ANTIFEMINISMO
Fallarás sigue desprotegida y recibiendo amenazas 15 días después de la campaña de odio iniciada por Vox
Cristina Fallarás estaba invitada este martes a participar en unas jornadas organizadas por la Academia del Cinema Català. Llegada la hora de su intervención, el espacio reservado para ella no estaba ocupado por nadie. En su lugar, una silla sosteniendo un ordenador portátil. Y ahí, en la pantalla del aparato, la imagen de la periodista, a tiempo real pero a kilómetros de distancia. Fallarás apenas sale de su casa y no se deja ver –más que por videollamada– en los eventos a los que la invitan, a pesar de que el grueso de su activismo y su trabajo se nutre de esos actos. No lo hace porque su seguridad y su integridad están en riesgo: desde hace quince días recibe amenazas diarias. El detonante, una campaña de odio ejecutada por Vox.
El partido ultra inició hace medio mes una acción directamente dirigida a hostigar, amedrentar y silenciar a la escritora feminista, abriendo una página web pensada específicamente para denunciarla por un supuesto delito de odio. Los de Santiago Abascal animan a sus afines para que sean ellos mismos quienes también formalicen una denuncia contra la comunicadora –incluso proporcionando un formulario para facilitar el trámite–, pero además les agita deliberadamente a través de redes sociales. Y es entonces cuando comienzan las amenazas.
"Llevo nueve años recibiendo amenazas de muerte, agresiones y acoso, tanto callejero como en redes sociales, sin parar. Pero esta vez, todo es distinto", asiente la periodista al otro lado del teléfono. Lo diferencial se explica a través de dos elementos: el primero, la aparente organización de quienes amenazan. "Hablan siempre en plural", explica la víctima de los ataques. Su fotografía ha comenzado a circular en "foros de neonazis" en los que se difumina la línea entre las fantasías violentas de un fanático y las acciones potencialmente ejecutables de un grupo organizado. El segundo elemento es lo virulento de las amenazas. "Una violencia que yo no conocía. Ya no me llaman fea y gorda, me dicen que me queda poco tiempo", asegura la escritora.
Sin protección
La violencia explícita en redes sociales tiene un efecto inmediato. Fallarás lleva días atravesando la puerta de su casa sólo para lo necesario y sus apariciones públicas se reducido a mínimos. Todo ello, pese a que no ha dejado de pedir ayuda a las instituciones.
El 29 de septiembre, la periodista presentó una denuncia ante la Fiscalía Provincial de Zaragoza. Argumentaba que la campaña iniciada por la ultraderecha incurría en un delito de odio e incidía en la existencia de una motivación de carácter ideológico en los ataques, al ser agredida por su implicación en la defensa de las mujeres y el feminismo. Fallarás denunciaba tanto a Vox como a la coordinadora nacional jurídica del partido. El 1 de octubre, la denuncia se remitió a la Fiscalía Provincial de Madrid, al considerar que son los tribunales de la provincia los competentes. Desde entonces, la escritora no ha vuelto a tener conocimiento de avance alguno. La web de la ultraderecha sigue operativa y las amenazas son diarias.
El mismo 29 de septiembre, Cristina Fallarás pidió además protección ante la Delegación del Gobierno de Aragón y el 7 de octubre reiteró la petición, esta vez ante el Ministerio del Interior. Amnistía Internacional también se pronunció enseguida, pidiendo la actuación inmediata de las instituciones. Según explica un portavoz del Ministerio de Fernando Grande-Marlaska, la petición de la escritora está en manos de la Secretaría de Estado de Seguridad. Fuentes del departamento detallan a su vez que el procedimiento habitual pasa por realizar valoraciones de riesgo, de las que no informan por seguridad, y en función del resultado, decidir respecto a la necesidad de protección.
Este diario ha preguntado también a la Fiscalía Provincial de Madrid si tiene constancia de la denuncia y en qué punto del proceso se encuentra, pero no han podido por el momento proporcionar la información solicitada. Sí matizan que los tiempos pueden ser diversos en función de distintas variables, por lo que un asunto puede tardar semanas o meses en ser tramitado.
Un peligroso precedente
La espera no está siendo fácil para Cristina Fallarás. "Me parece increíble que las instituciones no estén haciendo nada", reconoce en conversación con este diario. Fundamentalmente, agrega, porque "sienta un precedente peligrosísimo" y un mensaje aleccionador no sólo para la propia afectada, sino para las feministas y para la libertad de expresión.
Porque el origen de la campaña de odio no es otro que un artículo publicado por Fallarás en la columna que lleva su firma en el diario Público. En él, la periodista proponía algo tan sencillo como confrontar el discurso racista de la extrema derecha: "Cuando alguien delante de ti defienda las consignas del partido ultra, te levantas y te vas. Y cuando tu hijo te diga que le gusta Abascal, lo sientas y le explicas por qué no puede ser un cobarde y un desgraciado. Si te dice que hay que echar a los inmigrantes, le paras los pies de la misma manera que lo harías si te dijera que hay que violar a las chicas o hay que torturar a los animales".
La ministra de Igualdad, Ana Redondo, se pronunció a finales de septiembre: "La ultraderecha va a por nosotras y está en juego nuestro sistema de derechos y valores", publicó en redes sociales.
Vox pone en la diana a Cristina Fallarás con una campaña en la que pide a sus afines que la denuncien
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"Primero han utilizado la imagen de una periodista para lucrarse del odio hacia mí, porque ese odio les reporta afiliados y por lo tanto dinero", aclara la escritora. Para graduar la gravedad de lo sucedido, pone un ejemplo: "Pongamos que Sumar, Podemos o EH Bildu toman la imagen de una periodista o de una actriz y dan órdenes de ir todos contra ella, abriendo una web con su imagen. ¿Qué haría la derecha?", se pregunta, perfilando ella misma la respuesta: "Sería impensable".
No sucede así en este caso, reflexiona, porque se está "generando una tolerancia hacia los gestos de la extrema derecha muy preocupante y cada paso que dan no está recibiendo reproche suficiente". Esa falta de condena pública la percibe también la periodista entre los líderes políticos. Si bien partidos como Podemos, Comuns e Izquierda Unida sí han contactado con la escritora, Cristina Fallarás echa en falta una respuesta unánime en el Congreso. Una suerte de silencio y permisividad que le resulta, admite, escandalosa: "¿Hasta dónde les vamos a permitir llegar?", cuestiona, "¿tiene que haber una agresión o sangre en una calle?".
Al final de la columna objeto de la ira reaccionaria, la autora decía declararse "antifascista hasta la médula" y añadía que "ser antifascistas de forma explícita y radical no es una opción", sino una "obligación". La extrema derecha nacional ha contestado ahora en forma de ataque directo, pero la suya no es una respuesta aislada, sino que se engloba en una ofensiva global. Un ejemplo: en Estados Unidos y en Hungría, los gobiernos ultras ya han dado pasos para declarar como terrorista al movimiento antifascista. Y entre los primeros en celebrarlo, Vox: "Exigimos en Bruselas que #AntifaTerrorist sea considerada organización terrorista. Llamemos a las cosas por su nombre", clamaba en redes Jorge Buxadé.