblar las aulas o duplicar los tiempos de instrucción, tampoco sabemos si los centros podrán abrir total o parcialmente o incluso no abrir dependiendo de los rebrotes, con el consiguiente impacto en las familias de padres que trabajan, en cuyo caso, la adopción de medidas más radicales se hará inevitable, incluidos los programas de tutoría.

En cambio, sabemos con certeza que el curso próximo no bastará con volver al estatus quo, que la vuelta a la nueva normalidad encierra la certeza de que millones de niños no han progresado en sus aprendizajes curriculares al ritmo que estaba previsto. Por ello, gran parte de ese alumnado necesitará ayuda rápida y efectiva sobre todo en las áreas curriculares instrumentales básicas como lectoescritura y matemáticas para que este desfase no genere mayores retrasos aún. Sabemos también que el profesorado hará todo lo que esté en su mano para que sus alumnos/as recuperen ese retraso, pero también sabemos que ello no será suficiente sin ayuda extra. Especialmente si todo o parte del aprendizaje escolar se sigue realizando de manera virtual con las desigualdades digitales adicionales que la crisis ha revelado en este aspecto. Las autonomías y los centros escolares que han vivido y entienden este problema saben también perfectamente que en un escenario de recortes más que probable necesitarán ayuda, sí o sí.

La investigación evaluadora ha demostrado que distintos modelos de tutoría individual o en pequeños grupos, en el aula y durante el horario escolar especialmente, realizada por tutores/as (normalmente jóvenes graduados o estudiantes de grado) consiguen una efectividad o también llamado “tamaño del efecto” de +0.40 o más, lo cual equivale aproximadamente a cinco meses de aprendizaje en el curso escolar. Ninguna otra intervención escolar consigue impactos incluso cercanos a la tutoría entre iguales.

Esta idea de reclutar y entrenar mediante planes nacionales a miles de tutores para complementar el trabajo del profesorado en las aulas de los centros escolares para contrarrestar los efectos negativos de la pandemia, ya se está desarrollando por parte de distintos gobiernos como el de Holanda, Gran Bretaña o Estados Unidos en colaboración con Universidades, agencias, empresas y/o fundaciones.

Por ejemplo, el gobierno holandés junto a varias universidades va a invertir en un plan nacional de tutorías 244 millones de euros, lo que en nuestro país equivaldría a unos 667 millones de euros por la diferencia de población. Estimando costes de logística, incentivos y materiales, esta cantidad serviría para reclutar unos 30.000 tutores aproximadamente. Si cada tutor trabaja con unos 50 alumnos al año, estos tutores podrían servir aproximadamente a millón y medio de alumnos al finalizar el curso. Esto sería un comienzo más que prometedor, garantizado por el seguimiento y evaluación del impacto de estos programas mediante una agencia de evaluación independiente. Aunque una inversión más modesta también sería razonable para garantizar, un vez demostrado el impacto prometido, el seguimiento y control del programa hasta decidir su uso generalizado. En el caso del gobierno británico se van a invertir 357 millones de euros y la propuesta incluye a la Education Endowment Foundation con funciones de seguimiento y evaluación. Desgraciadamente en nuestro país la institución pública más próxima que podría realizar funciones similares sería la Agencia Estatal de Evaluación de Políticas Públicas (AEVAL) pero permanece desaparecida de los programas de gobierno desde 2017. Aunque quizás la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) podría asumir este rol.

Si la aplicación de programas de tutorías forma parte del plan de reapertura de los centros escolares el próximo curso, entonces se tiene que empezar ya su preparación. Hay que identificar los recursos humanos, institucionales, materiales y logísticos necesarios para reclutar potenciales tutores (ej. Programa garantía juvenil), entrenarlos (ej., organizaciones con capacidad y méritos acreditados) y ponerlos a disposición de los centros escolares, de manera que a comienzos de curso (ya es tarde para aprovechar el verano) puedan ya dispensar esa ayuda al alumnado que lo necesite a lo largo del curso 20/21.

Pero ¿de dónde sacaremos ese dinero teniendo en cuenta la recesión? Hay varias opciones. Una opción puede ser utilizar los fondos que actualmente financian algunos de los programas de apoyo y refuerzo de los cuales no tenemos evidencias de su efectividad (ej., evidencias creíbles procedentes de estudios de evaluación con diseños metodológicos rigurosos). Otra opción puede ser utilizar las ayudas del fondo europeo destinado a hacer frente a las consecuencias de la pandemia del covid-19 (ej., dos mil millones de euros que se van a transferir a las comunidades para fortalecer la reapertura del curso). Y una tercera opción puede ser que alguna de las fundaciones mayores de Europa que operan en España dé un paso al frente (Ej., Telefónica, La Caixa, Once, Banco Santander, BBVA, etc.).

En cualquier caso, va a ser un desafío, pero también una oportunidad extraordinaria para acometer viejas reformas estructurales pendientes en nuestro sistema educativo público injertándole programas que han demostrado su eficiencia y efectividad. Esta innovación serviría además para mejorar la formación de jóvenes con entusiasmo, ganas de aprender y desgraciadamente desempleados, sin olvidar el impulso al desarrollo y crecimiento de organizaciones, asociaciones y/o empresas con experiencia acreditada en implementar y evaluar este tipo de programas de tutorías. A esto se le denomina excelencia educativa y parece defendible en el Congreso de los Diputados por parte de los distintos grupos parlamentarios teniendo en cuenta el coste, el retorno social y económico y, por ende, la sostenibilidad de esta innovación.

Conviene aclarar que la discusión sobre la oportunidad y necesidad de dotar a nuestro sistema educativo de este valioso recurso, nada tiene que ver con viejos debates desgraciadamente no superados sobre las necesidades obvias de mejorar la financiación de la educación pública (especialmente en algunas comunidades autónomas), ni precarizar el empleo, ni revisar el sistema de acceso y permanencia en la función pública docente (que también es necesario), sino de centrar y profundizar el debate parlamentario en posibilitar la difusión, adopción y uso de este tipo de programas efectivos basados en evidencias por parte de los centros escolares especialmente en educación primaria y secundaria. De esta forma, los centros mejorarán su rendición de cuentas a la sociedad, y de paso, nuestra posición en evaluaciones internacionales (ej., PISA, PIRLS, TALIS). Aprovechemos la oportunidad.

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Finalmente, quizás con propuestas concretas de esta naturaleza, el presidente del Gobierno Pedro Sánchez consiga rebajar la resistencia de su homónimo holandés al negociar próximamente las ayudas económicas de la UE. Después de todo, si ellos lo hacen ¿por qué no lo vamos a hacer nosotros?

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José Luis Arco-Tirado es profesor en la Universidad de Granada.

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