ENTREVISTA

Laura Camps de Agorreta: "La mentira del absentismo laboral es una estrategia de marketing de la patronal"

Retrato de la escritora Laura Camps de Agorreta.

A quien abra el libro No nos da la vida (Editorial Bruguera, 2025) le bastarán menos de veinte páginas para encajar aquello de "a las barricadas" como algo más que una consigna. La propia autora, Laura Camps de Agorreta (Barcelona, 1984), así lo propone: "Cuando se publique este libro, si todo va bien, España habrá aprobado las 37,5 horas de jornada laboral máxima por ley. Si no fuera el caso, suelta el libro y a las barricadas". [Nota de la redactora: no fue el caso].

El debate en torno a la reducción de la jornada se ha quedado en meros prolegómenos parlamentarios, los políticos profesionales continúan inmersos en una partida donde los intereses de la clase obrera no parecen ser prioritarios y todos los demás, los trabajadores y trabajadoras, observan inmóviles cómo su tiempo se consume en una silla de oficina. Es más o menos el paisaje que dibuja la escritora en su ensayo, una reflexión que interpela a la mayoría social y que lejos de caer en la desafección, es una oda a la vida –tomando el imperecedero testigo del comunista Paul Lafargue– y un recordatorio de por qué merece la pena tender la mano al de al lado para ser soberanos de nuestro tiempo.

No se ven muchas barricadas por la calle.

Yo tampoco veo mucha movilización en la calle. Al final está relacionado con el tiempo que no tenemos, que hace que no nos organicemos y que nos hace creer que no tenemos ese poder. Pero sí lo tenemos, simplemente no lo estamos ejerciendo. Confío ciegamente en que si saliéramos, las cosas cambiarían. Fíjate en Barcelona, cuando había un desahucio programado en Casa Orsola, ahí se volcó todo el mundo y se paró el desahucio. Está clarísimo que si salimos lo conseguimos. 

En muchas ocasiones el debate de la reducción de la jornada ha estado atravesado, también por parte de la izquierda, en cómo de beneficioso va a ser para las empresas, dejando en un segundo plano las necesidades de la clase trabajadora. ¿Está de acuerdo con este enfoque?

Es una estrategia de marketing y la entiendo. Yo soy publicista, entonces entiendo que para venderle el argumentario a ciertas personas se les tiene que contar que vamos a ser más productivas, porque es real: si estamos mejor, más a gusto, más descansadas, somos más productivas. Pero evidentemente el objetivo de trabajar menos horas, para mí como trabajadora, no es ser más productiva, es vivir mejor, ser más feliz y tener más tiempo.

¿Cree que los partidos están a la altura en este debate? ¿Qué opina de la posición de Junts?

En el Congreso se vota todo menos la reducción de la jornada laboral. Está claro que es una partida de otras cosas y quieren mostrar su fuerza. Lo último importante para ellos es la reducción de la jornada. Tanto Junts como el PP votan lo que les mandan sus amos, que son Foment del Treball y la CEOE. Ellos ya dijeron que esta reforma no saldría adelante, que ya se harían cargo de que así fuera. Rompieron la negociación con los actores sociales y con el Ministerio de Trabajo y ahora han llamado a sus aliados para decirles que voten en contra. Ya sabemos cómo funciona. Habría sido un gran avance para España como país, nos posicionaría en la vanguardia de los países europeos, pero no hay que olvidar que tendremos más oportunidades en la negociación colectiva. Es una lástima que el poder político no esté a la altura, pero la gente trabajadora y la sociedad está por delante. 

Usted va un paso más allá y apuesta por la jornada de 32 horas. Parece muy optimista.

Definitivamente abogo por las 32. Esta es una opción que a mí, a raíz de leer e informarme mucho, me ha parecido interesante, también porque ya se han hecho pruebas piloto y es una solución que claramente se ve que funciona. Pero eso no significa que sea la única solución. A mí si alguien me propone 25 horas, adelante.

Dice en el libro que “las mejores condiciones laborales se consiguen en común, no contra el resto”. Y, sin embargo, en muchos centros de trabajo se siguen negociando mejoras salariales a puerta cerrada e individualmente. ¿Cómo se cambia esta dinámica?

Este libro sobre todo habla del tiempo, porque el tiempo es una cuestión de clase. El tiempo es el elemento principal que nos estructura como sociedad. Hay una brecha enorme que vincula a la clase trabajadora con la pobreza de tiempo y a la clase dominante, que son una minoría, con el exceso de tiempo. Porque ¿quién tiene tiempo? Los ricos. ¿Y quién no tiene tiempo? El resto. El dinero es importante porque lo necesitamos para vivir en este sistema capitalista, pero lo cambiamos por tiempo. Entonces, ¿cómo cambiamos esa dinámica? Teniendo más tiempo. Porque si tenemos tiempo para organizarnos y para participar en espacios vecinales, en asociaciones de madres y padres de la escuela, en movimientos de vivienda, en partidos o en sindicatos, nos daremos cuenta de que la organización funciona. Antes he citado a Casa Orsola porque efectivamente organizarse y romper las dinámicas del individualismo funciona.

El tiempo es una cuestión de clase, el elemento principal que nos estructura como sociedad

Pero muchas veces el de al lado no quiere saber nada y otras tantas los que se organizan reciben represalias. Algunos sindicalistas incluso entran en la cárcel. ¿Cómo no caer en el desánimo?

Es relativamente fácil ser pesimista. Porque simplemente dedicarnos a señalar lo que está mal, lo que no funciona y todos los problemas que tenemos sin pensar en aportar soluciones, a mí me parece muy cómodo. Al final todo el mundo puede hacer esto, somos suficientemente listas para darnos cuenta de lo que no funciona. No caer en el desánimo es justamente dar un paso más allá y no ser el típico señor o contertulio que solamente señala los problemas. No caer en el desánimo es buscar soluciones en común, porque el desánimo también es una cosa muy individual. Si estás tú sola, en tu casa después de trabajar mil horas, estás aislada. Si estás con tus compañeras y compañeros, no.

Hay cierta romantización del pasado en lo que respecta a la lucha sindical y la lucha en las calles. ¿Esa nostalgia moviliza o paraliza?

Depende de cómo se use. Muchas personas lo utilizan para decir que antes los sindicatos lo hicieron bien y ahora no sirven para nada. O para decir que ya está todo conseguido y que no hace falta luchar más. Yo soy una entusiasta, entonces a mí sí me parece que puede ser utilizado como algo motivador y movilizador. Las luchas sindicales y todas las luchas: las vecinales, la feminista y todas las luchas del pasado. Podemos aprender de ello porque han conseguido cosas, porque la gente lo hacía en grupo, convencida, con ganas, con ilusión. Más que nostalgia, es memoria.

Hablaba antes del valor del tiempo. ¿Cree que hay una brecha generacional? ¿Que la gente joven valora mucho más su tiempo y no está dispuesta a venderlo a cualquier precio?

Está relacionado con la precarización de nuestras condiciones de vida. Es decir, hay una brecha generacional porque el tiempo es una cuestión de clase y la clase trabajadora lo intercambia por dinero. Cuando mis abuelos lo intercambiaban por dinero y eso les servía para prosperar, perder ese tiempo les parecía razonable. A medida que han ido pasando los años, estamos llegando a que la generación zeta, por mucho que intercambie su tiempo por dinero, no puede pagar el alquiler, no puede emanciparse, no puede salir de casa de sus padres. Entonces ya no le sale a cuenta. Porque el dinero que tú me das por mi tiempo es insuficiente, entonces ¿para qué te voy a dar mi tiempo? Lo que nos dan a cambio es tan insuficiente que eso está generando que empecemos a valorar más el tiempo. La generación zeta es quien lo capitanea porque ellos ya nunca creyeron en el ascensor social. A las millenials nos lo contaron desde pequeñas y nos lo creímos. Además la generación zeta todavía no tiene cargas familiares y eso les da una libertad de toma de decisiones revolucionaria, así que capitalizan ese cambio de mentalidad. 

Habla de su experiencia en política institucional y dice que la militancia es la versión política de la cultura del esfuerzo. ¿Tiene sentido predicar sobre reducción de la jornada y a la vez perpetuar esas dinámicas?

En la política institucional se reproducen los mismos patrones de trabajo excesivo que en cualquier partido, sea de derechas o de izquierdas. Pero es verdad que para la izquierda la holgazanería siempre ha estado relacionada con las clases dominantes, entonces el trabajo es la fuerza de la clase obrera. Tiene sentido, pero es verdad que se terminan reproduciendo estos patrones. Entonces, ¿qué hay que hacer? Cambiarlo también estructuralmente desde dentro, al menos desde los partidos de izquierdas en política institucional. Es verdad que el ritmo de la política institucional, el ritmo que exige el sistema tal y como está hecho, es una locura. Estamos hablando de que los diputados y las diputadas ni siquiera tienen bajas. Está todo muy mal construido y eso conlleva que reproduzcamos patrones nocivos para las trabajadoras.

Ha hablado de la holgazanería y en el libro habla también de odio de clase. Son dos cuestiones muy demonizadas, hay quien diría que los trabajadores somos unos vagos y estamos todo el rato enfadados, que sólo buscamos confrontar.

Claro, estamos cabreados y es culpa nuestra, porque si somos trabajadores y estamos cobrando poco es porque no nos hemos esforzado lo suficiente. Es todo una gran estrategia de marketing para hacernos creer esto. Yo creo que un trabajador que quiere disfrutar de su tiempo es una persona muy sana y cuerda. Y por otro lado, respecto al odio de clase: la clase trabajadora somos la gran mayoría y los ricos son una ultraminoría. ¿Cómo puede ser que tengan más del 50% de la riqueza mundial? El odio de clase es necesario y es la solución. No significa que vayamos a matar a nadie, significa que hay que repartir la riqueza correctamente para que todo el mundo pueda vivir dignamente y disfrutar de su tiempo.

El odio de clase es necesario y es la solución

Plantea también la paradoja de la desconexión digital: tenemos derecho a desconectar, pero estamos hiperconectados. ¿Cómo se libra esa batalla?

Estamos bastante vendidas. Según las dinámicas que se construyen en el ambiente laboral, tendemos todos a hacer lo mismo, pero esto se puede romper. El primer paso es no mandarnos mensajes entre nosotros fuera de horario. Y lo segundo es, evidentemente, que no lo hagan las personas que ejercen poder sobre nosotras. Es una lucha muy difícil y en esto sí que tengo que decir que es realmente muy sindical. Hay que lucharlo en el centro de trabajo, en el sindicato, y se tienen que comprometer las personas que mandan a hacer un buen uso de la tecnología. Mi jefe, por ejemplo, me programa los mensajes para que me lleguen dentro de mi horario de trabajo. Eso es una buena praxis y en realidad es muy fácil.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que el 50% de las bajas laborales en 2030 estarán relacionadas con la salud mental.

Yo creo que ya lo están, lo que pasa es que muchas están encubiertas, o directamente no se piden, pero ya estamos ahí realmente. España es el tercer consumidor de ansiolíticos a nivel europeo. Creo que con esto ya sabemos que una parte importante de las bajas son por salud mental. 

Lo que pasa es que luego se utiliza para hablar de absentismo laboral.

Eso también es una estrategia de marketing de la patronal. Utiliza el concepto inventado de absentismo laboral, que es mentira, porque nadie mira los datos, toda la gente mira el titular.

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Esta mentira la usa la patronal para desviar la atención y no hablar del tema real, que es la prevención de riesgos laborales, donde no quiere invertir nunca dinero, por lo que la siniestralidad laboral y la mortalidad son tan altas en España. Hay trabajos que claramente tienen una carga física importante y que son peligrosos, pero también emocionalmente. Y ahí es donde nadie quiere mirar. No quieren investigar cómo están sus trabajadores porque parece que si tus trabajadores y trabajadoras están mal, es que tú lo estás haciendo mal. Entonces no quiero saberlo y me invento el absentismo laboral. Bueno, pues otra mentira más.

Precisamente el año 2024 cerró con 796 trabajadores fallecidos en accidentes laborales, un 10,4% más que en 2023. ¿Cómo se explica que no esté abriendo portadas, ni haya minutos de silencio, ni se convoquen movilizaciones constantes por esto?

Supongo que a la patronal no le interesa que ocupe portadas porque ellos son los que pagan la publicidad de los medios de comunicación, le interesa más colocar el absentismo laboral. Además nos hemos creído que no es tan importante la prevención de riesgos. Al final nosotros estamos en la parte débil, en la parte precaria y no nos da la vida para salir a organizarnos. 

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