La nueva coyuntura política

El eje izquierda-derecha cobra fuerza en un nuevo tablero político con cuatro partidos en dos bloques enfrentados

Reunión entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

El eje de ordenadas que delimita la izquierda y la derecha, desdibujado durante el ciclo abierto con la irrupción de Podemos en 2014 y el boom de Ciudadanos en 2015, vuelve a hacerse claramente visible en el cuadro de coordenadas de la política española. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (PSOE), y el líder de Podemos, Pablo Iglesias, se identifican mutuamente como interlocutores políticos con una relación de colaboración estable, aunque sin ocultar sus discrepancias ni evitar las fricciones. Pablo Casado (PP) y Albert Rivera (Ciudadanos), a pesar de su permanente tira y afloja, se recuerdan el uno al otro que no son "el enemigo". "Voy a por el PSOE, no a por Ciudadanos", cuenta Pablo Casado en sus reuniones con empresarios. "Yo no pienso que el enemigo sea el PP, sino el populismo y el nacionalismo", proclama Rivera en público.

Por acudir a un símil que es ya casi un clásico, Iglesias y los suyos le dieron la patada al tablero. Las fichas han estado cuatro años volando por los aires, pero ahora poco a poco se vuelven a asentar formando un nuevo esquema: un tetrapartidismo imperfecto, con su izquierda y su derecha, en el que la fuerza nacionalista aún es y puede seguir siendo clave para la gobernabilidad, en el que el sorpasso parece más verosímil en el campo conservador que en el progresista. Y en el que, incorporados ya al paisaje político habitual Podemos y Ciudadanos y sus respectivos líderes, lo viejo y lo nuevo sirven algo menos para determinar el imaginario político que hace tres-cuatro años.

Pero que las lógicas izquierda-derecha reverdezcan no significa que las cosas vuelvan a ser como antes. Narciso Michavila cree que "el bloque izquierda-derecha se hace mayor", algo que se nota tanto en el votante como en los propios sociólogos que analizan la realidad. "Hay muchos temas que son ya imposibles de ubicar en el eje izquierda-derecha, en los que sigue operando el eje renovador-tradicional", afirma el especialista en análisis electoral y presidente de la consultora GAD3. Pone ejemplos. Uber y el taxi, la custodia compartida, la eutanasia, la gestación subrogada, la prostitución... Temas, digámoslo así, más posmodernos que ideológicos. Al replicarle que en varios de esos temas la izquierda y la derecha tienen posiciones claramente ideológicas, Michavila desarrolla su argumento. No es que los partidos en un momento determinado no adopten posiciones estandarizadas en izquierda y derecha, es que es la sociedad la imposible de compartimentar con respecto a esas lógicas, señala. "Podemos se está situando a favor del taxi, pero probablemente su votante es el que más utiliza Uber", afirma, en referencia al perfil de elector joven, formado y urbano.

Michavila admite que hay un intento del Gobierno de poner sobre la mesa algunos debates que puedan polarizar el panorama en términos de derecha-izquierda, como la exhumación de Franco. Pero cree que hay fenómenos ya imparables que dejan obsoleta esta pretensión. "No sólo en España, en todo el mundo la gente está buscando cosas nuevas. Es evidente que los bloques existen, y que hay un muro izquierda-derecha. Pero entre los más jóvenes eso ya no funciona así. Cuando los más mayores llegan y dicen 'los partidos de derechas' se olvidan de que Ciudadanos le ha quitado votos al PP, pero también al PSOE, e incluso a Podemos", afirma.

  Cambio de escenario

El CIS ayuda a entender las tendencias. Y si ha habido un barómetro explosivo fue el de abril de 2015. Ciudadanos pasó entonces del 3,1% de estimación de voto en enero al 13,8% en abril, un salto de 10,7 puntos. Aquel enero las fuerzas políticas estatales de ámbito progresista (PSOE, Podemos e IU) habían alcanzado el 51,3% de estimación de voto en el CIS, frente al 30,4% de los partidos conservadores, dejando fuera a UPyD, que estaba a punto de agonizar ante el auge de Cs. Es decir, había 20,9 puntos de diferencia a favor de la izquierda. Pero mirar aquella encuesta con ojos de izquierda-derecha es una simplificación, en buena medida porque Podemos conservaba aún un perfil más transversal, previo a su alianza con Izquierda Unida. En abril de 2015 sólo un 10,7% de los encuestados en el CIS situaban a Ciudadanos entre el 8 y el 10 en la escala ideológica, siendo 1 la extrema izquierda y 10 la extrema derecha. En el reciente CIS de septiembre ese porcentaje está en el 39,1. La gente percibe ya a Cs escorado a la derecha, uno de los factores determinantes para la recuperación de la vigencia del eje tradicional izquierda-derecha.

En la percepción sobre Podemos no ha habido tanto cambio en el mismo periodo. Tanto en abril de 2015 como ahora hay más de un 30% que lo ve en el 1, en la extrema izquierda. Lo que ha transcurrido es simplemente el tiempo. En marzo de 2016 Podemos votó en contra de la investidura de Pedro Sánchez, aliado por entonces de Albert Rivera, una decisión con un coste indudable –también, por cierto, hubiera tenido coste abstenerse–. El partido de Iglesias ha experimentado a su vez graves crisis internas, sobre todo las derivadas del enfrentamiento entre el pablismo y el errejonismo, partidario de una mayor moderación y proclividad al pacto con el PSOE y finalmente derrotado. Han perdido protagonismo en el debate público los grandes temas que auparon a la formación morada, como los recortes, los desahucios, los privilegios de la élite y la corrupción, opacados por el monotema catalán, sobre el que Podemos propone soluciones intermedias de difícil encaje en un escenario polarizado.

Varios acontecimientos han propiciado el rebote de la disyuntiva izquierda-derecha, siempre matizada por diversos factores. Uno ha sido la moción de censura que aupó a Pedro Sánchez a La Moncloa, que unió a su favor a PSOE, Unidos Podemos con todas sus confluencias y los nacionalistas. Fue una fórmula que Sánchez, maniatado por grupos de fuerza dentro de su partido con Susana Díaz a la cabeza, no pudo ensayar tras las elecciones de 2015 y 2016. Uno de los motivos es que entonces la delimitación de un campo izquierdo en el que coincidían PSOE y Podemos no estaba tan clara como ahora. De modo que la moción de censura triunfó cuando la suma de toda la izquierda –incluyendo la nacionalista– era menor que en 2015, cuando ni siquiera llegó a plantearse una investidura en estos términos. La diferencia entre un acontecimiento y otro es la clara victoria en las primarias de Pedro Sánchez con su "no es no", su Internacional y su puño en alto. Es otro factor determinante de la recuperación de validez del eje tradicional, aunque distorsionado la crisis política catalana.

  ESCALADA DERECHISTA

Desde aquel barómetro de abril de 2015 en que Ciudadanos echó la puerta abajo hasta hoy, ha habido cambios. Primero hubo un largo ciclo de ensanchamiento de la base electoral conservadora, en paralelo al calentamiento de la olla política catalana. El barómetro de enero de este año, en plena resaca de las elecciones catalanas en las que Ciudadanos fue el partido más votado tras una campaña marcada por el referéndum irregular del 1 de octubre y la huida de Carles Puigdemont, daba al PP 26,3 y a Ciudadanos 20,7, sumando casi 4,9 puntos más que PSOE (23,1) y Unidos Podemos con sus confluencias (19). Concretamente, 47 puntos a la derecha, por 42,1 a la izquierda. La suma de bloques siguió siendo favorable a la derecha en abril (46,4 frente a 41). Pero cambió en julio, en un CIS que fue unánimemente interpretado como una recompensa a Pedro Sánchez por su ascenso al poder y la formación de su gobierno. El campo derecho pasó a 40,8, frente a 45,5 de PSOE-Unidos Podemos. En septiembre la diferencia ha sido aún mayor: 46,6 en la izquierda, 40,4 en la derecha.

La moción de censura es fundamental para entender la alteración del escenario. Desde entonces Podemos ha ido incorporando claramente a su discurso la idea de gobernar o contribuir a la gobernabilidad. Mariano Rajoy ha sido sustituido al frente del PP por Pablo Casado, admirador de José María Aznar y Esperanza Aguirre, con posiciones lindantes con el catolicismo político tradicional y que se inventa datos sobre la llegada de inmigrantes para justificar un discurso duro. Por su parte, Cs ha sumado, o incluso ha liderado, la estrategia de oposición dura a Sánchez, con el que ahora descarta cualquier hipótesis pactista y al que acusa de rendirse al chantaje nacionalista. Casado y Rivera, que antes era partidario de un "funcionamiento federal" del Estado, compiten en un discurso centralista. Sobre Cataluña, más que en articular argumentos elaborados contra las tesis independentistas, PP y Ciudadanos se afanan en mostrar su disposición a adoptar las medidas más taxativas, precisamente las que más agitan la respuesta proporcional del independentismo. El fenómeno no es nuevo –antes de ser presidente del PP Casado ya se mostraba partidario de ilegalizar los partidos independentistas–, pero sí se ha radicalizado con la llegada de Sánchez a La Moncloa.

  FRONTERAS ELECTORALES

El politólogo Pablo Simón ve una "clara consolidación de bloques". "Es un movimiento que llevamos viendo durante más o menos un año. Esto de la vieja-nueva política se está acabando. Saltar de un bloque a otro es mucho más difícil. Ahora los movimientos están dentro de los bloques. La posición de PP y Ciudadanos parece más cercana que la de PSOE y Podemos. La movilidad electoral es intrabloque, con las mayores transferencias desde el PP a Ciudadanos y de Podemos al PSOE. El último CIS, aunque hay que cogerlo con pinzas, nos muestra que la frontera entre Ciudadanos y el PSOE está cerrada", explica el editor de Politikon.

Merece la pena ver las transferencias de voto entre unos partidos y otros en el CIS. Es evidente que la llegada de Sánchez a La Moncloa hace daño a Podemos y sus confluencias. En abril sólo un 4,2% de los votantes de Unidos Podemos en las generales de 2016 decía que votaría a los socialistas. En septiembre es un 15,3% (11,1 puntos más). El porcentaje ha subido del 4,2 al 14,3% en el caso de En Marea y del 3,2 al 6,5% en el caso de En Comú Podem. El flujo de PSOE a Unidos Podemos es mucho menor: un 2%. Son movimientos "intrabloque", como dice Simón, que se siguen manteniendo y ponen de relieve qué partido dibuja una línea ascendente en cada bloque. Por ejemplo, el 17,6% de los votantes del PP en 2016 cogerían hoy la papeleta de Cs. Al contrario, sólo un 3% de los votantes de Cs le darían su confianza a Casado.

Las aguas están más quietas entre bloques, como corresponde a la recuperación de claves izquierda-derecha. Este año, antes de la moción de censura, el trasvase de PSOE y Unidos Podemos a Ciudadanos llegó a alcanzar el 7,5% y el 5,2%, respectivamente. Ahora está en el 4,9% y en el 1,1%. El PSOE lo compensa en parte, porque le llega un 4,5% de Cs.

  LA ENCRUCIJADA DE CS

"Ahora mismo, más que crecer a costa de votos de tu propio bloque para convertirte en primera fuerza, es relevante crecer a costa del otro bloque. Si tu bloque no suma, no vas a tener capacidad para formar gobierno aunque consigas un sorpasso", señala Simón, que da gran importancia a las "fronteras" de voto entre bloques. Sigue existiendo una, de unos 400.000 votos, de desafectos al bipartidismo que jamás votarían a PSOE ni a PP, pero podrían hacerlo a Cs y Podemos, porque se siguen moviendo en el eje viejo-nuevo, señala Simón. Y luego está la frontera del centro, unos 500.000-600-000 entre PSOE y Ciudadanos, añade. Pero cada vez está más cerrada. El juego de equilibrios es complicado, porque la manta siempre es demasiado corta. Si Ciudadanos se va al centro, Casado recupera por la derecha; si Sánchez se escora a la izquierda para competir con Podemos, desguarnece el centro. Si se va al centro, empuja a Ciudadanos a la derecha. Esa es la dinámica.

Hasta el acontecimiento disruptivo de la moción de censura, Cs era el partido al alza, subido a lomos de la crisis catalana y surfeando la contradicción de atacar al mismo tiempo que sostener a Rajoy. Las encuestas lo situaban al borde del sorpasso en la derecha. El cambio de gobierno, con la formación de un ejecutivo de corte gestor, le restó una baza al tecnocrático Rivera, que se encontró además con la elección de Pablo Casado el inconveniente añadido de una contraparte joven y atrevida. Hay quien ve en ellos clones políticos. Incluso Juan Carlos Girauta advirtió que había que "reenfocar la estrategia". Porque Ciudadanos es, según todos los analistas, el partido menos interesado en un regreso a las coordenadas políticas tradicionales y el que más cómodo se encuentra cuando el debate se focaliza claramente en la tensión en Cataluña, donde estuvo muy cómodo cuando era el máximo estandarte de la mano dura. Ahora Casado enmienda la gestión de Rajoy y se muestra partidario de soluciones drásticas.

  Ciclos y edades

Autor de La perestroika de Felipe VI, Jaime Miquel, investigador del comportamiento electoral y de la opinión pública, afirma que, pese a haber una recuperación de la dinámica de bloques sin "permeabilidad" entre los mismos, lo que determina el momento político es "la finalización de un ciclo", que él llama "el posfranquismo". Cree que es irreversible, no coyuntural, y que lo pagará el PP. "El río sólo fluye en una dirección, del PP a Ciudadanos. El bipartidismo ya no existe y no va a volver. Ha habido un intento, pero Rivera, si algo tiene, es instinto. Lo querían hacer desaparecer y ha hecho tres movimientos: quitar lazos amarillos, romper en Andalucía y pedirle la tesis a Sánchez. ¿Alguien puede decir hoy que Rivera esté desaparecido? Todo eso de que es la marca blanca del PP es no enterarse", afirma Miquel.

A su juicio, en la dinámica de bloques izquierda-derecha es imposible que haya una opción que se imponga y logre imprimir un nuevo rumbo político al país que lo saque de la crisis territorial. Cree que la mejor baza para romper esa dinámica la tiene Pedro Sánchez, que "derrotó al sistema" para llegar a la secretaría general de su partido. Ese marchamo rupturista de Sánchez, pese a las contradicciones y problemas en el Gobierno, sigue ahí, según Miquel, que cree que Podemos lo sabe y actúa en consecuencia. "En la derecha, a medio plazo, veo a Ciudadanos luchando por la hegemonía y al PP por la supervivencia. Al PP le puede hacer mucho daño Vox, que va a entrar en las europeas y eso siempre provoca un salto. En la izquierda, la situación es que Podemos se ve obligado a acompañar al PSOE, aunque a cambio de contrapartidas", expone.

Miquel cree que se equivocan los que infravaloran a Sánchez, que debe apostar fuerte por recuperar la baza de la "plurinacionalidad" del Estado. "La mayoría que sostiene a España, no lo olvidemos, se parece a España. Eso es España", dice. El pacto más verosímil entre partidos de un lado y otro del eje ideológico, PSOE-Cs, es a juicio de Miquel improbable porque ambos aspiran al liderazgo político en España. Insiste en una idea: el PP está herido de muerte. Y presenta como prueba su reivindicación de Aznar. "Ese señor ya no es nadie, nadie. Para la gente joven es un señor muy raro, que no le dice nada bueno".

No es baladí la referencia de Miquel a la edad, un factor que matiza la importancia del eje izquierda-derecha. Unidos Podemos y sus confluencias tienen más intención de voto que el PSOE en la franja 18-24 (13,8 frente a 12,2). Pero esto no es nada al lado del repaso que Ciudadanos le da al PP entre los votantes jóvenes, según el último CIS. De 18 a 24 años, los naranjas sacan 12,2 y el PP 11; de 25 a 34, la diferencia es de 15,4 a 8,5; de 35 a 44, la brecha es de 16,2 a 8,1. Ciudadanos también es más votado que el PP de 45 a 64. Todo lo recupera el partido de Casado de una tacada en el electorado de 65 años en adelante. El PP tiene un problema demográfico.

  Pulsión o 'aggiornamento'

Jesús Rodríguez, exnúmero dos de Podemos Andalucía y atento observador de los movimientos políticos de fondo, observa que se está produciendo un fenómeno de regreso a las coordenadas "izquierda-derecha". "Hubo una sensación de impotencia por no haber realizado el sorpasso. Luego Sánchez ha manejado bien esa polarización entre el PSOE y la derecha, que intenta quitar margen a Podemos. Nosotros ahí, en vez de buscar una pulsión antirrégimen, estamos optando por un aggiornamento para ser útiles", explica. La decisión acarrea el "problema" de que, a medio o largo plazo, cuando se produzca un nuevo cuestionamiento más o menos radical de la situación como en el ciclo 2011-2013, sea otro agente y no Podemos el que recoja el descontento.

Esas tribulaciones, reflexiona Rodríguez, no existen en la derecha. "Los equilibrios dentro del orden son mucho más fáciles. Ahí no hay ninguna pretensión de salirse del marco, por lo tanto hay menos contradicciones", señala Rodríguez, de la corriente anticapitalista.

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  Ojo a Andalucía

El politólogo y sociólogo Albert Balada cree que el regreso de la dicotomía de bloques es una apariencia. Mayormente, una falsa apariencia. "Está sobrepasado. Después de la Segunda Guerra Mundial, todos los partidos asumen un determinado paradigma socialdemócrata. Les darán más o menos prioridad, pero en el fondo nadie discute los derechos sociales. La cuestión es bastante estética", afirma. Balada considera que, en lo económicamente fundamental, no hay tanta diferencia entre la gestión del PP en el Gobierno de España o de Manuela Carmena en el Ayuntamiento de Madrid, afirmación que hace matizando que "por supuesto" que hay prioridades distintas y formas distintas. "Las diferencias son sobre todo dialécticas. Yo creo que el Ayuntamiento de Madrid ha hecho una gran gestión. Pero, ¿la ha hecho por ser de izquierdas, de izquierdas desde un punto de vista clásico?", pregunta. Cree que el nuevo enfrentamiento entre bloques se dirime fundamentalmente en el campo de la imagen y las palabras, porque así es ahora el contexto. Pero no descarta para nada que, una vez se abran las urnas tras las próximas elecciones, haya una readaptación. En otras palabras: ve posible un pacto PSOE-Cs.

Narciso Michavila también lo ve posible. "He aprendido a no descartar ninguna alianza postelectoral", sonríe. Ahora bien, pide máxima atención para lo que ocurra en las que –parece ser– podrían ser las próximas elecciones: las andaluzas. Ahí ve verosímil que ni PP ni Cs quieran apoyar a Díaz y esto la aboque a un pacto con Adelante Andalucía, la confluencia que aúna a Podemos e IU. "La izquierda va a sumar una mayoría suficiente en escaños", apunta Michavila. Todas las encuestas así lo apuntan. También lo sumaron en 2015, pero Díaz acabó pactando con Ciudadanos. Si ahora las circunstancias llevaran a un pacto PSOE-Podemos-IU, precisamente allí donde la líder socialista ha sido más refractaria a acuerdos con los de Pablo Iglesias, se podría agudizar esa dinámica de bloques. "Va a ser muy importante en toda España lo que pase en Andalucía", coincide Pablo Simón. Hay más factores imprevisibles que pueden determinar la realidad: cambios de liderazgo –no se atisba ninguno–, casos de corrupción, un caída del Gobierno de Sánchez, un empeoramiento económico... Y está Cataluña, por supuesto, cuya crisis sigue al rojo vivo. Como siempre en política, la realidad se resiste a obedecer las órdenes de los partidos y los guiones que escriben sus líderes acaban llenos de tachones.

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