NEOLIBERALISMO

Crecimiento personal o cuando te hacen creer que tu bienestar depende de ti a base de lógicas de mercado

Archivo - Una mujer se mira en un espejo.

En tiempos de incertidumbre perpetua como los actuales, las redes están pobladas de una constelación de terapias y decálogos de consejos, o tips, sobre cómo vivir una buena vida, ser más productivo o resiliente. Esta carcasa inspiracional ha sido ya criticada desde numerosas perspectivas, que han advertido de las consecuencias que puede tener responsabilizar a las personas de su bienestar.  

Pero en pocas ocasiones nos detenemos a estudiar las raíces de esta punta del iceberg psicológico, de este paradigma de autoadiestramiento que guarda similitudes con los productos de IKEA, y, en consecuencia, con las formas de producción y comercialización actuales. De no pararnos a pensar, corremos el peligro de convertirnos en startups

Según afirma la psicóloga clínica Inmaculada Amador, se trata de un discurso que no viene, en realidad, de la psicología, sino del ámbito empresarial y en especial del marketing. “Hay muchos ejemplos”, afirma esta experta, que desde la pandemia advierte una transformación en los síntomas de sus pacientes. “Por ejemplo, ser tú mismo: no conozco a ninguna persona que no sea ella misma. Esta insistencia probablemente venga a indicarnos que lo que tienes que hacer es convertirte en una marca y diferenciarte del resto. Con la zona de confort pasa algo parecido: conozco a mucha más gente que lo que quiere es entrar en esa zona de confort, porque no parece que haya muchas zonas así”.  

“Creo que todos estos términos entroncan, además, con el marco ideológico del neoliberalismo. Ya no se trata, como antes, de limitar la intervención estatal en la economía, sino de extender la lógica del mercado más allá. El denominado crecimiento personal es un pilar estratégico de todo ello, una subjetividad en la que el poder se sustenta a base de la autoexplotación”. 

Estos discursos se han reforzado tras la pandemia: “Ha habido mucha gente que, en lugar de pensar en cómo hacer para gestionar la frustración de una manera saludable, se han creído culpables de lo que les pasaba. Ahora hay una diferencia notable en las consultas, con gente que lo está pasando mal precisamente porque se culpabiliza totalmente de lo que le pasa: por tener menos resiliencia, por no estar haciendo las cosas como debe, porque las cosas les estén yendo mal…”.  

La autoexplotación no viene precisamente de la pandemia. “A finales de los noventa salió un librito que fue un bombazo, Quién se ha llevado mi queso. Era un cuento que reflejaba un camino para que incorporáramos a nivel psicológico el despido libre. Según este, uno tiene que calcular los riesgos, adelantarse a ellos, conocer a sus competidores y salir de la empresa antes de que prescindan de uno. En base a esta idea de escapar de la zona de confort, de reinventarse continuamente, uno cambia de empleo cada dos por tres para seguir creciendo profesionalmente. Este es otro elemento más de lo que está pasando y de lo que se ofrece desde determinada manera de entender lo psicológico y el crecimiento personal”. 

Si quieres, puedes 

Autoexplotación y exigencia muchas veces disfrazadas de términos ambiguos como autocuidado y gestión emocional remiten a un discurso que, para el sociólogo Luis Enrique Alonso, incluye trazas de autoritarismo. Se trata de uno de los temas presentes en su libro Poder y sacrificio: los nuevos discursos de la empresa (Ed. Siglo XXI), coescrito con Carlos Fernández. Ante la pregunta de si la inflación de términos psicológicos puede entenderse como un desbordamiento del discurso del management, Alonso afirma que psicologización y management tienen la misma matriz ideológica: la individualización. 

“Estos mensajes reflejan una crisis de la sociabilidad en la que te tienes que defender tú mismo y buscarte las herramientas autoconstructivas para salir del atolladero. De la sociedad no puedes esperar demasiado y tú eres un sujeto de talentos y capacidades individuales que debes explorar y que te pueden llevar al éxito”.  

“Asistimos a una pérdida de vínculos que eran propios de la modernidad industrial”, continúa Alonso. “Eran identidades fabricadas a lo largo de la historia, bases de reflexión, de consuelo, para compartir, o incluso para militar. Y todo esto, además, se ha acelerado con el cambio tecnológico”.  

“A veces en grupos de discusión nos sale lo de las herramientas psicológicas para resistir problemas sociales, como el acoso laboral y sexual. Y desde esta perspectiva se dan estas herramientas, pero se descuida totalmente el ambiente institucional. ¿Cómo vas a defenderte en un campo solo con herramientas de blindaje emocional? Y nos aparece también gente que acababa culpándose y para las que las recidivas eran superiores. Es un tema social e institucional en el que unos tienen poder y otros no. El remedio parece peor que la enfermedad”.

Otro factor que incrementa los problemas derivados de esta terapia 24/7 es que, en el ecosistema de las pantallas, todos trabajamos de manera más o menos continua para ponernos a punto: “Ahora mismo el productivismo en el consumo es altísimo: el ocio, en muchísimas ocasiones, acaba siendo indistinguible del trabajo. Cuando compras billetes de Ryanair en el trabajo: ¿trabajas o consumes? ¿Y cuando trabajas a las cuatro de la mañana?”. 

Detrás de todo este fenómeno late una profunda crisis institucional que se manifiesta también en forma de corrientes conspiratorias diversas que pueden guardar también relación con el discurso individualista sobre el crecimiento personal. “Son fenómenos también ligados a la pérdida de institucionalidad de lo moderno y lo colectivo. Ahora estas teorías te permiten ser el dueño del secreto: tú sabes algo que los otros no, y eso te da un supuesto poder. A los otros los están engañando. En vez de pensar que el saber es una cosa colectiva, que se comparte, se pasa a una privatización de las esferas de la información”.

El verdadero problema   

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Huelga decir que el problema no son las terapias en sí mismas. Inmaculada Amador lo resume certeramente: “El problema es el uso que de la terapia se hace. Estrategias que pueden ser muy útiles en la vida de alguien, si se usan con determinados fines para lograr cosas que no nos interesan a nosotros, sino a otros, pierden su esencia. La psicología está para facilitar y ver cómo podemos avanzar y construir juntos, pero no para todos estos fines empresariales y mercantilistas".

Las alternativas no están claras. “La buena noticia es que ahora hay mayor consciencia de que el verdadero desarrollo implica una mejora del bienestar y de la calidad de vida. No que te leas un libro para reinventarte o gestionar tu marca. Aunque no es nada fácil, ahora lo estamos viendo con el tema de la sanidad pública, ya que, ante políticas que recortan y que hacen que haya menos acceso a todo lo sanitario, la gente está saliendo a la calle y diciendo que la sanidad no se vende, sino que se defiende. Ahí puede empezar a pararse esta espiral tan desgarradoramente individualizada y a recuperar la dignidad del ser humano, aflorando lo que sabemos que ayuda verdaderamente”, concluye Amador

Luis Enrique Alonso ha detectado cierta incredulidad entre los sujetos estudiados, pero que, carentes de alternativas claras, caen en una continua adaptación resignada. “La lógica de que no te quejes, de que la responsabilidad la tienes tú, está detrás de este tipo de discursos lacrimógenos y preautoritarios. Lo que puede parecer un discurso de aliento es, en realidad, algo muy represivo, muy parecido al darwinismo social del siglo XIX”.

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