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2D | Elecciones en Andalucía

La paradoja de la hegemonía declinante: Díaz apunta a una victoria holgada desde el suelo electoral del PSOE

Susana Díaz junto al los expresidentes de la Junta José Antonio Griñán (i) y Manuel Chaves (d) y el exvicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra (2i), en el XIII Congreso del PSOE Andaluz, en 2017.

La palabra "hegemonía" se usa con cierta soltura en la política andaluza. El PSOE es hegemónico, en efecto, en la medida en que jamás ha abandonado el Palacio de San Telmo, sede de la Presidencia autonómica. Pero la suya es una hegemonía estrecha, menguante, asediada, que ha sobrevivido como tal aferrada a los más variados resortes, gracias en ocasiones más a la habilidad táctica que al pleno dominio electoral. El PP ha gobernado todas las capitales de provincia. De las 15 ciudades más pobladas, sólo se le ha resistido Dos Hermanas (Sevilla), del intocable Francisco Toscano. El PP ha presidido todas las diputaciones salvo dos, Sevilla y Jaén. Y ha sido el partido más votado en Andalucía una vez en las autonómicas, 2012, cuando se quedó a cinco escaños de la mayoría absoluta, dos en las generales y una en las municipales. El PSOE es el partido dominante en la política andaluza, pero ya no es El Partido, sino un partido más. El principal, pero uno más. Eso sí, no conviene apostar a que vaya a perder el poder en las elecciones del domingo. Todas las encuestas apuntan a una holgada victoria... desde su suelo electoral.

¿Un triunfo claro desde un resultado históricamente bajo? Es perfectamente posible. A priori es una paradoja. Pero es que ese término, paradoja, define a la perfección la relación del PSOE con el poder en Andalucía. Se observa en el CIS. En su encuesta electoral, un 62,7% considera la situación económica como "mala" o "muy mala". Un 48,1% cree que dentro de un año seguirá igual y un 30,3% que empeorará. En cuanto a la situación política, un 58,9% la ve "mala" o "muy mala". Algo más de un 50% cree que seguirá igual en un año, y un 35% que irá a peor. La gestión del PSOE no despierta entusiasmo: el 39,8% la considera regular, el 27,9% mala y el 15,2% muy mala. Susana Díaz tampoco escapa indemne como gestora: 33,6% regular, 25,2% mala y 18,5% muy mala. Con estos datos, no resulta sorprendente que un 58,4% afirme que le gustaría que gobernase "un partido distinto", un dato al que apela Juan Manuel Moreno, candidato del PP, para pedir que el voto del "cambio" se aglutine en torno a sus siglas.

El problema de Moreno es que el voto no socialista no le pertenece en exclusiva. Según las encuestas, está disperso entre el PP, Cs y Adelante Andalucía (Podemos, IU, Izquierda Andalucista y Primavera Andaluza). Esto aleja cualquier hipótesis de una victoria que no sea del PSOE. Susana Díaz no pide el voto para ganar, cosa que se da por hecha, sino para ganar "bien" y evitar el "bloqueo". Es la que tiene más fácil el mensaje sobre qué hacer el día siguiente a las elecciones: quiere una victoria amplia para evitar una repetición electoral. No pide alianzas, sólo que la dejen gobernar "si no hay alternativa". En cambio, Moreno (PP) y Juan Marín (Cs) tienen que andar dando explicaciones sobre Vox y Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía) haciendo malabarismos para marcar distancias con el PSOE pero dejando claro que jamás gobernará la derecha gracias a su coalición. Los marcos discursivos casi siempre favorecen al PSOE en Andalucía.

Extendido descontento con el PSOE y falta de alternativa a la vista. El resultado de esta combinación también está en el CIS. En dos preguntas: 1) "¿Qué partido o coalición le gustaría a Ud. que ganara las elecciones al Parlamento de Andalucía?". La respuesta de un 27,3% es el PSOE. 2) "Y, ¿cuál cree que va a ganar?". El 65,1% cree que ganará el PSOE. La encuesta deja claro que cuando el resto de candidatos afirman que van a "ganar" hablan prácticamente solos. Pocos se lo creen. Un 8,5% cree que ganará el PP. Un 1,9%, que lo hará Cs. Un 1,4%, que será Adelante Andalucía. La oposición no ha conseguido generar una expectativa verosímil de victoria. Los socialistas proyectan una abrumadora impresión de partido ganador. La opción más creíble para apartar al PSOE es que PP, Cs y, si obtiene representación, Vox sumaran los 55 diputados de la mayoría absoluta, pero ninguna encuesta apunta a este escenario.

  CURVA DESCENDENTE

Si los pronósticos son acertados, el PSOE se encamina a los 40 años en el poder, que cumpliría en 2022. Ante la contundencia del dato, resulta contrario a la primera intuición afirmar lo siguiente: el PSOE es en Andalucía un partido a la baja. Claramente a la baja. Lo cual no desmiente su brillante currículo electoral. Los socialistas han ganado, entre 1982 y 2015, nueve de las diez autonómicas. Sólo perdieron en 2012, cuando se mantuvieron en la presidencia con un pacto entre José Antonio Griñán (PSOE) y Diego Valderas (IU) que frenó a Javier Arenas (PP). Los cinco presidentes han sido socialistas: Rafael Escuredo (1982-1984), José Rodríguez de la Borbolla (1984-1990), Manuel Chaves (1990-2009), Griñán (2009-2013) y Díaz (2013-actualidad). De las nueve elecciones, cinco las han ganado por mayoría absoluta: 1982, 1986, 1990, 2004 y 2008.

Hasta aquí los números victoriosos. Y, sin embargo, la curva es descendente. El PSOE obtuvo su mejor porcentaje de voto en 1982, con el 52,5%. Y vivió un segundo apogeo en 2004, cuando las autonómicas coincidieron con la primera victoria de José Luis Rodríguez Zapatero. Ahí alcanzó un 50,4% y su techo en votantes brutos: 2.260.545 papeletas. Desde entonces hasta ahora el partido está en caída en su gran feudo electoral. En 2008 aguantó: 2.178.296 votos, el 48,4%, mayoría absoluta. Pero las dos siguientes elecciones el PSOE ha perdido votos a raudales.

En 2012 obtuvo el 39,6%, algo más de 1,5 millones. En 2015, ya con Díaz como candidata, el 35,41%: 1.411.278. Desde el techo de 2004, ha perdido 849.267 votos, el 37,56%. Desde 2008, ha restado 767.018 votos. El PSOE se dejó el 35,21% de su electorado autonómico en siete años. Perder más de un tercio del voto en menos de una década no es la imagen que uno tiene de un partido invencible. O hegemónico. Y, sin embargo, ahí sigue el PSOE andaluz, beneficiado por la ausencia de una alternativa aglutinante, así como por la persistencia de un suelo que sigue siendo –pese a su bajada– bastante elevado. Con eso le sobra para haber pasado del bipartidismo al tetrapartidismo aumentando su ventaja sobre el segundo.

  Simpatía y confianza

Está por ver qué dicen las urnas el domingo. El CIS y todos los sondeos privados auguran que el PSOE aguanta el tipo y que no hay mayoría alternativa a la vista, toda vez que Adelante Andalucía descarta facilitar por acción u omisión un gobierno de "las derechas". Los socialistas obtendrían, según la encuesta, un 37,41% de los votos, 2 puntos por encima de las últimas elecciones, lo cual le daría entre 45 y 47 escaños. Desde su suelo autonómico, el PSOE resiste. Beneficiado por la división de la derecha, mantiene al segundo en estimación de voto, Adelante Andalucía, a gran distancia: 18,07 puntos. 

La estimación del voto del CIS se apoya en un conjunto de variables que, camino de las cuatro décadas de autonomía, continúan sonriendo al partido del puño y la rosa. Porque, junto a los datos que revelan un desgaste, hay otros que afloran una preferencia por el PSOE. El más obvio es la intención de voto. Un 26,8% se decanta por los socialistas, más de 12 puntos por delante del segundo, Ciudadanos. También es el que concita mayor simpatía para un porcentaje más amplio de votantes, el 16,3%. El segundo es Ciudadanos, 5,3%. El PSOE inspira confianza al 23,6%. El segundo es otra vez Cs, con un 11%. El PP sólo inspira confianza a un 9,8%, Podemos a un 6,2% e IU a un 3,4%. "¿Cuál es el partido que mejor representa las ideas de la gente como Ud.", pregunta el CIS. Un 25,6% responde que el PSOE, más de 15 puntos por delante del segundo, Ciudadanos. "¿Cuál le inspira más confianza?". De nuevo gana el PSOE, con un 23,6%, 13,6 puntos por delante del partido naranja.

Las respuestas a la pregunta "¿quién preferiría usted que presidiese la Junta tras las próximas elecciones?" también dan una clave de las buenas perspectivas de ese mismo PSOE que puede ir hacia abajo, pero nunca se cae. El 25,8% de los encuestados quieren que la presidenta sea Susana Díaz; el 9,8%, Teresa Rodríguez; el 9%, Juan Manuel Moreno; el 7,8%, Juan Marín. Es una de las claves del éxito histórico del PSOE: la ausencia de candidatos de la oposición que lograran remontar las dificultades objetivas para situarse por encima de sus marcas y rivalizar tú a tú con el aspirante socialista. El que más lejos llegó fue Arenas, pero se quedó a las puertas de la Presidencia.

  Las razones del poderío

Un dato que refuerza la idea de que ha habido un problema de falta de oferta de la oposición es que el PSOE ha cedido el poder no sólo en los principales ayuntamientos de Andalucía, sino que también ha perdido en elecciones generales y municipales. En 2011 (mayoría absoluta de Mariano Rajoy) y 2016 (mayoría simple) el PP fue el más votado en las generales en Andalucía. El partido tradicional de la derecha también fue el más votado en Andalucía en las municipales de 2011, las únicas en las que el PSOE no ha sido el que más papeletas ha cosechado (a excepción de las de 1979, cuando fue UDC).

Así que la última vez que los andaluces fueron convocados a las urnas, en las generales de 2016, el PP fue el partido con más apoyos. En cambio, ahora las encuestas le dan una clara victoria a Díaz. ¿Por qué el PSOE mantiene esa posición dominante en la política autonómica? Son muchos factores. Suele aludirse a la falta de alternativa o de líderes con tirón. A la fuerte implantación territorial del PSOE, sobre todo en el ámbito rural a través de las casas del pueblo. "El PSOE ha obtenido un sesgo diferencial en torno a los núcleos rurales y cierto tipo de ciudades medias, principalmente en el interior andaluz, que han constituido un sólido suelo electoral hasta el momento", señala el catedrático de Ciencia Política Juan Montabes en su estudio Análisis del comportamiento electoral de los andaluces en el medio rural y urbano. Gracias a ello el PSOE está invicto en más de 400 de los 772 municipios de Andalucía.

  El estigma del PP

A su ello se suma el eficaz funcionamiento del partido. El PSOE-A es reconocido, incluso por sus opositores, como un partido profesionalizado y bien coordinado, que no da puntada sin hilo, trabaja sobre datos y cuida sus mensajes. Es además una maquinaria engrasada por el poder institucional, que a su vez amplía su influencia social. Inciden también otros factores, como la memoria histórica. La represión fue atroz en Andalucía, región postergada durante el franquismo. La imagen del señorito rentista de la derecha sigue clavada en el imaginario colectivo de muchos pueblos. Las declaraciones de dirigentes del PP que dan pie a reacciones indignadas del resto de partidos –la última, la de los "niños andaluces" de Isabel García Tejerina– tampoco ayudan al prestigio de la marca de la gaviota. "En Andalucía el PP nunca desaprovecha una oportunidad de desaprovechar una oportunidad", señala el politólogo Pablo Simón.

"Para mucha gente el PP sigue estigmatizado. Es un partido que no ha acertado con los candidatos. Mantiene una imagen de partido muy marcado, asociado a ciertas clases y tipos sociales", señala el catedrático de Sociología de la Universidad Pablo de Olavide Xavier Coller. "El PSOE es muy fuerte en las ciudades intermedias. Es un partido que se moviliza muchísimo en los procesos electorales, con gente peleando el voto puerta a puerta. Eso tiene sus réditos", señala. Coller opina que el PSOE "no es hegemónico", aunque sí mantiene "un suelo electoral muy alto" y una "mala salud de hierro", sorprendente sobre todo tras una crisis que se ha llevado por delante instituciones que se creían sagradas. "No olvidemos el factor ideológico. Hay una afinidad a la izquierda, pero a la vez una reticencia a Podemos. Y no ignoremos que hay también un voto de rendimiento político. La autonomía ha experimentado unas transformaciones que la gente ve", señala Coller. Es lo que el sociólogo Manuel Pérez Yruela ha llamado "la paradoja de la satisfacción", una cierta sensación de agrado por lo logrado que puede bloquear nuevos avances. Y más paradójico aún: precisamente la dificultad para cerrar la falla de la desigualdad provoca que se mantenga una dicotomía izquierda-derecha que favorece al PSOE.

  Divergencia Vs. salto

Aquí se abre una falla entre el PSOE y los partidos de oposición. Estos diagnostican un fracaso de la autonomía por la falta de convergencia en los principales indicadores socioeconómicos, especialmente el paro. Los socialistas destacan el gran salto vivido. A efectos electorales, parece que pesa más este factor. El sevillano Felipe González sigue siendo una figura política con tirón. El PSOE logró, a raíz de las manifestaciones de diciembre de 1977 y el referéndum de 1980, convertirse en el partido central del autonomismo y la reivindicación de la igualdad de Andalucía con las comunidades con mayores competencias. Eso pesa.

Al preguntar el CIS qué formación es la que "mejor defiende los intereses de Andalucía", para un 24,5%, es el PSOE. El resultado es deprimente para el resto de partidos. Un 8,1% dice que el PP, un 6,5% que Cs, un 5,4% que Podemos y un 3% que IU. Los casos de corrupción, singularmente el de los ERE, que protagonizó la campaña electoral de 2012, fue importante en la de 2015 y algo menos en esta, tampoco han desgastado al PSOE hasta el punto de descabalgarlo.

  Discurso eficaz

Además de los factores estructurales, hay otros más tácticos que también explican el sostenimiento en el poder del PSOE. Los socialistas no han dominado la política andaluza de forma homogénea. Sí al principio, con tres mayorías absolutas consecutivas: 1982, 1986, 1990. Luego las cosas se complicaron. En 1994, en plena descomposición del felipismo, tocó suelo en número de votos, algo menos de 1,4 millones, y perdió la mayoría absoluta en Andalucía. De ahí logró salir imponiendo un discurso contra "la pinza" PP-IU, término que aún continúa Díaz usando en cuanto hay una coincidencia a su derecha y su izquierda. La denuncia de la pinza, el autonomismo arrebatado, el recurso a la indignación –con un punto victimista, a decir de la oposición– ante los ataques de la derecha...

El repertorio del PSOE es conocido, pero no por ello menos eficaz. Su vocación claramente mayoritaria, de ocupar una posición central y no ser sólo líder en la izquierda, desdibuja aristas ideológicas, simplifica los mensajes y aleja al PSOE andaluz de los debates de ideas en temas en los que el pensamiento conservador tiene ganada la batalla de la opinión pública. En el PSOE y el Gobierno andaluz dieron por perdida la batalla del impuesto de sucesiones y cedieron ante Ciudadanos no porque no pudieran ganarla en el Parlamento –con el apoyo de Podemos e IU–, sino ante el convencimiento de que la habían perdido ante la opinión pública, según admitió un integrante del Ejecutivo autonómico.

  Socios y enemigos

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Los socialistas han logrado mantener siempre el poder gracias a la incapacidad de otros de formar alternativas por su incompatibilidad. Con Aznar en la Moncloa y el PSOE debilitado, aquí Chaves se mantuvo en la Presidencia gracias a gobiernos de coalición con el Partido Andalucista (1996-2004). El problema para el PA es que se fue debilitando entre 2004 y 2008 hasta quedarse fuera del Parlamento... siendo un gran beneficiario el PSOE, que al calor del efecto Zapatero logró dos mayorías absolutas. Vale la pena detenerse en 2008. Fue una extraña mayoría absoluta. El PP consiguió su mejor resultado histórico en número de votos, más de 1,7 millones. Y a pesar de todo el PSOE llegó a los 56 diputados, gracias a unos buenos resultados propios, pero también por la desaparición del que había sido su muleta y por una concentración del voto útil para "frenar a la derecha", expresiones repetida elección tras elección. Díaz intenta en la recta final de la campaña hacer una llamada al voto útil. De ahí que haya sacado a colación en un debate electoral a Vox, alertando de una posible coalición del partido de extrema derecha con PP y Cs.

Sobrevivir al ocaso de González y al apogeo de Aznar fue más sencillo que salir con el poder entre las manos de la crisis y la caída de Zapatero. Pero en 2012 –tras la decisión de Griñán de evitar la coincidencia electoral con las generales– el PSOE salvó los muebles tras un pacto electoral con IU. Díaz interrumpió la legislatura en 2015 e IU pasó de 12 a 5 diputados. Antecedentes como los del PA e IU desaconsejan ahora a Adelante Andalucía pactos que vinculen en exceso su nombre al PSOE. También Cs dice que no volverá a pactar con Díaz, tras tres años de acuerdo parlamentario que, en contra de lo ocurrido con andalucistas e IU, no impiden que el partido naranja dibuje una clara línea ascendente en las encuestas.

Al contrario de lo ocurrido en otras comunidades autónomas, como Extremadura o el País Vasco, en Andalucía no se han producido coaliciones contra natura para desalojar al partido dominante (PSOE y PNV, respectivamente). Los socialistas siempre han encontrado socios. Ellos mismos, a escala provincial, han pactado en el pasado con partidos de derecha como el PAL, una escisión del PP, para gobernar la Diputación de Almería. El PSOE resiste en su Baviera del sur, pero retrocede. Es suficiente mientras una alternativa no sume 55 diputados, hasta hoy frontera exclusiva de los socialistas blanquiverdes.

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