Verónica Forqué y el alma de un país

Félix Población

Lo he dicho más de una vez, con ocasión del fallecimiento de una actriz, actor o director de teatro o cine: soy especialmente sensible a su adiós, máxime si ese adiós se da —como parece— por propia decisión de la protagonista. Esa sensibilidad proviene de los años en que me dediqué como periodista a esos ámbitos de la cultura, que me permitieron conocer de cerca a no pocos de quienes aparecían en las pantallas y los escenarios.

Verónica Forqué era una persona amable y cercana, sumamente vital, a la que se le entregaron cuatro premios Goya, un Max, un Feroz, dos Biznagas de Plata y una Espiga de Oro, entre otros galardones, tal como se recuerda hoy en los obituarios. Eso evidencia la gran profesionalidad y buen hacer de su medio siglo de trayectoria como actriz, desde que se inició de muy joven en la profesión que tenía tan próxima, pues su padre fue el cineasta José María Forqué.

Nada sé de las circunstancias personales o de salud de Verónica Forqué en los últimos meses. Lo último que recuerdo es una de esas entrevistas ágiles y frescas que la reportera Villas le hizo en El Intermedio hace un tiempo. Tampoco tenemos conocimiento de qué pudo mover a la actriz a despedirse de la vida en la soledad de su domicilio, según la información que leemos hoy en algún medio, pero quienes prestan atención a un programa semanal de cocina que se ofrece en La 1 en horario de máxima audiencia sí tuvieron oportunidad de ver por última vez a Forqué como uno más de los personajes afamados o famosillos que pasan por su plató.

No voy a juzgar el papel representado por la actriz durante su presencia, que fue censurado por su acritud en algunas publicaciones. No se debe hacer cuando la actriz no está entre nosotros, pero dada la proximidad entre su intervención en Master Chef y su fallecimiento, me parece extraño que Verónica Forqué se haya avenido a participar en el programa. Tal como leemos en elDiario.es, es lamentable que muchos recuerden de Forqué, a la postre, su paso por ese plató, donde nos mostraron su versión más inestable, más vulnerable. Es de considerar en este sentido lo comentado por María Guerra, lamentando mucho "que esa imagen suya tan alegre y divertida se haya visto empañada por programas de televisión que han explotado la fragilidad humana”.

¿Por qué acudió la actriz a Master Chef, ofreciendo al público esa última y extraña actuación, tan ajena a la amable personalidad que nos deparaba habitualmente en persona? Quizá porque Verónica amaba la cultura sobre todas las cosas. Es el alma del país, le dijo a Pablo Iglesias en una entrevista en La Tuerka, y quizá al alma vitalista y amable de Forqué se le había roto la esperanza ante un país donde se le otorga a la cocina primacía de máxima audiencia en la televisión pública, cuando en la dictadura, a esa hora, se nos ofrecía Estudio 1, el programa que nos hizo a muchos amar el teatro, que Verónica tanto quería y que personalmente me sirvió para conocer la desconsideración en que se le tiene.

Menos mal que una de las más deplorables televisiones públicas estatales que hemos padecido se gestiona en tiempos de un Gobierno progresista.

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Félix Población es periodista y escritor.

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