De arma electoral, a lastre: la economía deja la popularidad de Trump en números rojos

La economía pone y quita gobiernos en todo el mundo. Durante el pasado 2024 y parte de este año, decenas de Ejecutivos cayeron en una ola casi sin precedentes de descontento. Los factores fueron muchos, pero uno de los principales a los que se atribuyó esta entrada en barrena fue la inflación. Quizás uno de los que más sufrió esta deriva fue el entonces presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y su vicepresidenta, Kamala Harris, que también se vieron arrastrados por este tsunami. Donald Trump volvió al poder en buena medida gracias a su efectiva campaña criticando el alza de precios, canalizando el amplio descontento que reflejaban las encuestas y apoyándose en su buena imagen de gestor arrastrada de su anterior mandato. La economía fue, así, su arma decisiva en los comicios. Un arma que, pese al éxito que le dio en noviembre, se le puede estar a punto de volver en contra.
Los primeros 100 días del segundo mandato de Trump, una fecha ampliamente celebrada por el magnate en un mitin donde afirmó que Estados Unidos iba a comenzar una nueva “edad dorada” gracias a su gestión, han dejado más dudas que certezas en cuanto a las consecuencias económicas que pueden tener sus decisiones. Trump llegó a la presidencia prometiendo que los datos mejorarían y que no solo disminuiría la inflación, sino que llevaría la economía estadounidense a cotas nunca antes vistas. Sin embargo, como sucede en muchas ocasiones con Trump, la realidad y los datos no terminan de respaldar las hiperbólicas palabras del magnate, al menos hasta el momento. De hecho, muestran todo lo contrario.
Este pasado miércoles se conocía que el Producto Interior Bruto (PIB) de Estados Unidos se había contraído un 0,3% en el primer trimestre de 2025, lo que significa el primer dato negativo de este tipo para el país desde 2022. Pese a que la cifra toma en cuenta tan solo unos pocos días de la anterior Administración, Trump ha salido rápidamente a culpar a Biden del dato y a eliminar totalmente el peso que su política pudiera tener en él. "No tiene nada que ver con los aranceles, solo que Biden nos dejó con malas cifras, pero cuando comience el auge, será como ningún otro. ¡¡¡Tengan paciencia!!!”, ha escrito el presidente en su red social, Truth Social. Unos números que se añaden al aumento de un 25% a un 40% en el riesgo de recesión para el país pronosticado por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
No obstante, no todos los datos económicos de Trump son malos. Por ahora, el mercado laboral estadounidense resiste con creces: en marzo se crearon más de 200.000 empleos, casi 100.000 por encima de las previsiones que los analistas habían realizado tras las erráticas decisiones del magnate. Una tendencia que continuó en abril, estabilizándose en torno a las mismas cifras. Además, la promesa de Trump de reducir la inflación por ahora se está cumpliendo, y el coste de la vida disminuye a un ritmo mayor, incluso, de lo pronosticado por los análisis en marzo, pese a la guerra arancelaria que el magnate ha desplegado contra sus principales socios comerciales.
Los datos pueden parecer contradictorios, pero no lo son: explican una realidad mucho más compleja y en la que Trump puede tener parte de razón. “Los números que están saliendo ahora son trimestrales y aún no nos permiten hacernos una idea clara del impacto de las decisiones del presidente en la economía. Las transiciones entre una Administración y otra suelen ser más estables de lo que pensamos y los datos no experimentan grandes fluctuaciones de una a otra. Por eso, y porque 100 días no son suficientes para ver el estado de una economía, ni los datos optimistas pueden ser atribuidos en su totalidad a Trump, ni tampoco los pesimistas”, explica Miguel Ángel Ortiz, profesor de economía internacional de CUNEF.
De hecho, el experto matiza que Trump puede tener razón en que parte de estos datos se explican por la herencia recibida de Biden, pero en este caso, y a diferencia de lo que dice, de una forma positiva. “La economía de la anterior Administración, sobre todo a nivel macro fue bastante mejor de lo que realmente se piensa o de lo que percibió el votante medio. Muchas de las tendencias que vemos ahora ya las teníamos antes de noviembre”, señala el economista.
Igualmente, Alana Moceri, profesora de Relaciones Internacionales de la IE University, piensa que Trump ha fallado en continuar la buena senda que le dejó Biden: “Cuando hay un cambio en la presidencia, el nuevo inquilino de la Casa Blanca nunca suele dar golpes de timón o cambios radicales, sobre todo si viene de datos que no son malos. Nadie se plantea hacer daño a una economía saneada, no hay necesidad, pero Trump sí lo ha hecho”, afirma.
Los mercados dictan sentencia
Sin embargo, hay algo donde sí que se puede medir mejor el impacto positivo o negativo de Trump a nivel económico: en los mercados. Y su veredicto es de todo menos positivo. “La bolsa da una imagen mucho más realista de cómo está la economía y, si aislamos sus números del resto de factores, la situación es mala. Desde la llegada de Trump el pesimismo se ha extendido entre las grandes empresas, como las tecnológicas, que están perdiendo dinero. Antes esto no sucedía, por lo que no se puede achacar a otra causa que no sean las decisiones tomadas por Trump”, describe Ortiz.
La imprevisibilidad del presidente es quizás el factor clave en este asunto. Los aranceles, una medida ya de por sí hostil y que causa nerviosismo en los mercados, no terminan ni siquiera de implementarse al 100%. Salvo en el caso de China, son incontables ya las ocasiones en las que el presidente ha puesto y quitado tasas, modificado su cifra o suspendido su aplicación durante meses para negociar con el resto de países. Un modus operandi que no para de hacer daño a los mercados. “La volatilidad de la bolsa es evidente y es atribuible a Trump. Hay caídas mucho más abruptas que antes y está claro que la tendencia de las mismas es pesimista”, continúa el economista.
La volatilidad de la bolsa es evidente y es atribuible a Trump. Hay caídas mucho más abruptas que antes y está claro que la tendencia de las mismas es pesimista
Aun con todo, Trump sí que ha encontrado en las bolsas un cierto control a su actividad desaforada. “Es cierto que los aranceles son algo que lleva defendiendo desde los 80 y que es inherente a su ideología. Sin embargo, estos meses sí creo que hemos visto que su límite está en las grandes caídas del mercado. A estos les da igual el plan de Trump, les importan sus inversiones, y cuando les va mal y la bolsa entra en pánico, hemos visto cómo el presidente recula y suspende sus medidas”, defiende Moceri.
Es exactamente lo que sucedió después del llamado Día de la liberación, la jornada en la que Trump anunció al mundo sus aranceles. La decisión del presidente vino sucedida por una oleada de caídas de las bolsas de todo el mundo, que contuvieron la respiración ante una guerra comercial sin precedentes. Solo unos pocos días después de esa debacle, Trump suspendía por 90 días la aplicación de sus aranceles, excepto para China, y las bolsas se volvían a recuperar.
Eso sí, una cosa es que las bolsas sean pesimistas y que las acciones de Trump sean, en buena parte, inexplicables, pero otra bien distinta es que esto permee al bolsillo de los estadounidenses. “No sabemos si esa situación de los mercados pasarán a notarla los ciudadanos, pero desde luego si, como parece, no va a haber un acuerdo con China, las cosas se pueden tambalear. Muchos inversores estadounidenses tienen sus negocios muy descentralizados y fuera del país, y Trump con sus aranceles ataca precisamente eso. El daño que puede causar a esas inversiones puede ser muy peligroso para la economía”, comenta Ortiz.
Trump no tiene las cartas
Además, explica, la economía actual no es la de los 80. Entonces, todo el mundo dependía en gran medida de Estados Unidos; ahora las cosas han cambiado enormemente, todo está más interconectado y es el país norteamericano quien tiene muchas dependencias. “En una guerra comercial tienen todas las de perder. Si Trump, como dice, quiere eliminar ese déficit comercial, tiene que hacerlo progresivamente, no de repente y de forma hostil. Si continúa con esta deriva, el consumidor lo va a notar, los precios subirán y habrá escasez. Nadie se va a atrever a importar nada de un país tan importante a nivel de fabricación como China con esos aranceles”, zanja el economista.
De llegar a ese escenario, las consecuencias electorales para el Partido Republicano (Trump no puede presentarse para un tercer mandato) podrían ser devastadoras. “Durante toda su carrera, la economía ha sido una de las cosas que le habían distinguido y siempre ha sido de sus puntos fuertes, junto con la [lucha contra la] inmigración. Pero actualmente la tasa de aprobación de su gestión está bajo mínimos, en torno al 40%, por lo que buena parte del electorado parece haber perdido la confianza en él para gestionar la economía”, señala Roger Senserrich, politólogo experto en política de EEUU.
“Vamos camino a una recesión y si eso sucede, y además la causa clara de ella son las políticas arancelarias de Trump, esto hará un daño enorme al Partido Republicano. EEUU sigue siendo un país muy polarizado, donde hay personas que les van a votar pase lo que pase, pero de cara a las elecciones de mitad de mandato, si se entra en recesión en el segundo trimestre y el paro sube al 7%, que es una barbaridad para EEUU, muchos republicanos se van a llevar una buena paliza”, continúa el experto. Un análisis en el que coincide Moceri, que pone el foco en cómo los votantes menos ideologizados están abandonando al presidente precisamente por las consecuencias de su deriva económica.
Trump contra la realidad
Ni las políticas racistas, ni los aranceles: los cien días de mandato de Trump no pasan factura entre sus votantes
Ver más
Trump es consciente de este descontento y, para minimizarlo, recurre a una de las tácticas tradicionales del trumpismo: negar todo y atacar. “Existe el miedo en EEUU de que, si los números siguen a la baja, el presidente pueda comenzar a presionar a las agencias de datos. Es algo que se está hablando porque ya lo ha hecho en el pasado con otras organizaciones, aunque es difícil que, por mucho que presione, pueda ocultar unos números que también recogen decenas de entes privados”, explica Senserrich. Esta estrategia de presión ya la usó Trump contra el presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, pidiendo su dimisión después de que este no le hiciera caso y no bajara los tipos de interés.
La Fed en EEUU es un órgano teóricamente independiente del Gobierno que vela por la gestión económica desde un ámbito técnico y lejos de los intereses políticos e ideológicos del momento. “Es una agencia que, si bien es cierto que tiene influencias del Gobierno, siempre debe mantener una imagen de independencia, ahí es donde reside su verdadero poder. Aunque recibe presiones, no habían sido tan abiertas como ahora y, si de repente se empieza a ver que la Fed toma decisiones a favor del Gobierno, la confianza de los inversores también puede ir hacia abajo”, comenta el economista.
Con todo, Trump siempre ha pensado que el presidente debe tener más control sobre la Fed, y su Administración tiene casos litigándose en los tribunales –con toda probabilidad llegarán al Supremo– que, de darle la razón, le otorgarían el poder para expulsar a Powell. “Los jueces son muy conscientes del peligro que tendría esto, y estoy seguro que si Trump llega a tener los instrumentos para poner a alguien afín en la Fed, lo hará. Y eso sería otro paso más en la erosión institucional de EEUU”, termina el politólogo.