La corrupción contra la democracia (III): ¿Cuánto nos cuesta la corrupción?

La corrupción sale cara, muy cara, en todos los países del mundo. Sus efectos se dejan sentir en el plano económico, en el social y por supuesto, en el político. Los conceptos de la factura van más allá de lo que se podría pensar en un primer momento. La corrupción cuesta dinero, impide el desarrollo, incrementa la desigualdad, quiebra la confianza y mata. Vayamos por partes.

La corrupción cuesta dinero: el daño económico que produce es evidente. Según Naciones Unidas, la corrupción supone más del 5% del PIB mundial, y hasta el 25% del gasto público de todo el mundo se pierde por su culpa. Un estudio del Parlamento  Europeo de 2023 eleva el porcentaje al 6%, y para España, según las estimaciones, se calcula una horquilla que va entre 60.000 y 90.000 millones de euros. Esto, en cuanto a costes directos, pero hay más. 

La corrupción impide el desarrollo: también la reputación de un país se resiente a causa de la corrupción, lo que acaba socavando la confianza de los inversores y lastrando, por tanto, las posibilidades de desarrollo y de nuevos negocios. De la misma manera, las corporaciones tienen menos incentivos para ofrecer mejores productos o ser más competitivas en precio o innovación, sabedoras de que lo fundamental será que paguen el soborno correspondiente o colaboren con las redes corruptas de cada caso.  Es decir, a lo que cuesta la corrupción hay que unir, por tanto, lo que se deja de ganar. 

La corrupción incrementa la desigualdad: siguiendo en el plano económico, la corrupción se traduce en menos y peores servicios públicos, lo cual va en detrimento de la población que ve dificultado su acceso a la educación, a la sanidad o a cualesquiera otras prestaciones. Como es fácil de adivinar, quienes más sufren las consecuencias son aquellos que más necesitan de esos servicios públicos, y en efecto, como ya habrán intuido, esto incrementa la desigualdad. En países como España, porque merma recursos; en otros donde el soborno está a la orden del día, porque el aprobado de la niña o la receta para el antibiótico del niño sólo se consiguen si se deslizan unos billetes en la bata de la profe o en el bolsillo del médico. Cuando los casos de corrupción escalan a amplias redes comprometiendo la actuación de lo público, como ocurre -presuntamente- en el caso Montoro, hablamos de un escalón más: la captura de políticas, o lo que es lo mismo, la disminución general de la capacidad del Estado para actuar en aras del interés general, lo cual, nuevamente, será más costoso para quienes menos tienen y quienes más necesitan de su labor, las clases populares. 

La corrupción cuesta dinero, impide el desarrollo, incrementa la desigualdad, quiebra la confianza, y mata

La corrupción quiebra la confianza. Las consecuencias políticas son derivadas de todo lo anterior: la adhesión ciudadana a las instituciones cae de forma pronunciada cuando se desvelan casos de corrupción o cuando la sociedad en su conjunto sabe que las tramas corruptas han colonizado el Estado. Numerosos estudios e informes a nivel internacional como los Latinobarómetros, el índice de percepción de la corrupción de Transparencia Internacional, las series sobre calidad de la democracia elaboradas por el instituto sueco V-Dem, y numerosas investigaciones académicas, muestran la existencia de una correlación entre la percepción de corrupción y la desconfianza institucional

La corrupción mata: en casos extremos la corrupción causa muertes directas; por ejemplo, en la construcción de infraestructuras. “Cuando se desplomó un puente en Génova en agosto del 2018 y al menos 39 personas murieron, hubo muchas posibles causas que considerar. La corrupción no fue la más obvia, pero las investigaciones posteriores encontraron que una empresa de construcción controlada por la Mafia al parecer había usado "cemento debilitado" en el proceso de construcción.” Este caso y otros parecidos han sido estudiados por Naciones Unidas y se encuentran documentados en los materiales de la ONUDC, la oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. 

Como se puede observar, la corrupción sale mucho más cara de lo que a priori se podría imaginar. Las cifras que suelen darse, que no dejan de ser estimaciones, son sólo una parte del problema. Sus efectos comprometen la capacidad de acción de los Estados y disparan la desconfianza y la desigualdad. Todo un obús en la línea de flotación de la democracia. De ahí, recordemos una vez más, como se apuntaba en la primera entrega de esta serie, la etimología de la palabra: "corrupción" proviene del latín "corruptio", que a su vez deriva del verbo "rumpere", que significa romper o quebrar.

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