Pequeño pueblo en armas
Soledades - Javier Egea
Prólogo de Félix Martín Gijón. Ediciones Hiperión (2025)
Hace más de treinta años Javier Egea (1952-1999) hizo una selección de su obra, una muestra que consideraba definitiva de su escritura entre 1970 y 1990 —desde Serena luz del viento hasta Raro de luna—. Tras tres décadas, y gracias al trabajo de Hiperión y de quienes han velado por su legado, por fin Soledades llega a las estanterías. El prólogo se abre con una de las últimas anotaciones del poeta: «Tengo ganas de ver ese libro en la calle», así se presenta Soledades, como la culminación de una trayectoria que abarca veinte años de fidelidad absoluta a la poesía.
La selección fue preparada poco después de la publicación de Raro de Luna en Ediciones Hiperión en 1990, con dibujos de Rafael Alberti, que no tuvo el impacto esperado. Este libro, ahora sí “raro” en todas sus acepciones —incluida la bibliófila—, se ha convertido en un libro de culto, sonámbulo, fantasmal, psicoanalítico, de hondura clásica y modernidad radical, en un experimento poético quizá sin comparación en la poesía del siglo XX.
Aquella selección que preparó Javier Egea esperó durante años que alguien la prologase. Entre tanto, el poeta decidió dejar esta vida y el listado de la antología quedó, fallida, entre los papeles de su legado. En la Poesía completa publicada por Bartleby en 2012 se mencionaba a menudo esta selección, que esperaba ser publicada. Podía ser leída, extraída, pues se señalaban los poemas que la componían entre toda su obra completa. Por azares del destino esta antología, al fin, ve la luz pública en la editorial para la que fue preparada, hoy prologada por Félix Martín Gijón.
El título de Soledades era un título que fascinó siempre a Javier Egea: el tono gongorino y machadiano en su poesía, la devoción por los clásicos, se aúnan en el título. Al fin y al cabo, Góngora es una de las referencias formales por excelencia y Antonio Machado reivindicaba una “nueva sentimentalidad”. La contradicción interna de Egea, su vocación y dominio formal de la lírica enfrentada a una poesía de finalidad, de compromiso, de vocación; es así es que el compromiso ideológico y el lirismo caminan juntos y consiguen esa voz arrebatadamente identificativa, donde se refleja el yo de cada mente lectora.
Como señala el prologuista, frente al romanticismo del “yo” aislado, Egea muestra una soledad impuesta por el capitalismo, pero también un espacio desde el que resistir, resistir juntos, pero lo hace desde una absoluta observación de las normas de la casa de la poesía. A través de esta lectura materialista, el poeta reinterpretó la herencia clásica —Garcilaso, Góngora, Lorca— desde una perspectiva histórica y combativa. La lectura de Teoría e historia de la producción ideológica de Juan Carlos Rodríguez fue, según Martín Gijón, un punto de inflexión decisivo: permitió a Egea reconciliar su herencia clásica con su impulso revolucionario y reformuló la relación entre poesía y realidad.
El prologuista sostiene que Egea escribió desde una poética del riesgo, marcada por la contradicción: entre lo íntimo y lo histórico, el amor y la derrota, la belleza formal y el compromiso político. El título Soledades se convierte en metáfora de esa contradicción central: la soledad, siendo una experiencia individual, se multiplica en plural porque nace del enfrentamiento del sujeto con el mundo, con la sociedad, con los otros. Egea transforma el motivo clásico de la soledad en una categoría política y moral.
Desde sus primeros versos hasta su último poema en 1999, lógicamente ausente de esta antología, la soledad fue núcleo temático, un espejo de su biografía y su búsqueda artística. Con Troppo mare (en 1980, tras un legendario viaje a la Isleta del Moro) Egea halló la conciencia marxista que ensambló poesía y política, que tuvo encuadre en el movimiento de La otra sentimentalidad, y más allá, como demostró el libro-colofón de Raro de Luna y avanzaba el frustrado proyecto de Sonetos del Diente de Oro.
Martín Gijón muestra cómo Egea concibió su oficio poético como una forma de vida, un acto moral. Su soledad no es elegíaca ni decorativa, sino el síntoma de una época marcada por la incomunicación y el capitalismo. El prólogo insiste en que Soledades no es una simple recopilación retrospectiva, sino una obra total, una autobiografía lírica que hilvana un hilo ideológico y emocional. En su poesía, la soledad se pluraliza: se vuelve social, histórica, urbana, solidaria, amorosa o desesperada. El prólogo concluye subrayando que la poesía de Egea es un combate entre vida y escritura, una apuesta por transformar la soledad en conciencia. En ella conviven tres pilares —la poesía, la revolución y el amor—, los mismos que resumen su ideario vital y estético. Para Egea, soledades era, en efecto, “la palabra más bella del idioma”.
Quien desee conocer la obra de este poeta, a veces esquivo, tiene en Soledades la oportunidad de encontrar la selección propia, la muestra definitiva de su voz, su obra, su mundo y su vida. En su contenido esta selección no solo se centra en sus tres libros mayores (Troppo Mare, Paseo de los tristes, Raro de Luna) aquí ordenados por fecha de creación que no de publicación, sino que recontextualiza sus obras previas y añade poemas sueltos de poderosa ironía, aquellos con los que solía cerrar sus inolvidables recitales.
Egea se revela como un poeta del límite y de la contradicción, cuya fuerza radica en tratar las tensiones que lo habitan y las hace materia poética. Su escritura convierte la soledad en una forma de resistencia y de comunión, donde confluyen sus tres fidelidades últimas —la poesía, la revolución y el amor—. Así remata su “poética”, absoluto y vitalista:
Porque a pesar de todo nos hicimos amigos
La belleza de la magia
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y me mantengo firme gracias a ti, poesía,
pequeño pueblo en armas contra la soledad.
*Alfonso Salazar es escritor.