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Machismo y deporte

De Juanma Castaño a Iker Casillas: por qué el 'caso Rubiales' nos hará mejores

Manifestación feminista para pedir la destitución del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, este viernes ante la sede de la Federación en la localidad madrileña de Las Rozas.

Patricia Godino

Ese beso a Jenni Hermoso nos hará mejores. A estas alturas, toca darle las gracias a Luis Rubiales, suspendido en las últimas horas por la FIFA, por su impecable contribución a la causa feminista en una sociedad que, no sin esfuerzo, da zancadas a favor de una igualdad real con casos paradigmáticos que logran un consenso inusitado, sin necesidad de tecnicismos y de enconados debates parlamentarios.

Si un tipo te agarra la cabeza, se la acerca a la fuerza y te besa sin tu aprobación es violencia sexual. En eso consiste el consentimiento.

En la España de 2023 es inaceptable y además está penado.

Con todo, no hace falta que una conducta concreta sea constitutiva de delito para que sea reprobada y canalice el hartazgo y la indignación de la mayoría social hacia ejemplos concretos de desigualdad que lastran el avance de las mujeres en todos los ámbitos. 

Por eso, más allá del recorrido judicial que tenga el caso, desde ya el porcentaje de la sociedad que ha entendido este supuesto que, entre otros, recoge la ley de libertad sexual (polémica por la rebaja de las penas a los agresores y talón de Aquiles de este gobierno) gracias a este episodio es mayor hoy que el domingo pasado, cuando la selección española de fútbol femenino logró la gesta de conseguir su primera Copa del Mundo y su presidente consiguió otra: impulsar un curso exprés de feminismo para todos aquellos –y aquellas- reticentes a entender de qué va esto.

De paso también ha servido para que la prensa internacional explique al mundo que España, a pesar de ser un país pionero en leyes de igualdad, arrastra, como los reos su condena, el peso de un machismo estructural inoculado a hombres y mujeres desde niños que tiene en el ámbito del fútbol uno de los mayores graneros de patanes anclados en el siglo pasado. Por sus aplausos lo conoceréis.

Por su eco mediático un ejemplo de libro de ese curso exprés de feminismo bien aprovechado ha sido el de Juanma Castaño, presentador de El partidazo de la COPE, que desde el domingo ha experimentado lo que el profesor Octavio Salazar, autor de El hombre que no deberíamos ser: La revolución masculina que tantas mujeres llevan siglos esperando (Planeta, 2018), define cómo proceso de aprendizaje y desaprendizaje de la masculinidad tóxica.  

“El proceso de aprendizaje es el que nos lleva a adquirir habilidades y aptitudes que pareciera que hubieran estado vetadas durante siglos para los hombres; el proceso de desaprendizaje es aún más complicado y es el de reconocer y rechazar todos esos tics y actitudes que tienen que ver con esa masculinidad tóxica tan perniciosa: la ostentación de la virilidad, el sometimiento, el ejercicio de poder, de autoritarismo …”, reflexiona Salazar sobre lo que hay detrás de un caso con el que, dice, arrancará sus clases de Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba el próximo curso y estará presente en los seminarios que imparte por toda España.

No en vano, el caso tiene mucho de positivo y está sirviendo de punto de inflexión en la lucha por la igualdad para la sociedad española. Fijémonos en el caso concreto de Castaño, voz de referencia en las ondas para el periodismo deportivo: horas después de ese beso que está moviendo la estructura de la dirección del fútbol español, este periodista que ha crecido pegado al transistor cada noche con la voz de José María García en la España que consideraba la violencia machista un crimen pasional, preguntaba a Rubiales por la polémica con Jenni Hermoso.

“Es un pico de dos amigos celebrando algo, no hagamos caso a los tontos y a los idiotas. No hagamos caso y disfrutemos de lo bueno. Si hay tontos, que sigan con sus tonterías”, argumentó Rubiales para los micrófonos de la cadena de la Conferencia Episcopal.

La primera reacción de Castaño fue, entre risotadas y asentimientos automáticos, declararse totalmente a favor de la tesis del presidente y recordar una frase célebre, al parecer, de Carlos Herrera, estrella de la cadena: “Hay más tontos que ventanas”.

Fue la tesis de las primeras horas: que todo se quedaría en una anécdota, que el brillo de la copa eclipsaría un beso que, a la postre, ha sido la punta del iceberg de una serie de comportamientos que igual no tienen una sanción penal, opina Salazar, “pero sí deben tener una sanción social y consecuencias, como es el descrédito de este individuo que implique que no pueda seguir ostentando un cargo de representación y de dimensión pública”.

Ese mecanismo de reprobación, iniciado a los segundos de hacerse viral el beso y que ha explotado por completo con la delirante intervención ante la asamblea de la RFEF de este viernes de Rubiales, con un discurso atrabiliario que quedará para los anales del gañanismo patrio (Torrente no surgió de la nada), es el que ha servido para poner ante el espejo a muchos hombres que “hasta ahora habían naturalizado esa relación de poder que consiste en invadir el espacio físico de la mujer o legitimar la disposición de su cuerpo sin autorización, sin consentimiento, sin que medie una aprobación”, valora el profesor de Derecho Constitucional.

El beso, además de esa tocada de testículos en pleno palco presidencial que ya retrata un tipo de varón, es la evidencia, ante las cámaras del mundo, de ese machismo recalcitrante que se debe combatir con pedagogía desde todas las esferas: desde la política, los medios de comunicación y las empresas.

Así lo formuló el propio Castaño horas después de la celebración en el podio, levantada la polvareda y con el oído atento a lo que se estaba verbalizando en las redes y en los medios: “Desde ayer veo las cosas de otra forma y me alegro de verlas de otra forma; las veo después de que compañeros aquí en el programa hayan debatido, explicado y expuesto sus argumentos de por qué ese gesto fue más que un error sin importancia del presidente Rubiales”.

Como Castaño, el proceso de desaprendizaje, la relectura de las imágenes, el análisis de los hechos, incluída la invención por parte de la RFEF de unas declaraciones puestas en boca de la jugadora para minorar el golpe del juicio social, está siendo el tema de debate en todas las redacciones de los medios de comunicación estos días de todo el mundo. Pero también en salones familiares, en chiringuitos a pie de playa y en barras de bares.

Por eso en estas últimas horas está siendo tan importante el lema #Seacabó, impulsado por las jugadoras en las redes sociales –como equivalente al #Metoo que condenó una vida de abusos del productor Harvey Weinstein–y la unidad de las jugadoras de la Selección, que han anunciado que no volverán a una convocatoria oficial mientras siga Rubiales en el cargo, una decisión hecha pública junto a la firma de todas aquellas futbolistas que renunciaron, precisamente como respuesta a una estructura de abusos perpetrado durante décadas, a ser convocadas por el seleccionador oficial Jorge Vilda, cómplice con su aplauso del relato de Rubiales, y a su lado, igualmente entregado, Luis de la Fuente, seleccionador del equipo masculino, al que esta polémica interpela directamente. Rubiales les representa también a ellos. Este sábado De la Fuente, señalado en las redes sociales como cómplice de Rubiales, se apresuró a proclamar su "repulsa absoluta ante cualquier acto de violencia machista" y a condenar el discurso que había jaleado 24 horas antes.

Y por eso es tan importante la reacción de jugadores y figuras públicas del deporte español, muy, muy pocos todavía, como el bético Borja Iglesias que ha anunciado que no vestirá la camiseta de la selección mientras se mantenga en el cargo el actual presidente; o el exguardameta del Real Madrid y Campeón del Mundo Iker Casillas, experto en liarla en las redes por comentarios con tufo machista, que viralizó su escueto mensaje, "Vergüenza ajena", una vez Rubiales acabó su intervención. Y por eso es tan importante la reacción de clubes de fútbol como el Sevilla FC o el Espanyol, que han pedido abiertamente la dimisión del presidente de la RFEF, pocos, muy pocos todavía. O la aplaudida reacción en Twitter de Pau Gasol, uno de los pocos grandes del deporte que ha mostrado su apoyo inequívoco a Jenni Hermoso y sus compañeras.

Y por eso es tan importante la reacción de los patrocinadores que arropan con su marca la Real Federación que todavía a esta hora preside Rubiales, como Iberia, la primera de las grandes empresas que ha censurado “situaciones ofensivas, impropias de una sociedad desarrollada, moderna e igualitaria como la española” y ha exigido “medidas oportunas y pertinentes (…) para preservar los derechos y la dignidad de las y los deportistas”.

Y por eso es tan importante que se subraye que resulta de todo plano pornográfica la intervención de Rubiales, con la presencia de sus tres hijas en la asamblea, a las que ha alentado a no dejarse influenciar por “el falso feminismo” que representan, a su juicio, Yolanda Díaz, Irene Montero e Ione Belarra, que buscan su “asesinato social”. “La utilización de la mujer, en este caso sus hijas, para subrayar su tesis y su feminismo está sacado del manual del perfecto machista”, califica Salazar.

Y por eso es tan importante que el Gobierno arbitre todas las medidas que sean necesarias para inhabilitar a Rubiales y que todos los grupos parlamentarios representados en el Congreso secunden la decisión, porque esto no va de política partidaria sino de sentido común. Esto va de reparar, no de repetir.

Y por eso es tan importante que se explique, no importa cuantas veces sea necesario, que abogar por el feminismo no debe ser entendido como un ataque a los hombres a nivel individual sino el llamamiento a erradicar actitudes incardinadas socialmente que tantas veces hemos pasado por alto: los dos besos siempre cerca de la comisura de los labios, el cachetazo en el culo que surge, ay sin querer, entre los efluvios de la cena de Navidad, el baboseo que incomoda, las críticas de unos y otros por el permiso de maternidad o por el permiso de paternidad, las degradaciones profesionales por las jornadas reducidas, los techos de cristal siempre para ellas, las preguntas, siempre a ellas, de los responsables de recursos humanos sobre las intenciones de quedarse embarazadas, sobre si tienen pareja, sobre la ropa que visten, si es demasiado insinuante o si es demasiado pacata.

Esto va de dejar de responsabilizar siempre a las mujeres de la mirada machista de los demás.

Y por eso es tan importante que los niños y niñas, tantas veces influenciados por los discursos mesiánicos de streamers tóxicos, atiendan estos días al debate que seguro se está dando en muchos hogares, grupos de whatsapp y pandillas de amigos que están construyendo, en estos días de veraneo y primeras experiencias, la sociedad que vendrá mañana.

Por eso es tan importante, en este agosto que ya toca a su fin, esta reflexión colectiva que se está haciendo, que estamos haciendo entre todos, sobre la construcción cultural y política de una sociedad que ya ha dicho basta.

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Sólo por eso, gracias Luis.

Pero sobre todo, gracias Jenni. Se acabó.  

 

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