China y las potencias de Occidente disputan una guerra del metal para consolidar su poder geoestratégico
Tras meses de tensiones, muchos quieren ver esto como una tregua: China anunció el domingo 9 de noviembre la suspensión de la prohibición de exportar germanio, galio y antimonio a Estados Unidos. El levantamiento de las restricciones se mantendrá hasta el 26 de noviembre de 2026, tal y como han precisado las autoridades chinas para dejar claro que las hostilidades pueden reanudarse en cualquier momento.
Porque se trata, efectivamente, de una nueva guerra de los metales, aunque sea de baja intensidad. Aunque se limiten a estos momentos, esas luchas por el control, o incluso el acaparamiento, de ciertos minerales y metales se producen cada vez que se produce una gran ruptura tecnológica, cada vez que se produce un gran cambio en el mundo.
Después de haber hecho la vista gorda ante la devastación ecológica que implica el acceso a esas materias primas, así como ante las guerras que su control puede provocar, Occidente toma conciencia de su vulnerabilidad con respecto a estas producciones que daba por sentadas. De repente, descubre que necesita tierras raras, cobre, cobalto, estaño, acero y aluminio para continuar su transición energética y su revolución tecnológica en el ámbito digital.
En todo el mundo se ha iniciado la carrera por garantizar un suministro seguro de materiales críticos y estratégicos. La administración Trump está impulsando la reapertura de minas en todo su territorio. Está adquiriendo participaciones directas en grupos mineros considerados estratégicos, como en el yacimiento de Mountain Pass, la única mina de tierras raras de Estados Unidos.
En Francia, los dirigentes redescubren la calidad de los estudios de la Oficina de Investigaciones Geológicas y Mineras (BRGM), cuya existencia habían olvidado en los últimos años. Algunos hablan de la reconstitución de fondos estratégicos mineros, como los que existían tras la crisis del petróleo de 1973 y que se evaporaron a finales de los años 80 en circunstancias desconocidas.
Obsesión por las tierras raras
En todas las cancillerías del mundo, ningún diplomático ignora ya las palabras “tierras raras”, ya que se han convertido en un tema político de gran importancia. Esta familia de metales se ha vuelto esencial en el desarrollo de tecnologías para la transición ecológica y digital. Si se califican de raras, no es por la dificultad para encontrarlas, sino porque existen en cantidades tan pequeñas que son difíciles de extraer y explotar.
Durante tres décadas, Occidente ha descuidado esos minerales, prefiriendo delegar su explotación y deslocalizar sus procesos de tratamiento, muy contaminantes, a otras partes del mundo. Estados Unidos cerró prácticamente todas las minas. Francia, que tenía una posición fuerte en el refinado, consideró en ese momento más rentable cerrar sus fábricas, como la de La Rochelle (Charente-Maritime), entonces propiedad de Rhodia, absorbida desde entonces por la belga Solvay.
El acero chino representa hoy más de la mitad de la producción mundial
Todo iba bien en el mundo de la feliz globalización hasta que Xi Jinping asumió la presidencia de China en 2013. Entonces, Occidente tomó conciencia de su situación de dependencia: sin hacer ruido, el país había construido una estrecha red de acceso a las minas de todo el mundo y había adquirido un cuasi monopolio sobre el refinado de varios minerales esenciales. Y Pekín estaba ya decidida a explotar esta ventaja.
“No solo se trata de las tierras raras”, señala Philippe Chalmin, profesor emérito de la universidad Paris-Dauphine y especialista en materias primas, ligeramente molesto por la excesiva focalización en esos materiales únicos. “Las restricciones chinas sobre el galio, el germanio y el antimonio, que son metales conocidos y utilizados desde hace mucho tiempo, nos recuerdan que el campo es mucho más amplio. Familias enteras de metales son igualmente esenciales para las revoluciones tecnológicas en curso, mientras que otras están perdiendo importancia”, explica.
Amenazada la siderurgia europea
En el ámbito de los metales indispensables, el acero sigue siendo imprescindible, tanto para usos civiles como militares. Los europeos y los americanos han prestado poca atención a la preservación de su industria siderúrgica durante años. Al mismo tiempo, China, para satisfacer sus propias necesidades de equipamiento, se ha dotado de una enorme capacidad de producción en todo el país, con el apoyo del capitalismo de Estado.
El acero chino representa hoy más de la mitad de la producción mundial. Pero la época de los grandes equipamientos y de la construcción de grandes infraestructuras ha terminado en China: la demanda interna es inferior a la oferta. Pero en lugar de abordar el exceso de capacidad y adaptar sus herramientas de producción, Pekín ha optado por inundar el mercado mundial del acero, rompiendo los precios por debajo de los costes de producción. La tonelada de acero chino se ofrece a veces a precios inferiores a los de la tonelada de mineral de hierro.
El cobre está llamado a convertirse en el metal estratégico de las revoluciones energética y digital del siglo XXI
Este dumping, posible por las ayudas estatales chinas, está causando estragos en la siderurgia mundial. Estados Unidos ha respondido imponiendo aranceles del 50 % a las importaciones siderúrgicas para proteger su industria. A principios de octubre, tras más de dieciocho meses de negociaciones, la Comisión Europea anunció un aumento de los aranceles del 25 % al 50 % sobre las importaciones siderúrgicas y una limitación del volumen al 10 %.
Pero estas medidas llegan muy tarde. El sector siderúrgico europeo está ya al borde del colapso y el grupo alemán ThyssenKrupp se ve amenazado a su vez con pasar a manos de un grupo indio.
Se están agotando las minas
Aunque la electrificación de los usos no avanza al ritmo esperado por los científicos, sigue su curso. La compra de coches eléctricos está aumentando en todas partes, aunque en proporciones menores de lo que preveían los fabricantes. Y estos vehículos necesitan un elemento indispensable: baterías. Del mismo modo, el rápido desarrollo de las energías renovables ha puesto de manifiesto la necesidad de capacidades de almacenamiento para regular la producción y la gestión de las redes. También en este caso son indispensables las baterías.
En este momento, la tecnología más extendida es la de las baterías de iones de litio. Desde hace varios años, los Estados y los grupos mineros de todo el mundo se han fijado como objetivo este mineral crítico. Ya están en explotación numerosos yacimientos y se están abriendo otros en África. Francia tiene un proyecto de mina de litio en Allier (Auvernia-Ródano-Alpes) dirigido por el grupo minero Imerys.
Las reservas registradas sugieren que no hay amenaza, al menos a corto plazo, para el suministro de litio, ya que existe en casi todo el mundo. Pero no ocurre lo mismo con el cobre.
Conocido desde la antigüedad, el cobre sigue siendo un metal indispensable. Incluso está llamado a convertirse en el metal estratégico de las revoluciones energética y digital del siglo XXI. Es el metal que garantiza la mejor conducción de la electricidad. Automóviles, semiconductores, circuitos eléctricos, líneas de redes eléctricas, centros de datos: está presente en todas las etapas, en todas las formas posibles y en todos los sectores industriales. Y sus usos no dejan de desarrollarse.
Durante años, China ha acumulado enormes reservas de cobre para garantizar su suministro, y algunas de estas reservas incluso se utilizan como contragarantía en operaciones financieras. Y no tiene intención de soltar su control.
Porque muchos de los grandes yacimientos que se vienen explotando desde hace décadas en Chile, Australia, Canadá, Rusia e Indonesia se están agotando. Aunque se están acelerando las investigaciones para encontrar nuevos yacimientos, llevará tiempo antes de que entren en producción y no todos serán económicamente explotables.
Mientras tanto, la demanda no deja de aumentar y el mundo corre el riesgo de encontrarse ante un déficit estructural. Según la Agencia Internacional de la Energía, para 2030 la producción de cobre podría cubrir solo el 70 % de las necesidades.
El renacimiento del estaño
El estaño, ampliamente utilizado desde la época de los romanos —es uno de los componentes del bronce, junto con el cobre—, siguió utilizándose posteriormente en proporciones variables, lo que a menudo dio lugar a graves conflictos entre los imperios coloniales (Gran Bretaña, Países Bajos, Francia). La industria automovilística y el descubrimiento de la conservación en latas a principios del siglo XX multiplicaron por diez el interés por este metal, a veces muy caro, que se convirtió entonces en indispensable.
La carrera por adquirir toneladas de este metal tan dúctil para fabricar piezas de automóvil en aleación y, sobre todo, latas de hojalata para las conservas, estaba entonces en pleno apogeo. “Estados Unidos se enfrentó frontalmente al Imperio Británico para tener acceso al estaño de Malasia”, recuerda Yves Jégourel, profesor del Conservatorio Nacional de Artes y Oficios (Cnam y especialista en economía de las materias primas. Es también la época en la que surgen los barones del estaño de Bolivia, que amasan enormes fortunas gracias a la explotación de las minas del país.
Luego, el uso de las conservas disminuyó, y con ello el interés por el estaño. Pero con la revolución de la transición energética y digital, este metal recupera su estatus anterior: es indispensable para las soldaduras de los circuitos eléctricos, desde los semiconductores hasta las inmensas redes eléctricas.
Cada año se producen más de 300.000 toneladas de estaño en todo el mundo. China, por sí sola, representa un tercio de la producción mundial, seguida de Indonesia y, muy por detrás, Birmania, Bolivia y Perú, y aún más lejos, la República Democrática del Congo. Una vez más, la oferta puede llegar a no satisfacer una demanda exponencial.
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Este renovado interés por los metales conlleva tensiones y amenazas. Porque en su carrera desenfrenada por hacerse con el control de minerales críticos y estratégicos, es muy de temer que los Estados dejen de lado cualquier otra consideración, ya sea ecológica, diplomática, territorial o cultural, para centrarse en un único objetivo: garantizar a toda costa su suministro y consolidar su poder tecnológico y geopolítico.
Traducción de Miguel López