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El futuro de Cataluña

El reino de taifas del espacio posconvergente catalán busca el modo de reencontrarse en una candidatura unitaria

El presidente de la Generalitat Carles Puigdemont (d) y el expresidente Artur Mas tras el pleno en el Parlament

Cuatro años después de que Convergència Democrática de Catalunya (CDC), el partido que durante décadas dominó el ala moderada del nacionalismo catalán, perdiera su identidad como consecuencia de los casos de corrupción que protagonizaron sus dirigentes y de la efervescencia soberanista que siguió a la sentencia del Constitucional que anuló parcialmente el Estatut, el espacio político que ocupaba es un hervidero de siglas, alianzas, plataformas y lealtades cruzadas en busca de un guion —y de un líder— en torno al cual reinventar una oferta política unitaria de cara a las elecciones anticipadas que el president Quim Torra ha anunciado pero para las que todavía no hay fecha.

El PDeCAT, las siglas en las que se metamorfoseó CDC, nunca tuvo la oportunidad de consolidarse por sus propios medios. La creación de Junts pel Sí, la alianza con Esquerra y representantes destacados de las organizaciones sociales independentistas que pilotó el rumbo del soberanismo desde 2015 hasta la declaración de independencia de 2017, desembocó en el imprevisto liderazgo de Carles Puigdemont, huido a Bélgica, y en la necesidad de repetir la experiencia —ya sin los republicanos— en las elecciones autonómicas que convocó Mariano Rajoy en aplicación del artículo 155. La fórmula de urgencia se diseñó en gran parte a medida de Puigdemont, fue bautizada como Junts per Catalunya (JxCat) y unió de nuevo al PDeCAT, cada vez más diluido, y a un influyente grupo de afines al expresident de los que Quim Torre es uno de sus principales exponentes.

Durante todo el año 2018, Puigdemont trató de poner en pie su estrategia de construcción de una formación política independentista hegemónica siguiendo el modelo del Partido Nacionalista Escocés que obligase a ERC —y a la CUP— a someterse a su liderazgo. No lo logró, pero por el camino fue capaz de desplazar a los dirigentes del PDeCAT más incómodos con la estrategia unilateral y puso en marcha su propia plataforma política, la Crida Nacional per la República (CNR), al frente de la cuál situó a uno de los presos del procés, el expresidente de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Sànchez.

En paralelo, durante estos años se han ido quedando descolgados otros actores menores del soberanismo político no de izquierdas. Es el caso de Demòcrates, una organización formada por los independentistas de la desparecida Uniò Democrática de Catalunya (UDC), que ha sobrevivido todo estos años haciéndose hueco primero en la coalición Junts pel Sí y después en las candidaturas de Esquerra. Un lugar en el que, ahora, no están nada cómodos, porque no sólo no comparten la decisión de facilitar la investidura de Pedro Sánchez sino que se sienten mucho más próximos al desafío rupturista que encarna el president Torra.

Demòcrates de Catalunya ha convocado su II Congreso Nacional para el próximo mes de marzo con el objetivo de concretar su apuesta por “la vía unilateral y de insumisión colectiva como único camino” para la independencia de Cataluña.

Ese mes será capital para el futuro del espacio posconvergente. La Crida celebrará en esas fechas una asamblea general en la que formalizar la “propuesta de actuación política” a la que estos días tratan de dar forma Puigdemont y Sànchez en contacto con el actual responsable del PDeCAT, David Bonheví.

Oficialmente la Crida nació hace un año sin intención de presentarse a las elecciones. Desde entonces ha trabajado en su expansión territorial y en la captación de seguidores con la transversalidad por bandera, sobre todo a partir de propuestas liberales y socialdemócratas.

El rumbo que tome la Crida ahora dependerá de Puigdemont, su líder indiscutible, y eso determinará a su vez el futuro de Junts per Cataluña, que es la apuesta del PDeCAT. Este partido decidió el pasado diciembre “transitar" hacia JxCat —son los dueños de la marca— con la intención de evolucionar hacia una sola estructura, lo que no implicaría forzosamente la disolución de la formación. Eso sí: este recorrido lo quieren seguir haciendo bajo el liderazgo de Puigdemont.

El PDeCAT no quiere integrarse en la Crida, sino convertir JxCat en el espacio donde converjan todos las formaciones partidarias de la independencia. Un cruce de siglas que se hace todavía más complejo si se tiene en cuenta que personas como Puigdemont o el presidente del grupo parlamentario, Albert Batet, militan en la Crida y el PDeCAT al tiempo que forman parte de Junts.

Paradójicamente, y a la vista de que a partir de marzo se abre la posibilidad de tener que hacer frente a elecciones, el PDeCAT ha comenzado a reforzar su estructura. “Ante los tiempos que vienen necesitamos una dirección fuerte, proactiva, que trabaje por el mandato del Consell Nacional de reordenación del espacio y transitar hacia JxCat”, defiende Bonvehí, que aspira a culminar en “unas semanas” el proceso de reordenación de Junts, con “prudencia y generosidad para que todos los sectores se sientan cómodos”. “Queremos que esto salga bien. Las fórmulas están todas abiertas”, sostiene.

Si la situación que viven la Crida, Junts, el PdeCAT y Demócrates es compleja, la de quienes aspiran a reconstruir un espacio político nacionalista pero no independentista, en la tradición de Convergència i Unió (CiU), lo es mucho más.

Catalanismo no soberanista

En este terreno son varias las entidades e iniciativas que reclaman representar al catalanismo no soberanista al que, aseguran, el discurso independentista dominante ha dejado huérfano. Entre ellos están Lliures, un partido que se autodenomina liberal y de centro, creado por el exconseller convergente Antoni Fernández Teixidó en 2017, que nunca se ha presentado a las elecciones y que ahora negocia su integración en la recién creada Lliga Democràtica, otra formación autotitulada liberal y de centro que lidera la politóloga Astrid Barrio. Y cuyo secretario general es Josep Ramon Bosch, que ha sido en dos ocasiones máximo dirigente de la antiindependentista Sociedad Civil Catalana (SCC) y que fue quien fraguó el aterrizaje de Manuel Valls en la política española para intentar el asalto a la Alcaldía de Barcelona.

La Lliga mantiene conversaciones con Convergents, un partido creado por el exconseller Germà Gordó, pero cuyo ideario soberanista dificulta el acercamiento. Y también con Units per Avançar que, con Ramon Espadaler al frente, es el heredero de la desaparecida Unió Democràtica. Units, que reivindica el ideario democristiano, catalanista y no soberanista de Uniò, se presentó a las últimas elecciones autonómicas en coalición con el PSC, lo que le permitió obtener un escaño en el Parlament.

Por si fueran pocas las siglas que tratan de liderar una alternativa catalanista no independentista, queda por ver si la plataforma El País de Demà acaba fraguando una oferta política y electoral. La han impulsado. en los últimos meses de 2019, empresarios, académicos y políticos catalanes cercanos al PDeCAT que se sintieron desplazados desde que Puigdemont tomó el control de la organización, en el verano de 2018. Algunos de los dirigentes políticos a los que tratan de vincular con este proyecto fueron, de hecho, personas muy relevantes del PDeCAT, como el exdiputado Carles Campuzano y la exsenadora Marta Pascal.

Los liderazgos

La redefinición del mapa político posconvergente dependerá, tanto antes como después de las elecciones, de los liderazgos. Todo en el catalanismo no independentista está más verde, mientras en el caso del soberanismo los nombres empiezan a acumularse.

El que más suena es el de Carles Puigdemont, que ya asumió la candidatura a la Presidencia en las elecciones de diciembre de 2017. Él asegura no querer repetir la experiencia, pero tampoco lo descarta, teniendo en cuenta que necesita poner toda la carne en el asador para mantener el liderazgo del espacio independentista y evitar que pase a manos de Esquerra. A su favor cuenta con el resultado de las elecciones europeas, las únicas en las que —con él como cabeza de cartel— Junts fue capaz de batir a los republicanos.

Si al final opta por no presentarse, la mejor situada para ocupar ese lugar es Laura Borràs. La portavoz de Junts en el Congreso goza de su total confianza. En su currículum juega a favor, paradójicamente, estar siendo investigada por el Tribunal Supremo como supuesta responsable de varios delitos —prevaricación, malversación, fraude administrativo y falsedad en documento mercantil— presuntamente cometidos cuando era directora de la Institució de les Lletres Catalanes (ILC).

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El resto de nombres que se están poniendo encima de la mesa proceden del Govern —el conseller de Territorio y Sostenibilidad, Damià Calvet; el de Políticas Digitales, Jordi Puigneró; la de Empresa, Àngels Chacón— o del municipalismo, como la alcaldesa de Girona y diputada en el Parlament, Marta Madrenas, también muy próxima al expresident. Sus posibilidades reales dependen del visto bueno de Puigdemont, pero también de los recelos que susciten en el PDeCAT.

El que todavía no ha aclarado si tratará de recuperar el liderazgo del espacio posconvergente es Artur Mas. El expresident de la Generalitat habrá cumplido el próximo 23 de febrero la pena de inhabilitación que le impusieron los tribunales por la consulta del 9 de noviembre de 2014.

Mas, al que se considera reacio a insistir en la vía unilateral para conseguir la independencia, publicará el próximo 25 de febrero, justo después de que termine su inhabilitación, un libro titulado Cap fred, cor calent (Cabeza fría, corazón caliente). Quizá entonces aclare si está dispuesto a volver a la primera línea de la política catalana, de la que le apartó la CUP en 2016 abriendo de paso la puerta del Palau de la Generalitat a Carles Puigdemont.

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