Bufón diabólico
De pronto, un personaje de lo más ridículo y a la vez siniestro decide cómo debe funcionar el mundo. Se trata de un personaje alejado de la realidad de los cientos de millones de personas que habitan el planeta sin más horizonte que sacrificar sus vidas uncidos a un trabajo con dos objetivos: cubrir escasamente sus necesidades fisiológicas y generar la riqueza acumulada por el 0,1% de la población que aparece en la revista Forbes. Viene sucediendo así desde que hay registros históricos, una mezcla de oligarquía y plutocracia que suele desembocar en regímenes fascistas y guerras, como es el caso que nos ocupa.
La deficiencia mental del personaje lo aparta de lo que se entiende como normalidad. No puede ser normal alguien capaz de patrocinar un genocidio; capaz de entenderse con gente como Putin o Kim Jong-un; capaz de exigir al mundo destinar el dinero del bienestar a comprarle armas que sólo sirven para matar y destruir; capaz de ejecutar a quien le plazca, donde y cuando le plazca, sin juicio, sin pruebas, sólo con el aval de sus mentiras orquestadas; capaz de utilizar la economía como arma de guerra e injerencia política; capaz de perseguir a quien no comulgue con sus ideas; capaz de amenazar la Paz mundial, la Libertad y la Democracia; y capaz de pisotear a la ONU y a los Derechos Humanos.
La Historia habla de personajes como Nerón, Napoleón o Hitler, hiperbólicos, soberbios, narcisistas, megalómanos y peligrosos en extremo, con la crueldad de un psicópata que arrastra conflictos familiares no resueltos y proyecta sus complejos sobre el conjunto de la sociedad. Nieto de emigrantes, alemán y escocesa, que cruzaron el mar para arrasar la cultura y las costumbres aborígenes de la tierra a donde llegaron e imponer las suyas a sangre y fuego, es ejemplo de la depravación perversa a la que es capaz de llegar un ser humano sin principios éticos pero con mucho dinero y una sobredosis de oropel.
La deriva absolutista le ha llevado a aglutinar en su persona los roles desempeñados en las cortes medievales por diferentes figuras. Consejero de sí mismo, sólo admite la asesoría de quien dócilmente le permita manipular los hilos de control con sus manos. Si no lo ha hecho ya, no tardará en proclamarse enviado de todos los dioses verdaderos y escribir su propia Biblia. Como bufón, es una mezcla de viejo sin filtros y joker siniestro tocado con gorra garrula al que se ríe la gracia por decreto, bajo amenaza, con miedo. Aterra constatar que un impulso motivado por una voz divina lleva al bufón a activar todo un arsenal nuclear.
Si el siniestro personaje causa terror con su presencia, sus palabras y sus hechos, causa pánico que mueva a tantos seguidores dentro y fuera de su propio país
A quien domina por el terror y alimenta una sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror (el Capitolio, Gaza, ciudades demócratas en EE.UU., el Caribe…), se le debe llamar, sin ambages, terrorista. El terrorista global señala a sus objetivos como terroristas, el corrupto acusa a sus oponentes de corrupción, el protector de cocainómanos de Wall Street o Silicon Valley llama narcotraficantes a presidentes elegidos por sus pueblos, el infame consumidor de sexo de pago y pederastia habla al mundo de moral. El promotor de guerras y genocidios, se autoproclama pacificador y reclama para sí el Nobel de la Paz.
Si el siniestro personaje causa terror con su presencia, sus palabras y sus hechos, causa pánico el hecho de que mueva a tantos seguidores dentro y fuera de su propio país. Legiones de profetas iluminados, avarientos consejeros y bufones están dispuestos a imponer al mundo creencias y preceptos contrarios a la Democracia que tanto dolor han causado a la Humanidad a lo largo de la Historia que, por olvidada, se va a volver a repetir.
_______________________________________________
Verónica Barcina es socia de infoLibre.