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Literatura española

La deuda de Madrid con Galdós

Galdós en la inauguración de la escultura de Victorio Macho en el Retiro, en 1919.

Decenas de miles de personas desfilaron por la capilla ardiente o asistieron al entierro de Benito Pérez Galdós (Las Palmas, 1843-Madrid, 1920). Burgueses con sombrero y abrigo de paño; obreros de boina y alpargatas; modistas jóvenes y ancianas; comerciantes, artesanos y menestrales; intelectuales de barba y lentes; y gentes de la farándula se agolparon en las calles que recorrió la comitiva fúnebre un 5 de enero, tal día como este jueves, víspera de Reyes. Fueron, y son todavía, calles y plazas que uno de los mejores novelistas de la literatura española convirtió en una creación literaria. Casi un siglo después, apenas un puñado de galdosianos del Ateneo de Madrid rindió un sencillo homenaje este miércoles al autor de Fortunata y Jacinta, junto a su estatua en El Retiro, obra del escultor Victorio Macho.

“Madrid tiene una deuda indudable con Pérez Galdós”, señala el editor, escritor y periodista José Esteban, uno de los grandes expertos en su obra, “tanto desde las instituciones públicas como desde el mundo de la cultura. Resulta indignante, por ejemplo, que la única vía dedicada al novelista sea poco más que un callejón en el barrio de Chueca cuando otras ciudades han rotulado con su nombre avenidas o plazas. Parece algo puramente simbólico, pero revela el desdén o el olvido de Madrid hacia uno de sus más brillantes cronistas. Por otra parte, no funciona en la capital ninguna fundación dedicada al estudio de la vida y la obra de Galdós, a diferencia de Las Palmas que cuenta con un centro cultural sobre la vida y la obra del escritor. Tampoco cuenta la capital con un museo dedicado al autor que, en opinión de muchos, es el mejor escritor español después de Cervantes”.

Apesar de que los homenajes y el recuerdo del autor de los Episodios nacionales se mantuvieron vivos en tiempos de la monarquía de Alfonso XIII y, más tarde, de la II República, la dictadura franquista fue diluyendo la figura de Pérez Galdós, un tipo republicano y anticlerical, incómodo para los poderes conservadores y para la Iglesia. Baste recordar que los sectores católicos más reaccionarios recogieron firmas, a finales del siglo XIX, para impedir que el escritor recibiera un premio Nobel de Literatura para el que sonaba como candidato. Pero lo más grave apunta a la indiferencia con la que la España democrática de las últimas décadas ha tratado al novelista, periodista y dramaturgo.

“Ha faltado un compromiso institucional del Ayuntamiento de Madrid y de otras entidades en el reconocimiento de la figura de Galdós”, opina el historiador Isabelo Herreros, quien ha dirigido una carta a responsables municipales en nombre del Ateneo, un centro al que estuvo muy vinculado el escritor. En esa misiva se emplaza al Ayuntamiento, ahora en manos de la coalición Ahora Madrid y con apoyo del PSOE, a participar en los homenajes anuales a Galdós y, sobre todo, a preparar con rigor y categoría el centenario de la muerte del novelista que se cumplirá en el año 2020. “Se trata”, añade Herreros, “de ir creando ambiente porque Madrid sigue en deuda con Galdós. Y esa deuda hay que saldarla”.

Tiradas de 10.000 ejemplares

Desde que llegara a Madrid con 19 años para estudiar Derecho, el joven canario se impregnó del pálpito de los cafés, las tertulias, los comercios y los mercados de esos barrios céntricos que rodean la plaza Mayor. Pocos escritores del XIX y comienzos del XX supieron recoger con tanta maestría el lenguaje, las costumbres y las vidas de las clases populares madrileñas. Galdós aplicó esa clásica técnica periodística de confundirse con el paisaje y con el paisanaje y por ello paseaba diariamente por la calle para escuchar las conversaciones de la gente, viajaba en transportes públicos o se alojaba en posadas y hostales de mala muerte. Solterón empedernido, pero mujeriego impenitente, mantuvo relaciones prolongadas con varias mujeres, entre ellas la escritora Emilia Pardo Bazán o la actriz Concha Morell.

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El autor de la biografía de referencia sobre Galdós (Vida de Galdós, editorial Crítica), el escritor y diplomático Pedro Ortiz Armengol, ha llegado a señalar que “don Benito ganó muchísimo dinero, pero se lo gastaba todo en mujeres y a todas les ponía un piso”. Autor de éxito, lo que hoy llamaríamos un escritor de bestsellers, Pérez Galdós llegó a publicar tiradas de 10.000 ejemplares de algunas de sus novelas, una cifra astronómica en una España donde medio país era todavía analfabeto. En definitiva, nuestro personaje pudo mantener una calidad de vida desahogada y durante largas temporadas convivió con sus hermanas y sobrinos en los acomodados barrios de Salamanca y Argüelles.

Los galdosianos alegan como razón para ese relativo olvido del novelista y dramaturgo su militancia anticlerical y republicana, pero incluso José Esteban apunta a la ignorancia y falso elitismo de muchos escritores españoles actuales. “Al igual que algunos envidiosos colegas de la generación del 98, cuyas obras no han resistido el paso del tiempo, calificaron a Galdós de garbancero, muchos autores de hoy muestran su incultura al no valorar a un autor de la talla de Balzac, en Francia; o de Joyce, en el mundo anglosajón. Afortunadamente contamos con excepciones entre los escritores contemporáneos de primera fila, como Almudena Grandes o Antonio Muñoz Molina, que son muy conscientes de la importancia de Galdós”. Los expertos galdosianos lamentan también que obras como Los episodios nacionales no se lean más por parte de los alumnos de los institutos de Bachillerato o de los estudiantes universitarios. “Pero qué tristeza de país”, remacha Esteban, “que organiza un pobre y ridículo centenario de Cervantes, sobre todo en comparación con la magnitud de los homenajes paralelos a Shakespeare mientras se enreda en la búsqueda de los huesos del autor de El Quijote que no interesan a nadie”.

 

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