¡La banca siempre gana! Helena Resano
¡Oh, si esta carne mía tan sólida se derritiera hasta convertirse en rocío! ¡Oh, si el suicidio no estuviera terminantemente prohibido por las leyes divinas! ¡Qué mercenario, qué insulso y caduco me parece todo! El mundo es un jardín repleto de ortigas, invadido por la inmundicia y la putrefacción. Lo grosero y lo hediondo se extiende por todas partes, propagando el olor a podrido
Hamlet nos entrega la conciencia del poder. Es una conciencia trágica, terriblemente humana. La mentalidad trágica de la vida nos dice que nada hay más bello en este mundo que la lucha del individuo contra todos los pronósticos, aun cuando la muerte aguarde inexorable al final del camino. La tragedia es, precisamente, un acto de rebeldía y no de resignación ante ese otro lema latino que en boca de Séneca, Cicerón o Marco Aurelio se convirtió en vox populi: recuerda que eres mortal.
A lo largo del último año, desde aquellos aciagos cinco días de abril, hemos visto a Pedro Sánchez vivir su propia tragedia, confrontando contra los medios de comunicación (Manso), el Poder Judicial (Marchena) y la Comunidad de Madrid (Ayuso). Nostradamus me lo dijo un día: “No se puede gobernar contra 8 millones de personas”. He ahí la esencia de esta tragedia. No se puede gobernar contra el ruido y la furia.
Mientras que los dramaturgos trágicos de la Grecia clásica representaron a los hombres ante los dioses, Shakespeare retrató a hombres y mujeres, buenos y malvados, en conflicto los unos con los otros. Mientras que en las obras de Sófocles o de Eurípides los dioses tomaban una posición activa e, incluso, decisiva, en las obras del bardo de Avon el mal que destroza por completo a Hamlet, a Otelo, a Macbeth o a Lear no está en los astros sino en los defectos de su propio carácter. La de Sánchez es, sin lugar a dudas, una tragedia shakesperiana. En el Comité Federal de este sábado ya están afilando los cuchillos. Julio César, siempre Julio César.
Quizá estemos viviendo el último acto de una tragedia, un punto en el que Sánchez/Hamlet está sólo. De ahí la importancia de una cuestión de confianza que renueve el pacto con las fuerzas políticas que apoyaron en 2023 su investidura. Ser o no ser. No actuar es vegetar. El vértigo de gobernar es también el vértigo de confiar. A partir de septiembre, es muy posible que Alberto Núñez Feijóo no esté en condiciones de proponer una moción de censura. A Sánchez, más que nunca, sólo le queda resistir. Su militancia ejerce de coro en las redes sociales.
Todo pasa por la Corte de los Leones, todo pasa por saber si Podemos, Sumar, Bildu, PNV, ERC y Junts consideran que el supuesto cohecho de Cerdán y su hipotética participación en una organización criminal no permiten a Sánchez continuar como presidente del Gobierno, o sí
El paisaje político español se dibuja bajo los pies de la UCO. Trasciende más allá de lo que haya dentro o fuera del PSOE. Cada informe que se publique (aún faltan tres), querido y desocupado lector, pondrá en jaque al Gobierno, tumbará al PSOE, hará que tiemble Sumar y se resquebraje el bloque de partidos que alumbraron esta legislatura. La ciudadanía suspirará y la democracia será puesta en tela de juicio. Pero el Parlamento no puede terminar convertido en una selva de tigres. Todo pasa por la Corte de los Leones, todo pasa por saber si Podemos, Sumar, Bildu, PNV, ERC y Junts consideran que el supuesto cohecho de Santos Cerdán y su hipotética participación en una organización criminal no permiten a Pedro Sánchez continuar ejerciendo como presidente del Gobierno, o sí. Todo pasa por saber si Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, tiene la capacidad de presentar una moción de censura y un programa de gobierno respaldado por las fuerzas políticas representadas en el arco parlamentario, principalmente Vox.
Pero conviene tener en cuenta un dato importante: el papel de Alberto Núñez Feijóo no deja de ser el de un hombre impelido por una gran ambición, pero sin programa político que lo respalde y sin el apoyo de José María Aznar. A diferencia de Sánchez, el presidente del PP no tiene conciencia de la tragedia. Lo veremos en el Congreso de este fin de semana. Cuando la ambición conduce al caos, estamos ante la quintaesencia de la tragedia. “Derroquemos a un líder y veamos qué ocurre”: eso rara vez sale bien.
Es un momento patético y paradójico del que todavía estamos tomando conciencia. Lo patético y paradójico para un gobernante es que, pese a tener la autoridad del Parlamento, puede encontrarse con que todas las opciones a su alcance son verdaderamente terribles. La tragedia no es fatalismo. Es comprensión y conocimiento de la realidad. El próximo Comité Federal será el gran escenario para la acción. Una nueva dirección, una crisis de Gobierno y una cuestión de confianza pueden dar al PSOE un impulso suficiente para escapar de la gran trampa. Sánchez está en condiciones de evitar que el PSOE y su Ejecutivo terminen convertidos en un gran guiñol, donde cada personaje es asesinado a golpe de informe de la UCO. Conviene pensar con una mentalidad trágica para evitar la tragedia.
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