Seis motivos (más) para la esperanza

Celebramos la quinta edición de los Premios infoLibre y lo hacemos con la incredulidad de que ya en nuestra primera cita nos parecía imposible que los niveles de crispación política y de tensión social pudieran alcanzar las cotas que hoy vivimos. ¡Qué ingenuidad! Por entonces, año 2021, andábamos entretenidos en desmentir bulos disparatados sobre el covid, las vacunas o la derrota de Trump en las elecciones presidenciales. Circuló incluso con gran éxito que la nieve caída y bautizada como Filomena era de plástico, un invento de los pijoprogres militantes de la lucha contra el cambio climático.

Y aquí estamos, después de una pandemia, una meganevada, un volcán, unas elecciones con resultado cantado a favor de las derechas, una decepción hiperventilada de esas derechas, una ley de amnistía para desinflamar Cataluña, una rebelión de togas contra la ley de amnistía, “el que pueda hacer que haga”, una cadena de instrucciones judiciales con más intenciones que indicios contra el entorno familiar del presidente del Gobierno, una dana con un irresponsable, mentiroso e inepto al frente de su gestión, un escándalo de presunta corrupción en el seno del PSOE y un fallo que inhabilita al fiscal general del Estado sin que conozcamos una sola prueba de su culpabilidad y sí múltiples testimonios de su inocencia. Todo bien… Progresando adecuadamente en el camino de la desinflamación general...

Y en paralelo a ese clima, que obedece a una estrategia de deslegitimación de cualquier gobierno progresista (al margen de sus aciertos y errores) a la que asistimos –como mínimo– desde los atentados del 11-M y las victorias electorales de José Luis Rodríguez Zapatero, venimos soportando en toda su crudeza las consecuencias de un sistema mediático viciado por intereses económicos y políticos a los que parece molestar la democracia y por la profunda influencia de unas redes sociales cargadas de oportunidades para hacer el bien pero tomadas al asalto ideológico y crematístico por intereses globales dedicados a hacer el mal. No se trata de teorías conspiranoicas sino de evidencias contrastadas en numerosos ensayos, investigaciones académicas e incluso testimonios de excerebros de esas mismas plataformas digitales globales de las que han salido huyendo como del diablo (ver aquí). No es esta una batalla entre derechas e izquierdas, sino un pulso –quizás decisivo– entre demócratas y antidemócratas. Aquí y en todo occidente. 

El punto de encanallamiento en el debate público, el nivel de insultos, descalificaciones, calumnias y distorsiones de la realidad o incluso invenciones de realidades “alternativas” siguiendo el catecismo trumpista, era inimaginable hace solo cinco años. El escenario político y mediático parece responder a aquella advertencia de Marx (Groucho): “Estábamos al borde del abismo y hemos dado un paso hacia delante”.

Creo que somos muchas y muchos los ciudadanos (ya seamos periodistas, políticos, abogadas, bomberos, médicas o funcionarias) que no estamos dispuestas a caer por mucho que empujen. Huyendo de cualquier pretensión de solemnidad, me atrevo a escribir que los Premios infoLibre, en cada edición, ofrecen nuevos motivos para la esperanza.

Hemos reconocido en los años anteriores a personalidades y organizaciones que representan, a nuestro juicio y al del jurado que nos ayuda, lo mejor de la sociedad civil y los valores democráticos que ahora peligran. Desde Iñaki Gabilondo o Emilio Lledó a Marisa Paredes o las abogadas de Atocha. Desde Juan Diego Botto o Eduard Fernández al 016, las trabajadoras de las residencias o Helena Maleno, desde Edwy Plenel a Julian Assange o la revista Mongolia (ver aquí). 

Y en esta edición añadimos seis motivos más para la esperanza: se llaman Lourdes Gaitán, Martín Caparrós, Òscar Camps, Henar Álvarez, Andrés Lima con su ‘1936’ y la UNRWA, la agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (ver aquí). Nombres, voces, acciones que defienden en su día a día la participación democrática, los derechos humanos, el valor irremplazable del buen periodismo, la lucha por la igualdad, la memoria democrática sin la que no hay presente ni futuro o la ayuda humanitaria a las víctimas de un genocidio que no debemos aparcar en el olvido. 

Somos muchas y muchos los ciudadanos que no estamos dispuestos a caer por mucho que empujen

Lamento tener que advertir (aunque ellas y ellos lo saben bien) que si esa amenaza reaccionaria llega al poder, en lugar de homenajes sufrirán cancelaciones, censuras, recortes de derechos y de recursos. No es una hipótesis, ya está ocurriendo. 

Así que desde infoLibre y TintaLibre, además de orgullo justificado por ampliar nuestra familia con ejemplos admirables de decencia, honestidad, activismo y compromiso, seguimos entregados a un combate cívico desde la esperanza. Con una mirada positiva. Convencidos de que ni el poder de los malvados ni la Inteligencia Artificial mal entendida y gestionada van a terminar con un periodismo decente más necesario que nunca. Cumpliendo mejor que ningún otro medio (permítanme que saquemos pecho de ello) los niveles de transparencia exigidos ya incluso por ley, aunque muy poquitas cabeceras hagan lo propio para que conozcamos de una vez quiénes son sus accionistas o cuánto dinero público reciben y de qué instituciones o gobiernos (ver aquí). 

Decía Iñaki Gabilondo al recibir el Premio infoLibre 2021: ”El periodismo en algún momento tendrá que marcar las líneas de qué es y qué no es periodismo. Siempre hemos tenido temor a hacerlo por si supone limitar la libertad de expresión”. Y ya es hora de que nadie se escude en ese falso temor, porque lo que está poniendo en serio peligro la libertad de expresión, y sobre todo el derecho constitucional de la ciudadanía a una información veraz, es precisamente la permanente desinformación que surge de medios y pseudomedios cómplices de intereses antidemocráticos. 

Así que transparencia y regulación. Hágase. De modo que todo el mundo sepa a qué intereses responde cada cabecera y no reciba un solo euro público quien no cumpla los mínimos establecidos para ser considerado un medio periodístico y no un negocio de entretenimiento o expansión de bulos. Y que la Inteligencia Artificial no pueda servir para dar la puntilla definitiva al periodismo. Tiene que someterse a las mismas reglas que cumplimos otras fuentes informativas, y los medios debemos informar con claridad del uso que hacemos de esa IA. No sé si nos va la vida (periodística) en ello, pero creo que sí nos jugamos la democracia tal y como la conocemos.

Hay esperanza si actuamos, y si lo hacemos en positivo. En lugar de centrar el foco exclusivamente en ese dato terrible de que uno de cada cinco jóvenes entre los 18 y los 24 años justifica y elogia la dictadura franquista, destaquemos mucho más el hecho de que cuatro de cada cinco jóvenes defienden la democracia. Pongámoslo en valor y busquemos su complicidad activa para implicarles en la lucha por una democracia mejor. Y también para que se encarguen de avergonzar y ridiculizar a quienes muestran su actual rebeldía con el brazo en alto o cantando el Cara el sol sin saber siquiera lo que eso significa y el sufrimiento que provocó. El humor y el sarcasmo son armas eficaces para encarar a los negacionistas e ignorantes. Si además se desarrollara con urgencia la ley de memoria democrática en lo que se refiere a la enseñanza de nuestra propia historia, otro gallo cantaría. Que un 48% de la llamada generación Z no sepa si Federico García Lorca murió de una gripe o fusilado (como muestra la última encuesta de 40dB) debería sonrojarnos como país.

Hay esperanza si nos ponemos a la tarea con el entusiasmo que merece. Cada nueva socia o socio que se incorpora a la comunidad de infoLibre está dando un paso en ese camino. Y lo agradecemos cada año más. Los datos demuestran que un medio modesto pero influyente, con credibilidad y transparencia, puede resistir mejor que los más grandes ese tsunami que supone el uso de la IA para conseguir que la gente se sienta informada sin estarlo, y que dirige y condiciona cualquier análisis crítico.

Vamos a cumplir trece años, y son ya cinco las ediciones de estos Premios. Seguimos, convencidos de que este proyecto periodístico y cívico tiene la solidez necesaria para perdurar. Siempre, eso sí, que seamos capaces entre todas y todos de plantar cara al autoritarismo más o menos disfrazado. Hay esperanza.

P.D. El mal no descansa. Una de las últimas acciones evidentemente coordinadas para intentar destruir el ejercicio de un periodismo decente ha consistido en atacar a periodistas concretos por la vía de colocar en el foco y la diana de la maledicencia a nuestras hijas e hijos. Con sus fotos incluidas. No es casual que además disparen concretamente contra cuatro profesionales que colaboramos en programas de análisis de la televisión pública (ver aquí). Lo cual, además de ser vomitivo, deriva en dos buenas noticias: para caer en ese nivel de indecencia se ve que no han encontrado manchas reprochables en el currículum de los afectados. Y dos: debe de molestar mucho a intereses políticos y mediáticos fáciles de identificar el éxito de audiencia que obtiene desde hace meses la televisión pública estatal. No faltan ganas de dejarlo todo, pero sobran los motivos (que diría Joaquín Sabina, en vísperas de su retiro) para la esperanza. Nuestras hijas e hijos se merecen el esfuerzo.  

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