Cristina Fallarás: "Nuestra inacción con el genocidio retransmitido en directo de Gaza no tiene precedentes"

La escritora y periodista Cristina Fallarás

"Suena bestia, pero pasman los niveles de crueldad real y consciente a los que ha llegado la inmensa mayoría de la población en nuestras sociedades". Así de tajante se muestra Cristina Fallarás (Zaragoza, 1968) cuando habla sobre lo que Israel hace con Gaza. "La manera en la que estamos viviendo un genocidio retransmitido en directo, nuestra inacción ahí, no tiene precedentes". Y añade: "Paradójicamente, no podemos apartar la mirada, es prácticamente imposible no verlo. En otros tiempos, cabía la posibilidad de no darte por enterada. Ya no. Creo que esto modifica, o debería, nuestra mirada sobre lo que significa el ser humano".

En conversación con infoLibre, la periodista y escritora plantea que lo que está ocurriendo en Gaza o en Ucrania tiene que ver con nuestra "percepción de la realidad". "Es como si la realidad se nos hubiera fraccionado —imaginemos un espejo roto de una pedrada— y estuviéramos asistiendo a ciertas realidades con mirada de ficción. Y viceversa, asumiendo algunas ficciones como realidades", argumenta.

Al mismo tiempo, remarca que hay una parte de la población que "siempre repite los patrones de violencia y no son los violentos, sino aquellos que no reaccionan, la mayoría que calla". "Eso es lo que se está repitiendo y me desespera", afirma, alertando así de esta deriva de auge de la ultraderecha que se está expandiendo por todo el planeta de una manera turbadoramente parecida a lo que pasó en las primeras décadas del siglo pasado: "Las violencias van cambiando, no mucho pero sí van cambiando". 

A algunos sectores pensantes les cuesta hablar de fascismo o neofascismo. Ese tipo de melindres son muy peligrosos

En su opinión, la ultraderecha actual tiene sus "características propias", por lo que a algunos sectores “pensantes les cuesta hablar de fascismo o neofascismo". "Ese tipo de melindres son muy peligrosos", advierte: "Mientras ellos siguen con sus discusiones bizantinas, los neonazis avanzan. Ya son más fuertes, en velocidad de penetración que la derecha tradicional. Y caemos en lo mismo por el puñetero silencio de esa mayoría que cree tener la vida solucionada". 

"No creo que esa mayoría haya participado de la memoria colectiva contra los crímenes de la ultraderecha española, o sea, el franquismo y sus alrededores. En caso contrario, no tendríamos el país sembrado de fosas comunes, ni a Martín Villa campando a sus anchas. Quizás deberíamos preguntarnos qué porcentaje de la población conforma eso que llamamos memoria colectiva", señala.

Actor importante a nivel internacional de esta tendencia autoritaria de extrema derecha es el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, alguien que no es ni consciente del "peligro que él mismo" supone para el mundo. Ve Fallarás al hablar del mandatario un "cambio en el paradigma comunicativo que alumbra monstruos nuevos, amenazas y peligros que antes no existían, o que existían de otras maneras". 

Trump o Milei no responden a lo que entendemos como democracia basada en partidos políticos

Podríamos decir, a su juicio, que en este momento "la sociedad que nació con la imprenta está dando sus últimos coletazos". "Si te paras a pensarlo, con la imprenta nacieron los medios de comunicación actuales y la democracia tal y como la conocemos hoy en día", indica, recordando a su vez que "la idea de democracia muta con los tiempos".

Y continúa: "La ruptura que suponen internet y las tecnologías da a luz a nuevas formas de relación, nuevas jerarquías de poder y maneras de control sobre las que aún no tenemos los suficientes datos como para sacar conclusiones. Por decirlo de manera gráfica, estamos en el ojo del huracán del cambio, y desde ahí es imposible analizarlo. Nos falta tiempo y distancia. Lo que sí sabemos es que Trump o Milei no responden a lo que entendemos como democracia basada en partidos políticos". 

Surge en este punto la preocupación por la corrupción política, tan presente durante los últimos meses y en realidad siempre, si bien no cree que Fallarás que vivamos en una época especialmente corrupta, pues "basta con mirar al siglo XX y, desde ahí, hacia atrás". "No creo, y lo lamento, que la corrupción sea importante", remarca, mientras apunta que la desafección hacia la democracia vendrá en realidad "de la desaparición de los canales tradicionales responsables de la creación de lo que llamamos 'opinión pública', o sea, los medios de comunicación de masas tradicionales". 

"Como decía antes —sirva de ejemplo—, no creo que podamos decir que Trump viene del Partido Republicano. Se apoya ahí para crear un movimiento para-político, o mejor dicho para-democrático, al que llama MAGA. No es muy diferente la construcción de Milei", explica, para acto seguido profundizar: "Estos personajes no se fundamentan en los partidos que conocemos, pero tampoco, y aquí está la clave, en los medios de comunicación tradicionales. Hay ahí una ruptura, una disrupción que impepinablemente modifica las maneras democráticas".

Todo el siglo XX en España fue tiempo de silencio, desinformación y lo que podríamos llamar 'violencia comunicativa'

Una derivada de esas nuevas formas comunicativas es la aparición incesante de bulos, la desinformación rampante y la mentira como forma de manipulación de la vida púbica. Todo eso, aunque, en cualquier caso, recuerda Fallarás que "todo el siglo XX en España fue tiempo de silencio, desinformación y lo que podríamos llamar 'violencia comunicativa'". Por eso, no cree, "francamente, que estemos peor que durante el franquismo, pero tampoco que durante la Transición".

Y lo desarrolla aún más: "La democracia española se construye sobre el silencio. En comunicación, lo contrario a la verdad no es exactamente la mentira, sino el silencio. De eso, aquí vamos sobradas. En cambio, creo que internet ha dado voz a enormes colectivos de los llamémosles 'arrabales sociales', que antes jamás se habían expresado. Ejemplos de ello son el movimiento republicano y antiborbónico, los y las represaliadas por la dictadura, las víctimas de violencia sexual por parte de la Iglesia católica o, fíjate qué barbaridad, las mujeres".

Es por todo ello que considera la escritora y periodista que "es más necesario que nunca que el periodismo encuentre nuevos canales, los use, los haga suyos y mande al cuerno tanta reticencia". Según resalta, las grandes corporaciones de la comunicación "no tienen el monopolio del relato sobre la realidad" y, dicho sea de paso, asegura que "si repasamos la acción de esos grandes grupos en España, guardan en su haber demasiados silencios sobre demasiadas realidades como para ponerse medallas".

Lecturas de verano

Cambia de tercio en este punto la conversación y rebaja la intensidad para hablar más de maneras de vivir, especialmente en verano, un "paréntesis" en la forma de "ir derrapando" que la vida actual de Fallarás. Desaparecen las urgencias o, cuanto menos, se aminoran. "La verdad es que no trabajo menos, pero sí de otra manera. Pienso que la gente tiene menos prisa, y eso me permite a mí también reducir la velocidad", reconoce.

Aparece así, con la llegada de los calores a cámara lenta, la posibilidad de la lectura más sosegada: "Hacia junio, cada año, me acuerdo, por ejemplo de Dickinson, de Tabucchi o de Szymborska, de las escrituras de lo menudo, que son las mejores. Siempre me pasa. Tengo una edición sobadísima de El verano (Camus), de la colección Alianza Cien, que reaparece cada mes de junio como por arte de magia. Me avisa de que es tiempo de pensar en el polvo suspendido y tiempo de atender a las siestas con el libro en el regazo". 

Nos cuenta, asimismo, los libros que tiene ahora mismo sobre la mesilla de noche: Poesía completa de Federico García Lorca (Galaxia Gutemberg); Dime mi nombre, de Sylvia Plath (Navona); Manual para mujeres de la limpieza, de Lucia Berlin (Alfaguara); Sangre de chocolate, de Radka Denemarková (Galaxia Gutemberg); Poesía Reunida, de Piedad Bonnett (Lumen); La habitación de las ahogadas, de Alana Portero. Y siempre, Lucía Lijtmaer, Gabriela Wiener, Gabriela Cabezón Cámara, Laura Fernández, Mafe Ampuero...

Le lectura como forma de encontrar la esperanza "en la vuelta a los adentros, que es un retorno demasiado lento, como si estuviéramos pegadas a un exterior común y banal, cada vez más alejado de cualquier verdad íntima, y por lo tanto extraordinaria". Asegura Fallarás, además, estar rodeada de esperanza en este loco mundo: "Vivo escuchando las voces de las mujeres que hablan para modificar sus vidas y las de sus seres queridos, consciente de que en ese acto modifican el mundo. Voy buscando 'lo menudo'. Una periodista muy querida, Marina Fortuño, me habló hace tiempo de la importancia de fijarnos en 'lo menudo'. Qué importante eso. Yo, que siempre he sido de grandes causas, ando fijándome en los detalles que transforman. Desde que dejé Madrid, mi mirada sobre los actos de las personas ha cambiado. También mi esperanza".

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Admite, eso sí, que tiene poca capacidad de evasión, pero lo intenta también por otras vías variopintas. A veces, le pide el coche a su sobrino Pepe (ella no tiene) y conduce "hacia ningún lugar" escuchando música que no conoce. Otras ocasiones busca películas de zombies y se da un "baño de sangre". "A menudo voy al mercado y me sumerjo en la cocina. Leo, claro, y sobre todo llevo mi libreta a mano para tratar de encontrar palabras nuevas, o nuevos matices a las de siempre, busco la forma de expresar todo esto", comparte.

Nos cuenta también Fallarás que últimamente se ha entregado a la filmografía de Agnès Varda, y confiesa que le gustan también bastante las películas de investigaciones relacionadas con descuartizadores, "a saber por qué". Ha visto hace poco, además, la serie Nit i dia, un thriller dirigido por Manuel Huerga y Oriol Paulo.

Todo ello, a ser posible, en lugares cerca de la costa que no están en la playa. "Me gusta el Empordà, en Girona, o las Serres del Mestral, en Tarragona. El aire huele y sabe a mar, pero no a crema bronceadora ni pescado frito. No me gustan las playas, cada vez soporto peor a la gente que está 'de vacaciones'. Es una pena que para llegar al mar haya que pasar por una playa con gente tumbada quemándose", termina divertida.

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