Sadako, la niña de Hiroshima
Tenía dos años cuando cayó la bomba. A menos de dos kilómetros de su casa cayó la bomba de Hiroshima. Era un 6 de agosto de 1945. Hace casi 80 años. A los 11 años comenzó a sentirse mal y las pruebas médicas determinaron que padecía leucemia fruto de la exposición a la radiación atómica.
Tras una lucha incansable en el hospital de la Cruz Roja de Hiroshima. Tras caer, levantarse, volver a caer. Tras escuchar, dejar de escuchar y compartir muchas tortuosas y duras historias de quienes vivían con ella en aquel lugar, se lanzó a la tarea de fabricar, construir, plegar, mil grullas de papel.
Es la historia que cuenta el precioso libro Sadako y las mil grullas de papel, de Eleanor Coerr, que se ha convertido en lectura obligada en muchos centros educativos. En el centro de adultos donde imparto clases, en Parla, son muchas las personas que han leído el libro. Lo procuramos hacer colectivamente para que las ideas fluyan, abundantes y llenas de sugerencias.
Se van a cumplir 80 años del acto más brutal que la humanidad haya cometido, porque la capacidad de destrucción que revela es inalcanzable, extrema, sólo al alcance de destructores de mundos.
Oppenheimer, el director del proyecto Manhattan, el responsable de la construcción de la bomba atómica, nos lo dijo con toda la tristeza y con todo el peso de la destrucción generada, la evidencia de un mundo que se deslizaba peligrosamente hacia un no futuro:
"Sabíamos que el mundo no sería igual. Algunas personas se rieron, Otras lloraron. La mayoría se mantuvo en silencio. Recordé la línea de escritura hindú, el Bhagavad Gita. Vishnu intentaba persuadir al príncipe de que debía cumplir su deber y, para impresionarlo, asumió su forma de múltiples brazos y dijo, “Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”. Supongo que todos pensamos eso, de alguna manera".
Se van a cumplir 80 años del acto más brutal que la humanidad haya cometido, porque la capacidad de destrucción que revela es inalcanzable, extrema, sólo al alcance de destructores de mundos
Se van a cumplir 70 años de la muerte de Sadako Sasaki, a los 12 años de edad. Un buen día nuestro Centro de Adultos consiguió que el pequeño patio abierto que permitía la comunicación entre los dos edificios contiguos que albergan aulas, biblioteca, departamentos administrativos, fuera cubierto, creando un espacio nuevo, para el que se dibujaron escenas del Muro de Berlín, se colocaron tiestos, macetas, floreros, arriates y mil grullas de papel que cuelgan del techo.
Otras tantas grullas se enviaron a Hiroshima para que adornaran el monumento dedicado a Sadako. Son un símbolo, como lo son los dibujos que plasma el beso de Breznev y Honecker. Como lo son las plantas que adornan el patio. Los dibujos alusivos a la Paz. Los murales con la historia de Sadako.
Existe otro libro dedicado a ella, titulado Sadako quiere vivir, escrito por Karl Bruckner, que profundiza en la lucha por la vida librada por Sadako. Incluso un cortometraje dirigido por George Levinson, narrado por Liv Ullmann, nos cuenta la historia de la niña, con el mismo título, Sadako and The Thousan paper cranes.
Nos recuerda Tzvetan Todorov en su impresionante libro El miedo a los bárbaros:
"Así la explosión de la bomba atómica de Hiroshima es indicio de progreso científico y técnico y, a la vez, prueba de una regresión de la civilización, porque, sean cual sean las justificaciones que se invoquen, es resultado de la decisión, tomada a sangre fría, de matar a varios cientos de miles de personas que formaban parte de la población civil del “enemigo”".
Alguien pudo creer que aquellas muertes conducirían a la firme voluntad de impedir que algo así volviera a pasar. Sin embargo, nos esperaba aún la guerra fría, la escalada armamentística, la proliferación de armas nucleares, las pruebas atómicas generalizadas en desiertos y océanos.
Pronto se cumplirán 80 años desde que los Estados Unidos arrojaron las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. Nadie pude asegurar hoy que la amenaza de destrucción nuclear se encuentre despejada. Todo el progreso técnico, todos los avances producidos, no pueden garantizar que la locura humana no se desboque en cualquier momento.
Sadako no era más que una niña. Era todas las niñas muertas a causa de la bomba. Y era todas las niñas del mundo. Era todas las niñas palestinas y todas las tutsis asesinadas. Era Ana Frank en Bergen-Belsen en febrero del 45. Era iraní, ucraniana, afgana y rusa, bajo cualquier bomba. No hay más que una sola niña, asesinada muchas veces por muchas bombas.
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Francisco Javier López Martín fue secretario general de CCOO de Madrid entre los años 2000 y 2013.