Casa de América recupera el patrimonio de los españoles republicanos desterrados que no aparece en los libros

Carta escrita por un fusilado antes de morir en el reverso de una foto.

Una madre escribe a su hijo un millón de palabras en 1.500 cartas que salen de España con dirección a México durante cuarenta años, un hijo cruza la frontera para buscar en Francia a su padre con un retrato como única brújula, postales que esconden mensajes políticos en el reverso de paisajes amables, una vieja foto de una madre y una hija con un mensaje de despedida escrito por un hombre horas antes de ser fusilado y que sacó fuerzas para escribir una dirección e implorar que alguien se la hiciera llegar (¡y llegó!). Una misiva escrita en una sábana, una fotografía cosida, una medalla escondida en la tapa del bolsillo del pantalón.

Tesoros íntimos aparentemente sin importancia pero que exploran los caminos inescrutables de la memoria y que conforman el discurso de El cuerpo errante. Exilio español 1939-1975, la nueva exposición que hasta el próximo febrero puede visitarse con entrada libre en la Casa de América de Madrid. "Una muestra sobre los cauces que traza la memoria cuando es atravesada por el exilio", resume a infoLibre Jorge Moreno Andrés, comisario junto a Julián López García dentro del proyecto Mapas de Memoria de la UNED, de esta propuesta que cuenta con la colaboración de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática.

El visitante encontrará objetos, imágenes, cartas, testimonios o vídeos de los reencuentros y las primeras exhumaciones tras la muerte de Franco en gran parte inéditos, pues permanecieron ocultos durante décadas en armarios españoles o en casas del destierro. "Ha habido muchas exposiciones sobre el exilio, que se han centrado en los grandes personajes que se fueron, algo importante y necesario, pero desde luego también hace falta saber sobre esas otras vidas que, entre muchas comillas, no fueron de personas importantes, pero merecen la pena ser contadas", explica López García, asegurando que esta muestra "complementa" esas otras muchas que se han hecho en el pasado más centradas en la "producción científica y cultural de los exiliados".

"Aquí vamos a las vidas cotidianas, a los sentimientos de la pérdida, al deseo del reencuentro con el ser querido y lo que ha significado tanto tiempo de desarraigo", remarca, señalando acto seguido la idea que motiva su propuesta expositiva: "La ruptura violenta y dramática desencadena una fuerte necesidad de comunicación, sea como sea". "Encontramos las estrategias para salvar la censura que buscaron los exiliados para comunicarse, aunque fuese una noticia básica y esencial como 'estoy vivo y estoy aquí'", prosigue el comisario, explicando a su vez que otra parte de la exhibición se centra en "cómo se construye la memoria a ambos lados del exilio, cómo se transmite, cómo se perpetúa y cómo anida".

Todo este relato se construye con multitud de objetos que salen de quince años de investigación en España, Francia y México, tanto de archivos familiares como municipales —las 1.500 cartas a las que hacíamos referencia al principio se conservan en el archivo de la localidad pacense de Llenera—, así como de organizaciones como el PCE, al Ateneo Español de México o el Archivo General e Histórico de Defensa. Y es que, tras la guerra civil, tuvo lugar en España un éxodo hacia esos y otros países que provocó una brecha insalvable entre los que se quedaron y los que se fueron, viviendo incluso con diferentes concepciones de lo que era o podía llegar a ser España.

"Esa brecha la evidencia muy bien la cita de Max Aub con la que comenzamos, que es 'soy un turista al revés, vengo a ver lo que ya no existe'. Eso lo dice cuando regresa y se va dando cuenta de todo lo que esperaba encontrar y no encuentra. Entonces esa España que se queda allí en el exilio que tan bien nos sienta para pensarnos como país es una España que no encuentran ellos aquí. Esa España mestiza que mezcla lo mexicano o lo francés con lo español es un sitio muy elocuente que nos ayuda a pensar quiénes somos, pero que ellos cuando regresaron no encontraron", plantea Moreno Andrés.

"Todos estos pensadores que reflexionaron sobre el retorno, pero también toda la gente anónima que estaba con la maleta lista para volver, tenían la idea de un país que pudo ser, hablando del pasado, pero también la esperanza de lo que podría ser", tercia López García, remarcando ese choque que se produce a la vuelta en los que consiguieron volver al comprobar que "la memoria de tantos seres queridos muertos violentamente que debía estar en un altar, en realidad estaba escondida en el interior de las casas y no había emergido al espacio público, incluso después de la muerte de Franco".

Esta exposición nos acerca a estas historias a través de un patrimonio que vivió escondido en el fondo de algunos armarios españoles o desterrado en los desvanes de otros países. "Nosotros siempre hemos pensado que estas pequeñas cosas, estos relatos, deberían ser parte del patrimonio material e inmaterial de nuestro país", continúa Moreno Andrés, para quien el objetivo de la muestra es "intentar que esas emociones que nosotros hemos sentido, esa España que nosotros hemos sentido desde el fondo de un armario aquí o en México, pueda sentirla también sentirla el visitante".

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Y todavía añade: "Eso es muy difícil, pero la manera de conseguirlo es a partir de diferentes gestos en los que la memoria no se presenta en vitrinas, en un museo donde uno está de paso, sino que estamos obligando a que una persona ponga el cuerpo, y muchas veces cuando uno pone el cuerpo no sabe lo que va a sentir. Creemos que hay un patrimonio y una forma de pensarnos desde esos lugares pequeños que no están en ningún libro de Historia y que no están en otro tipo de relatos que a veces se han legitimado más que estos. Hemos abierto armarios para encontrar pequeñas cosas que en algunos casos parecían abocadas a la desaparición, pero que han sido condensadores auténticos de memoria para la gente".

Pone el comisario en este punto el foco en las mujeres, muy presentes en la muestra como "las grandes cuidadoras de estos objetos de vida errante". "En nuestra investigación es fundamental entender que han sido las mujeres las que tienen las llaves de esa transmisión de la memoria, en ese cuidado simbólico de la casa, de quiénes somos. Es decir, no desde el punto de vista de la descripción del suceso histórico, sino de algo mucho más importante que tiene que ver con la dignidad y los afectos de la vida de gente que desapareció o vivió desarraigada. En estos últimos cien años los cauces por los que transita la memoria están custodiados por mujeres".

Y termina López García defendiendo que aunque hable de pasado, la muestra es en realidad "atemporal" y puede resultar muy útil en este presente de auge de discursos de ultraderecha en las nuevas generaciones: "Es atemporal, pero también es cierto que en algunos momentos, como el actual, el tipo de incidencia e implicación que puede tener es mucho mayor. Mucha gente en otras intervenciones que hemos hecho, en otras exposiciones, nos dice que con los jóvenes no hay casi nada que hacer, pero nuestra experiencia no es esa. Si sabemos llegar a una convergencia emocional, es mucho más fácil dialogar, transmitir mensajes, reconvenir algunas creencias poco sedimentadas, cambiar. En el momento actual, esta es una buena propuesta para el cambio, entendemos modestamente, hacia mejor".

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