Transformemos las luchas económicas en lucha política

Mario Diego Rodríguez

Apenas comenzada oficialmente la campaña electoral en vista de las próximas elecciones generales, los partidos de izquierda siguen sin hacer un balance de la derrota que sufrieron en las municipales y sin, naturalmente, cuestionar su propia responsabilidad. Que la participación de UP en el histórico gobierno de coalición sea la causa del desastre conduciéndonos a un callejón sin salida, no les pasa ni por lo más alto de sus cabezas. El hecho de que esa política ya había sido aplicada en Francia por el Partido Comunista francés en 1981 y 1997, y acabó reduciendo su influencia electoral a casi nada, para esta gente no tiene la más mínima relevancia. Es más, ya pusieron en marcha el ventilador y encontraron a los culpables pasados y futuros: cualquiera que no esté dispuesto a darles la razón o se vuelvan a abstener en las elecciones de este fin de mes. Ellos no, desde luego.

Es necesario tener un partido político que no solo piense en ser parte integrante de las instituciones sino en transformar toda lucha económica en una lucha política y llevarla a cabo hasta el final

Dándose cuenta de que la campaña “que viene el lobo” no generaba una oleada de votantes hacia un eventual nuevo gobierno de coalición, la lluvia de promesas millonarias empezó a caer tanto por parte del PSOE, como también de SUMAR. Promesas con las que la clase trabajadora solo puede estar de acuerdo y aplaudir. Desgraciadamente, no hace tanto tiempo, en las precedentes elecciones, también nos hicieron propuestas con las que solo podíamos estar de acuerdo como, por ejemplo, la derogación de la reforma laboral o la ley “mordaza”; aún estamos esperando su cumplimiento.

Y ya no hablo de los impuestos a las grandes fortunas, la creación de una empresa proveedora de energía y un centro bancario públicos. De “asaltar los cielos” y “acabar con la casta”, Unidas Podemos acabó votando el presupuesto militar más alto de los últimos cuarenta años. Y, como si fuera poco, también fue el comparsa del PSOE en el papel de fuerza supletiva de la OTAN en el envío de armas a Ucrania.

A pesar de los anuncios de buena salud macroeconómica, los empleos por medias jornadas se multiplican, lo que quiere decir que la precariedad sigue ahí, las horas trabajadas y no pagadas también. Hace tan solo unos días he oído esta noticia: “Las familias compran menos que hace un mes, pero gastan un 11% más”, era en un medio progubernamental, por si las moscas.     

Se le puede dar todas las vueltas que se quiera y hacer todas las contorsiones posibles e imaginables, gestionar el Estado burgués para que, mediante un diálogo constructivo y “generoso”, el reformismo pueda sacar a cambio algún beneficio para la clase trabajadora, solo puede llevar a corto como a largo plazo a una desilusión y un fracaso. Se demostró a lo largo de la historia y aún, si fuese necesario, se está demostrando en este momento.

Lo peor de todo es que esa misma izquierda reformista voluntariamente incapaz de generar una perspectiva que no sea la de llorar a fin de obtener alguna limosna se aferra a la idea de que solo ellos pueden ejercer de dique de contención ante la extrema derecha. Ya se vio la eficacia en Francia de “evitemos lo peor”. Hay que reconocer que en Francia ha sido peor, el dique de contención era Chirac.

Tan claro como el agua, si la clase trabajadora queremos abrirnos una perspectiva que no sea la de optar por la peste o el cólera, tendremos que llevar al terreno político las luchas laborales, lo cual, para intentarlo, es necesario tener un partido político que no solo piense en ser parte integrante de las instituciones sino en transformar toda lucha económica en una lucha política y llevarla a cabo hasta el final.

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Mario Diego Rodríguez es socio de infoLibre.

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