La sandia Meloni

Jesús María Frades Payo

Sí, así, sin acento. Esto es: necia. El acento propio de su tierra se le escuchó en junio en la campaña andaluza compartiendo plaza y cartel con Olona, y se expresó como siempre hacen los missinos –su partido solo cambió el collar–, desbocada por estar fuera de Italia, traspasando la línea roja demasiadas veces, de lo que se cuidaron sus anfitriones: quieren destruir “nuestra” civilización, hay inmigración nociva, trabajo solo para “nuestros ciudadanos”, la violencia es islamista y otras expresiones del mismo hedor, eso sí, enarbolando la “universalidad de la cruz”, pero como en las Cruzadas, por ser indulgente con la romana y no remontarme más en el calvario de su Historia. No le faltaron tampoco los quiméricos el lobby LGTBI y la ideología de género. Y con igual tono sigue. Parece que está a punto de que su partido, Hermanos de Italia, junto a Forza Italia y M5S sean los ganadores de las elecciones, de modo que ella puede llegar a ser la próxima presidenta del Gobierno.

Hace unos días lanzó a los cuatro vientos, mediante un vídeo en castellano, inglés y francés que envió a medios de comunicación extranjeros, un mensaje en el que aseguró que en Italia no se producirá una “deriva antidemocrática” y condenó el fascismo. Algunos se congratularon de ello, pero no está de más recordar la Historia y estar con ojo avizor a la par que tranquilizarse con las garantías que aún la UE extiende, como estamos comenzando a ver ante los desvaríos de Orbán. Pero, a esta romana no le basta con predicar urbi et orbi que no es fascista porque sus amenazas dejan mucho que desear y, por ello, podemos temer sus obras. Parafraseando el célebre reproche de su paisano Julio César, si bien de manera sui géneris: la persona demócrata no solo tiene que parecerlo, sino también serlo, y ella ni lo parece. Cierto es que el salto al fascismo se daría cuando se cortasen las libertades y se prohibiesen nuevas elecciones, algo totalmente impensable por múltiples razones que son garantía para todos. Pero el neofascismo o, mejor, posfascismo es innegable.

 “Dios, familia y patria” es su lema, y nos suena. Ya aludí a su autoidentificación con el cristianismo, creencia que usa como exclusión del enemigo, del infiel: la idea de Cruzada. Es irónico ver que esa Juana de Arco de Hacendado esté amancebada y tenga una hija mientras va dando farisaicamente lecciones. Debe de tener una Biblia con recuadritos junto a los versículos para optar con el “táchese lo que no proceda” y elegir a la carta hasta las epístolas. No tiene nada de cristiano, de humano en general, rechazar al inmigrante aunque haya venido ilegalmente, ni decir que primero los nuestros que otros que están ya con más necesidades, ni mentir con todo lo que se dice sobre los menores que han venido solos o atribuir los delitos a los ilegales. No acepta a los que no son de su religión, la que atribuye en exclusiva, reescribiendo la Historia, a lo que llama Occidente, los confunde, amalgama y demoniza. No juzgo, la critico porque ella lo hace y condena esgrimiendo la defensa de ese “valor”. 

Uno de sus últimos mezquinos actos ha sido divulgar una violación de una mujer con la cara tan poco pixelada que se le reconocía. Lo llamativo es que indicaba que era una ucraniana acogida legalmente en Italia y el violador un extranjero solicitante de asilo. Es decir, el mensaje es que se trata de “una pobre europea a la que acogemos gustosos entre nosotros” violada por un negro inmigrante ilegal al que ni hubiésemos dejado llegar. Ni qué decir tiene que la polémica ha estado servida y que los apoyos no le han faltado: “Bravo, Giorgia” le envió Abascal respaldándola personalmente, al igual que su partido. El pasado 15, en una entrevista en “El País”, el vicepresidente de Forza Italia, Tajani, tajante negaba, y por dos veces, que Hermanos de Italia y La Liga sean partidos de extrema derecha. Blanqueaba así a sus socios pero, por si acaso, lo hacía situándose en el centro de un “Gobierno europeísta donde el centro sea fuerte”, siendo ellos esa garantía. Salvini, que sigue encausado por sus acciones ilegales contra los inmigrantes, fanfarroneaba matonescamente con que si gobiernan, los barcos de las ONG no entrarán en Italia.

La información clara y veraz, la vigilancia de la ley y la protección que garantiza bajo el paraguas de la UE deben aumentarse exponencialmente, y todos hemos de participar, para aplastar a los que divulgan bulos que nos dañan a todos

En Suecia, si bien los socialdemócratas fueron de nuevo el partido más votado, los partidos de derecha junto al ultraderechista “Demócratas de Suecia” serán probablemente los que formen gobierno si así terminan acordándolo. Hasta ahora este partido ha sido aislado por todos a pesar de estar en el Parlamento desde 2010. Pero la derecha suele ser generosa con sus hermanos desviados y ya en 2019 el jefe del partido Moderado le dio una buena mano de blanco calificándola de “fuerza política seria con ideas constructivas”, preparando la alfombra para el futuro. La seguridad y la inmigración parecen ser también los pilares en los que se han basado esos resultados, además de los fallos de los gobernantes, algunos por torpeza en la exposición.

Tras estos comentarios sobre lo que está sucediendo, quiero terminar recordando en cierto modo a Unamuno ya que ahora esas ideas vencen porque sí convencen. La materia gris por antonomasia vota, no necesitando el plomo gris para ganar, a lo que el filósofo se refería. Sesudos politólogos y sociólogos tendrán que explicarnos por qué los ultras convencen a tantos. Sí he apuntado los demonios elementales que airean: inseguridad e inmigración ilegal. Lo que hacen, claro, es mezclarlos y exagerarlos, haciéndolos casi únicos, exclusivos y fáciles de erradicar. En Italia, pero no solo allí, le añaden los impuestos, ese coco que pone siempre la derecha en su punto de mira. También allí el antieuropeísmo es otra bandera, aunque ahora más camuflada por la coalición; Polonia y la Hungría de Orbán, por ej., han sido más descaradas. En España a veces no van a la zaga, y se culpa a Europa enseguida, o se exculpan las administraciones señalándola, sembrando el germen del descontento. Suecia tiene el 25% de inmigrantes, pero ni es de la noche a la mañana ni un problema per se. Según leí, Finlandia es el primer país de origen, pero hay un 10% aprox. de musulmanes, dato significativo; parece que un error grave ha sido crear sociedades paralelas, focos de segregación. 

La información clara y veraz, la vigilancia de la ley y la protección que garantiza bajo el paraguas de la UE deben aumentarse exponencialmente, y todos hemos de participar, para aplastar a los que divulgan bulos que nos dañan a todos. No nos resignemos con poder ganarles en las siguientes elecciones.

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Jesús María Frades Payo es socio de infoLibre

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