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Protestas sociales

Tacones y castañuelas contra la banca

Tirar de creatividad, imaginación e inteligencia para "hacer política" y darles a los causantes de la crisis, donde más les duele.

 Todo eso hacerlo, por supuesto, sin violencia. Es lo que defienden los partidarios de una manera de activismo efervescente que, sin dejar de lado las formas clásicas de movilización, apuestan por la desobediencia civil de acción directa. Lo explica El Pastako –el nombre artístico bajo el que se esconde un activista de Flo6x8–, un grupo sevillano conocido por colarse en oficinas bancarias, sacar las castañuelas y arrancarse por bulerías para denunciar las tropelías del sector financiero. Cuando la copla acaba se marchan como si nada ante el asombro de empleados y clientes. "Es un radical cuestionamiento de la democracia directamente en la casa del amo. Entendemos que los políticos son títeres y que los Botín, Saénz y compañía son los verdaderos responsables. Por eso vamos a las sucursales. De esta manera demostramos que no son intocables y que se les puede tocar en la confianza, su principal valor", señala. 

Aunque el grupo Flo6x8 lleva un lustro utilizando el flamenco como forma de expresión contra el sistema financiero, al calor del 15-M y los recortes en servicios públicos se han popularizado formas de expresión del descontento que, aunque muy diferentes, tienen en su vistosidad un denominador común. Internet, y especialmente las redes sociales, son su mejor altavoz. De hecho, algunos vídeos de este grupo sevillano han llegado a acumular hasta 1,5 millones de visitas en YouTube.

Pero este grupo no es ni mucho menos el únicos. Médicos, enfermeros y personal sanitario, la mayoría de los casos en Madrid, han hecho varios flashmobs para denunciar la "privatización" del sector, las consecuencias de los recortes o los despidos de interinos. Docentes, padres y alumnos han hecho lo mismo para protestar contra los tijeretazos en educación. E incluso algunos profesores universitarios han sacado sus aulas a la calle. Grupos de yayoflautas –como se llaman a sí mismos los veteranos del movimiento de los indignados– han ocupado autobuses para denunciar la subida del transporte y afectados por las hipotecas o las preferentes se han colado en oficinas bancarias para exigir soluciones. En los últimos meses han sido los escraches, una forma de protesta importada de Argentina, la que ha entrado de lleno en la agenda política y mediática. Son solo algunos ejemplos, pero hay muchos más.

Adolfo Estalella, antropólogo e investigador postdoctoral en la Universidad de Manchester con varios estudios sobre el 15-M, cree que el movimiento surgido tras las protestas de mayo de 2011 tiene algo que ver en estas formas de expresión política. De hecho, recuerda que este movimiento trajo consigo algo nuevo: las asambleas en la calle. "Asambleas han existido siempre, pero no en la calle", dice. Y recuerda que acciones como las anteriormente mencionadas tienen diferentes inspiraciones: desde el anarquismo, a los movimientos okupas o antiglobalización. "Son ejercicios de innovación política. A veces parecidos a lo que ya existía aunque completamente diferente", señala. 

“Se criminalizan las protestas para generar miedo”

“Se criminalizan las protestas para generar miedo”

Para Víctor Sampedro, catedrático de Comunicación de la Universidad Rey Juan Carlos, son prácticas que pueden tener su origen en los jóvenes que, en la España de finales de los ochenta, cuestionaron el servicio militar obligatorio con propuestas no violentas. "La base está en la insumisión", analiza. A su juicio, son acciones que persiguen objetivos concretos, "no de transformación social o absoluta" y atienden a necesidades personales. Por ello, recalca, existe el riesgo de que se desinflen cuando se consigue el objetivo concreto. 

Bajo la definición de "artivismo cutregamberro" se presenta el grupo de intervención GILA, surgido de la asamblea de indignados del madrileño barrio de Lavapiés. "No nos andamos con chiquitas, nuestro objetivo es el corazón del mal, osea, los que mueven la pasta. Actuamos en lo local, pero apuntando a lo global; utilizaremos la ironía hasta que les duela", advierten en su página web. Ellos han ideado el plan ciudadano con el que, este jueves, pretenden bloquear por un día y de forma pacífica las 2.764 sucursales que Bankia tiene en todo el mundo. Este grupo también desplegó sus armas en la pasada huelga general, cuando idearon un "rescate directo" a los banqueros que "tan mal" lo están pasando con la crisis. La estrategia era sencilla, explican: "Si cada ciudadano mete cada uno en céntimo en el cajero, los ayudamos. Pero no lo metas en la ranura equivocada y acabes estropeando sin querer el cajero". No hay que ser muy avisapado para darse cuenta de que el objetivo era precisamente ese.

¿Han quedado entonces obsoletas formas de protesta tradicionales como las manifestaciones o las huelgas? "No estamos en contra de las formas de movilización clásicas, de hecho solemos participar. Son compatibles", dice una participante de GILA que prefiere que no se publique su nombre. De hecho, en estos colectivos, muy vinculados a grupos como Anonymous, es muy frecuente actuar bajo el anonimato. El Pastako se pronuncia en términos similares. "Es sumativo. La cultura digital favorece esta acciones, pero seguimos necesitando esas manifestaciones masivas con gran carga simbólica y emocional". 

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