Cultura

La afonía impide a Joaquín Sabina terminar su emotivo concierto en Madrid

El cantautor Joaquín Sabina, durante su concierto en Madrid.

J. M. Marcos

"Joaquín Sabina se ha quedado totalmente mudo y no va a poder seguir el concierto. Lo sentimos de todo corazón". Así anunciaba Pancho Varona el final precipitado del concierto de la gira Lo niego todo que en la noche del sábado se celebraba en el WiZink Center (antiguo Palacio de los Deportes) de Madrid. El propio cantante había avisado unos minutos antes, cuando llevaba casi hora y media en el escenario: "No están viendo ustedes un buen concierto por mi parte".

Desde el inicio se le notaba un punto de afonía en su voz siempre rota, y el gesto serio, pero las más de 16.000 personas que llenaban el auditorio vibraban como siempre ante un Sabina que arrancó entonando Yo me bajo en Atocha, y continuó alternando temas de su último disco y varios de los "himnos" de su trayectoria.

"Creo que saben ustedes que en medio y al final de esta gira interminable [casi noventa conciertos en España y Latinoamérica] he andado recorriendo pasillos de sórdidos hospitales", explicó Sabina, en referencia al trombo que sufrió el pasado 21 de abril y que le obligó a interrumpir la programación pendiente. Y añadió con un deje irónico pero absolutamente serio: "Cuando les cuenten que envejecer es una cosa fantástica, porque la experiencia y la sabiduría y… mienten como bellacos. Envejecer es una puta mierda".

En ese momento, y también cuando confesó que no le gustaba cómo estaba actuando, el público en pie lo aplaudió calurosamente, animándole a continuar por encima de todo. Presentó como siempre, uno a uno, a todos los miembros de su grupo, desde Jaime Asúa a Pancho Varona, Antonio García de Diego, Pedro Barceló o Mara Barros, la familia musical que arropa al de Úbeda desde hace ya muchos años.

"Lo único que realmente lo rejuvenece a uno es sentir esas cosas en el estómago, esos nervios terribles, que pasan cuando uno se sube al escenario en Madrid", dijo Sabina, confirmando la impresión de que a la afonía se sumaba ese pánico escénico que no sufre en ningún otro lugar del mundo.

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Hubo tiempo para compartir los temas principales del nuevo disco, como Lo niego todo, Quien más quien menos o Lágrimas de mármol, y también para recordar a Chavela Vargas con El boulevard de los sueños rotos. Y se atrevió incluso a retar a su cascada garganta para cantar su canción preferida (y la de mucha gente): De purísima y oro, sólo comprensible en toda su profundidad De purísima y oropara quien sienta Madrid y conozca su historia más negra.

Antes de iniciar la célebre Y sin embargo, volvió Sabina a musitar: "Hay días que se cruzan los cables del corazón y la garganta". Y pese a que a nadie parecía importarle la afonía, de nuevo el público en pie haciendo suya la letra entera de la canción, Sabina se apeó del taburete y abandonó despacio el escenario.

Hubo algunas reclamaciones en taquilla, aunque la inmensa mayoría de su fiel afición sólo expresaba la unánime preocupación por el ánimo (más que por la voz) del cantante. En realidad faltaban ya unas pocas canciones del repertorio previsto, incluida la que cantan a dúo Sabina y Leiva, y un par de bises. Pero si hay algo que no sabe hacer Joaquín Sabina es disimular. Dejó la despedida para sus músicos, desolados.

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