Gaza frente a los robots asesinos de Israel, los monstruos de hierro que destruyen todo a su paso

Fotomontaje de Gaza.

Ibrahim Badra (Mediapart)

“Somos los que vivimos tras la niebla, venimos de las profundidades del abismo, caminamos por los laberintos de la oscuridad. Somos la única versión del dolor. Somos el otro nombre de las tumbas abiertas. Aquí no hay más salida que la muerte.”

El ejército de ocupación no se ha conformado con los bombardeos aéreos, los disparos de artillería o una invasión terrestre. Ha introducido en Gaza un arma nueva y aún más aterradora: los robots explosivos.

Vehículos teledirigidos, cargados con toneladas de explosivos, encaminados hacia el corazón de barrios residenciales y hacia las tiendas de campaña. Cuando explotan, reducen a cenizas las casas y siembran la muerte por todas partes.

No sé si la humanidad ha desaparecido o si nos han olvidado. ¿Tan insignificantes se han vuelto nuestras vidas?

Solo en el barrio de Zeitoun, en la ciudad de Gaza, en pocos días explotaron más de cincuenta robots, destruyendo decenas de casas y desplazando a miles de familias. Ni siquiera los hospitales se han librado: el hospital Kamal-Adwan y el hospital indonesio han sufrido daños y el personal médico y los pacientes han resultado heridos.

Según testigos, las explosiones de los robots son más violentas que los bombardeos aéreos. “Tuve la sensación de que el suelo se abría bajo nuestros pies y que mis oídos iban a estallar por el estruendo.” “La noche se convirtió en un infierno. El cielo se incendió, la tierra tembló violentamente y, en ese momento, sentí que mi corazón se salía del pecho y que mis oídos iban a estallar.”

Voces que siguen gritando

A los misiles y los aviones se suman ahora los robots asesinos. Pero las voces de Gaza siguen gritando: ¿alguien nos ayudará y pondrá fin a este baño de sangre? ¿Alguien defenderá mis derechos frente a mis asesinos? Vosotros, los gobiernos del mundo, miráis desde lejos y cerráis las puertas de la misericordia.

¿Dónde están las resoluciones que prometieron? ¿Dónde están sus posiciones a favor de los derechos humanos? Aquí caemos, nos levantamos, contamos los cadáveres y enterramos la esperanza con nuestros nombres. ¿Ven las ruinas de nuestras casas?

Estos “vehículos militares explosivos” se introdujeron en abril y mayo de 2024, cuando el ocupante trató de ampliar el alcance de su campaña de bombardeos para arrasar todo en previsión del desplazamiento de toda la población de Gaza.

Los robots explosivos tienen su origen en los vehículos blindados de transporte de tropas M113 de fabricación estadounidense. Tras ser atacados por combatientes palestinos durante la guerra de 2014, fueron convertidos en robots teledirigidos. Se rediseñó su mecanismo: se retiraron los asientos de la cabina y se llenaron con grandes cantidades de explosivos.

Existen dos categorías: una tiene como objetivo la destrucción total y un incendio en un radio de 50 metros; la otra, la destrucción parcial en un radio de 150 metros.

Según el director general del ministerio de Salud de la Franja de Gaza, el doctor Munir al-Barash, el ejército de ocupación ha utilizado diariamente entre siete y diez robots explosivos en la ciudad de Gaza, todos ellos capaces de transportar alrededor de siete toneladas de explosivos.

Imaginación destructiva

El ejército de ocupación israelí siempre está inventando nuevos métodos para masacrar a la población. A lo largo de las carreteras por las que se dirigen a la ciudad de Gaza, los soldados van innovando. Para matar y torturar. Testigos presenciales atestiguan la presencia de cuadricópteros que transportan una escalerilla con unas veinte cajas explosivas.

Lanzan la escala desde la azotea de un edificio y pulsan el detonador. La explosión se asemeja a la de un robot. Ya no basta con matar a dos o tres inocentes: ahora hay que matar a cientos de personas a la vez.

Gaza representa hoy una prolongación directa de la masacre de Sabra y Chatila, en los campos del Líbano hace cuarenta y tres años: la mentalidad es la misma (fueron asesinados más de 3.000 palestinos y libaneses), pero las herramientas se han modernizado y sofisticado. Matar no es solo privativo de las armas de fuego y los cuchillos, es una actividad organizada en torno a drones, aviones de combate de alto rendimiento, robots explosivos y algoritmos que identifican objetivos a distancia, reduciendo a los seres humanos a números en una base de datos.

Imaginemos una pequeña máquina sobre orugas, como un minitanque, que transporta una carga explosiva en su interior y una cámara de precisión como ojo. Entra en las ruinas y las tiendas de campaña como una serpiente de metal, guiada a distancia por militares gracias a una cámara, y luego explota instantáneamente, haciendo que las piedras de las casas se derrumben sobre sus habitantes y destruyendo todo a su alrededor.

Son monstruos de hierro sin alma, enviados para aplastar todo lo que quedaba vivo. No son solo máquinas, sino herramientas silenciosas de muerte, armas demoníacas destinadas a la aniquilación de Gaza.

Es la amenaza definitiva. Una amenaza sin principio ni fin, sin intriga ni lógica, una subasta de nuestras almas, de nuestras vidas, de nuestra humanidad: matar, matar, matar...

Desde hace dos años estamos siendo exterminados y quemados por la inteligencia artificial y todo tipo de armas perfeccionadas. Nos hemos convertido en conejillos de indias para probar nuevos métodos de exterminio, hasta que nuestra ciudad se ha convertido en la mayor plataforma de ejecución de la historia.

¿Creéis que nuestra exterminación se producirá sin que seáis maldecidos? Esperamos, y si seguimos con vida, estaremos allí para dar testimonio.

Caja negra

Traducido del inglés por Lénaïg Bredoux.

Ibrahim Badra es periodista y defensor de los derechos humanos. Refugiado en Francia desde el 11 de julio de 2025, continúa para Mediapart la serie de crónicas que comenzó desde Gaza.

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Traducción de Miguel López

 

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