Valladolid

Óscar Puente, de ‘Fachadolid’ a una ciudad “de izquierda”

El socialista Óscar Puente, el nuevo alcalde de Valladolid.

"Yo no soy etiquetable. Ni fácil de definir". Palabra de Óscar Puente. El nuevo alcalde de Valladolid. El hombre que pone fin a 20 años de mandato de Javier León de la Riva

Aunque eso es una verdad a medias. Porque el relevo en el Ayuntamiento de la capital de Castilla y León se produce, por descontado, por el resultado de las urnas, pero también por la condena al regidor saliente. 13 meses de inhabilitación por desobediencia judicial. El propio León de la Riva delegó su puesto de primer edil en funciones el pasado 5 de junio y ya no presidió el pleno de despedida de la Corporación salida de las urnas en 2011 por primera vez en 20 años. 

20 años. Cinco mayorías absolutas encadenadas. 2o años regados con exabruptos, insultos, declaraciones machistas. Ese controvertido historial explica, en parte, que Valladolid fuera de las primeras ciudades españoles en cerrar un acuerdo de investidura, pocas horas después del 24-M. Un pacto a tres bandas entre la segunda fuerza, el PSOE de Óscar Puente (8 concejales), y las dos siguientes, Valladolid Toma la Palabra –coalición de IU y Equo, con 4 escaños– y Sí Se Puede Valladolid –la lista impulsada por Podemos, con 2 ediles–. 

"Hay gente que nos dice incluso que hemos ido despacio –bromea Puente en conversación con infoLibre–. La negociación ha sido sencilla. El camino se ha ido andando, se ha ido fraguando una relación. Además, León de la Riva ya se ha ido. Nos unen más cosas que el querer echarle. El PP ha dejado en la estacada a la gente. Se ha preocupado más de las aceras y los bordillos, y no de las necesidades de la gente". 

"Abandono de la ciudadanía"

Óscar Puente (Valladolid, 1968), abogado, militante socialista desde 1990 (y actor), se confiesa tranquilo horas antes de la investidura y de la constitución del nuevo pleno. Ya amarró la entrada en el Gobierno de Valladolid Toma la Palabra, e incluso ha cerrado que entre en la Junta de Gobierno, aunque sin área, Sí Se Puede, de forma que tenga voz y voto y conozca de primera mano las tripas del Ayuntamiento. Algo que choca con la cultura de Podemos, cuya cúpula rechaza entrar en Ejecutivos no dirigidos por un miembro de la formación morada. Claro que la candidatura municipalista es otra cosa. Incluso adelantó su apoyo a Puente "en la noche electoral". 

El nuevo regidor tiene sus prioridades definidas: abrir los comedores escolares este verano, facilitar ayudas para libros de texto, aumentar el gasto social para "volver los ojos a la ciudadanía", promover la creación de puestos de trabajo incentivando las contrataciones... "Empleo y políticas sociales" es su santo y seña, dice, convencido de que un Ayuntamiento tiene en sus manos más capacidad de acción de lo que pueda pensarse. Y más con un presupuesto de unos 290 millones de euros al año. Además, comienza el mandato "sin una deuda importante con proveedores". 

Se niega a que se relacione Valladolid con la etiqueta popular de Fachadolid. Defiende que la capital de Castilla y León es "de centro izquierda". Lo que ocurría es que hasta ahora había "satisfacción" con la gestión de León de la Riva. Con la "parte estética". Con eso que reduce al arreglo de aceras y bordillos. Pero su "debacle" –la pérdida de 25.400 votos y la mayoría absoluta– vino por el "abandono de la ciudadanía", porque el modelo del PP "no ha cambiado". 

"No soy de los que se callan"

Hace dos semanas, Puente saltó a la palestra nacional no sólo por haber forjado su pacto de izquierdas en tiempo récord. También porque se atrevió a discrepar de Susana Díaz en un PSOE acostumbrado a mirar al sur y no cuestionar públicamente las palabras y hechos de la baronesa andaluza. "Ella sabrá lo que tiene que hacer en su territorio y, desde luego, le pediría que dejara que los demás hagamos nuestro trabajo", le soltó, justo cuando la presidenta de la Junta había pedido "prudencia" al partido a la hora de entablar pactos. Aquellas declaraciones, que le rebatió Díaz vía telefónica, presumían más titulares en el futuro. "Yo soy sosegado y con sentido común –apunta–. Pero no soy de los que se callan. Lo del otro día no es más que la reivindicación de que en cada territorio hay peculiaridades distintas. Yo no voy a criticar el pacto de Susana con Ciudadanos, lo que reclamo es que cada uno podamos hacer lo nuestro".

No es él, señala, una "persona de miedos", a la que asuste pactar con Podemos, la fuerza que compite con el PSOE en el campo de la izquierda. Las relaciones entre los dos partidos están siendo desiguales. Bien en Castilla-La Mancha o Extremadura, pero mucho más tensas en Andalucía o Asturias. "Yo tengo confianza en mí mismo y en mi equipo. Y en Valladolid la gente de Podemos es muy razonable. Han sido muy nobles desde el principio. No tengo miedo, al revés. Hay que adaptarse a estos nuevos escenarios, y el que no lo haga, al final vera cómo la realidad le pasa por encima". Y, con tono de autocrítica, recuerda, ahora que se dice que no todos los Podemos son homogéneos en distintos puntos de España. Que "el PSOE tampoco es igual en todos lados".

Se dice republicano "desde el punto de vista teórico", pero no cuestiona la monarquía, se define como "bastante de izquierdas" aunque algunos le sitúen en la derecha del partido, es partidario de la separación Iglesia-Estado, pero pide no obviar "determinados hechos religiosos" arraigados. Apoyó a Pedro Sánchez desde el primer minuto, desde la caída de Alfredo Pérez Rubalcaba por el tsunami de las europeas. Le llamó al día siguiente de la debacle y le animó a presentarse. Ganó. Presume de tener "buen ojo": apoyó a José Luis Rodríguez Zapatero en el 35º Congreso (en 2000), a Rubalcaba en 2012, a Sánchez en 2014 y a Luis Tudanca como líder en Castilla y León en 2014. Y ahora no tiene dudas: quiere a Sánchez. Es "su momento", "como el de Susana en Andalucía". 

Cualquiera le diría que puede ser un verso suelto del PSOE. "Pues no sé si lo seré. Todos somos versos sueltos. Cada uno tiene su forma de ser. Soy del partido, pero también soy crítico, y si tengo que decir algo del partido lo diré. No soy rehén de la política. Yo llegué a la política por pasión".

Política y teatro

Vuelvan atrás unos párrafos. Puente es abogado, político... Y actor. Estuvo 11 años subido a las tablas. En escenarios de toda España. Y se despidió hace 15, y a lo grande, con la representación del monólogo Egmont de Goethe, con música de Beethoven interpretada por la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Ese intenso training teatral, en cierta manera, le ha servido para sus otras dos profesiones. Porque "te ayuda a expresarte y dominar la tensión, además del bagaje cultural que te proporciona, te enriquece".

Pero ojo, advierte, que la política "no es actuar". No es ese teatro que algunos ven: "Algunos hacen farsa, pero a mí nunca me gustó. Otros preferimos el teatro naturalista". Como el de Locos de amor, de Sam Shepard, su obra favorita y por la que siente especial "cariño", ya que la protagonizó en cuarto año de Arte Dramático.

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Precisamente la cultura y el teatro serán pilares fundamentales de su proyecto para Valladolid, asegura. Se encargará del área su compañera Ana Redondo, con la intención de potenciar, sobre todo, a los creadores locales. Pero promete estar muy encima.

Puente se sabe centro de muchas miradas, del impacto de que una ciudad como Valladolid (306.000 habitantes) pase a manos del PSOE después de 20 años de hegemonía absoluta de León de la Riva. "Soy consciente de que me he convertido en un símbolo. Aunque me ayuda mucho que soy el que acabé con Liberty Valance. Todo suma. También que el pacto se cerrara rápido y bien".

Al nuevo primer edil le gusta jugar al golf y también al baloncesto con sus hijas pequeñas, y ver Fórmula 1 en la tele. Tiene cuatro libros pendientes en la mesilla. La esencia secreta de las cosas, del exconcejal del PP Arturo Rodríguez-Monsalve, sobre la corrupción; Yo León, yo Nerón, del periodista Fernando Valiño, una biografía no autorizada del exalcalde conservador; Los enamoramientos, la novela de Javier Marías, y un ensayo que le llegó al final de la campaña Escalera a la Alcaldía, de Miguel Llopis. Totalmente premonitorio. Ya ha llegado a la cima. 

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