Maribel Verdú: "Palestina es la gran vergüenza de nuestro tiempo, como lo fue la guerra de Sarajevo"

Maribel Verdú en la última edición del Festival de San Sebastián

Acaba de terminar Maribel Verdú (Madrid, 1970) el rodaje de El problema final, una nueva serie de Netflix basada en la novela homónima de Arturo Pérez-Reverte que llega a la pequeña pantalla con dirección de Félix Viscarret y un elenco de altura en el que la actriz comparte protagonismo con José Coronado, María Valverde, Martiño Rivas, Gonzalo de Castro, Cristina Kovani o Pepón Nieto.

Llega la madrileña al verano, por tanto, con los deberes hechos al sumar este nuevo título a una filmografía que arrancó hace cuatro décadas y que sigue ampliando con fruición, disfrutando de multitud de proyectos tan dispares como, por citar algunos de los más recientes, las también series Cuando nadie nos ve, Élite o Ana Tramel, o esa incursión en Hollywood como la madre de Flash que se dio el gusto de encarnar hace un par de temporadas.

En verano me gusta regalarme tiempo

La que fuera Premio infoLibre a la Cultura 2022 se recrea estos días con regocijo en "lo más preciado que tenemos", que no es otra cosa que el tiempo para nosotros mismos. "En verano me gusta regalarme tiempo", confiesa a desde la orilla del mar. "Robbie Williams, mi gente, los libros y mi refugio del sur son mi evasión favorita", destaca, reiterando acto seguido: "Uno merece regalar el tiempo a la gente que le apetece, al verano, y también regalarme el tiempo a mí. Hacer lo que me dé la gana en cada momento, sin horarios. Ese es el descanso mayor y más absoluto".

Y una de las cosas que más le apetece siempre hacer a Verdú, tanto en los meses de estío como cuando saca ratitos el resto del año, además de pasear y meditar, es entregarse a la lectura, un hábito a través del cual se adentra "en otros mundos" y se olvida de "todo lo que ocurre alrededor", algo sin duda sano y necesario en el momento político que atravesamos. "Me niego a vivir en una burbuja y a no ser consciente de la realidad del mundo por mucho que duela", asegura a infoLibre, pero puntualizando: "La cultura y el arte nos salvan de todo, absolutamente". 

Cuando la desesperanza crece, cuando realmente hay un gran abismo de incertidumbre, buscas refugio en la cultura y en el arte

"Cuando la desesperanza crece, cuando realmente hay un gran abismo de incertidumbre, al final, en mi caso y creo que en el de muchas otras personas, buscas refugio en la cultura y en el arte. Sin duda alguna, no se me ocurre un flotador mejor para las tormentas de la vida", defiende, aprovechando para recomendar cuatro de los libros que más le han gustado recientemente: Toda la belleza del mundo, de Patrick Bringley; Y decidí amarte, de Pilar Clau y Gabriela Lardiés; Leonera, de Fernando León de Aranoa; y El descontento, de Beatriz Serrano.

"En la bio de Instagram tengo la lista de libros que me gustan y los voy guardando ahí arribita", recuerda, por si hay algún lector de infoLibre al que le pica la curiosidad. "Estoy leyendo el último de Laura Ferrero, El amor después del amor, que es una maravilla también", todavía continúa, antes de hacer una recomendación cinematográfica no precisamente reciente: Diamantes de sangre (2007). Y lo explica: "Tengo unos íntimos amigos médicos que han ido como voluntarios a operar a Sierra Leona, y por todo lo que me han contado esta historia es más que actual, porque nadie va a hacer nada nunca con África ya que no interesa. Esta película es de una actualidad absoluta con las guerras, las guerrillas y los intereses creados siempre en torno a todo lo que sea que no tenga que ver con la población civil".

Los hay que somos conscientes del peligro que representa Trump y los hay que viven en la inconsciencia más absoluta, como siempre

Porque los más vulnerables son siempre los olvidados, cuando no directamente los más atacados y castigados. Lo llevamos viendo ya demasiados lustros en Palestina, con mucha más violencia de un tiempo a esta parte por parte de Israel. "Esta es la gran vergüenza de nuestro tiempo, como lo fue hace relativamente poco la guerra de Sarajevo", lamenta la intérprete que, aún a riesgo de parecer reiterativa, no duda en afirmar que a su vez "la guerra de Sarajevo fue la última gran vergüenza de Europa". "Yo hice allí un documental hace años y fue algo terrorífico y de repente lo hemos vuelto a repetir porque todo se repite, todo vuelve", apostilla.

Coincide en este punto Maribel Verdú con todos aquellos que vienen avisando de las similitudes evidentes que este siglo XXI está calcando con respecto al XX, con el auge de la ultraderecha y los discursos de odio como principal indicador de lo que puede estar por llegar en la siguiente década. "Es que en la vida todo se repite y la memoria colectiva e individual es corta", concede, para luego lanzar una advertencia pertinente: "Nunca nos acordamos de lo que hemos pasado realmente en el momento que lo hemos pasado mal, todo se olvida, todo se atenúa, se desenfoca. Ojalá mantuviéramos la memoria tan fresca como en el momento en que suceden las cosas, pero por eso todo siempre se repite, efectivamente".

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También repite Donald Trump como presidente de Estados Unidos, en este segundo mandato consagrado con más virulencia todavía a su empeño de que literalmente todo el mundo haga lo que él quiere y se pliegue a sus deseos e intereses. "Los hay que somos conscientes del peligro que representa Trump y los hay que viven en la inconsciencia más absoluta, como siempre", apunta la intérprete, antes de compartir otra reflexión que nos afecta como colectividad y que engloba todo lo anterior: "Como sociedad dejamos bastante que desear, pero a nivel individual sí que nos queda siempre la empatía, ponernos en el lugar del otro, sabernos unos privilegiados y tener que estar agradecidos por nacer en un lugar determinado del mundo".

Vivo al margen de esa otra información de andar por casa que es todo el rato insultarse y meterse unos con otros

Se muestra, igualmente y a su vez, en el plano más local, preocupada y airada por la corrupción política endémica de la que parece imposible que podamos librarnos. "Nunca se va a alcanzar el tope cuando se habla de corrupción, no hay techo. Igual que pasa con los corruptos, pues es absolutamente infinito hasta dónde pueden llegar. Yo creo que es algo que se tiene dentro o no, que no se puede desarrollar, que va en el individuo. Si no eres corrupto, da igual a lo que te dediques, no tienes esa conciencia de ladrón, de extorsionable", argumenta.

"Por eso, siempre ha sido necesario un periodismo libre y siempre lo será. No ahora, siempre", sentencia, confesando para terminar que ella intenta mantenerse "desinformada de toda esa información tan perjudicial y tan dañina" que tiene que ver con los bulos y las mentiras agitadoras de los pseudomedios. Y remata: "Me entero realmente de las cosas un poco por Jesús Maraña y por amigos que están, creo que desgraciadamente, sobreinformados. Pero vivo un poco al margen de las cosas que no sean, digamos, más trascendentes e importantes, como pueden ser las guerras; vivo al margen de esa otra información de andar por casa que es todo el rato insultarse y meterse unos con otros. Eso realmente lo tengo bastante separado de lo que es el día a día de mi vida".

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