Orbán naufraga con su 'cumbre de la paz' con Trump y Putin y EEUU le da la espalda con las exenciones
Con una amplia sonrisa y voz algo emocionada, Viktor Orbán acudió el viernes 17 de octubre al programa “Bonjour la Hongrie” para hacer un gran anuncio a los oyentes de la radio pública Kossuth: la capital húngara acogería una “cumbre de paz” con Donald Trump y Vladimir Putin.
¿Por qué Budapest? “Porque es el mejor lugar... Porque es la isla de la paz”, comentó el primer ministro, quien desarrolló su idea durante una entrevista de media hora: “Llevamos tres años defendiendo abierta y ruidosamente la paz. Por eso Hungría era el único lugar de Europa donde hoy podía celebrarse un encuentro entre Trump y Putin”.
El anuncio llegó en el momento oportuno para dar cuerpo a los eslóganes de su campaña para las elecciones legislativas del 12 de abril de 2026, que no acaba de despegar: Hungría es “la isla de la paz” frente al “bando de la guerra”, es decir, Ucrania y Volodímir Zelensky como responsables del conflicto, “Bruselas” (la Unión Europea) y sus “planes belicistas”, contra los que se ha cursado una petición, y su objetivo final, su principal oponente, Péter Magyar, su marioneta.
Pero, catapum, todo se vino abajo. Ante la falta de apertura de Rusia, Trump dio un giro de 180 grados y la idea de una cumbre en Budapest se pospuso, si no se abandonó por completo. No habrá eje Washington-Moscú pasando por Budapest, ni triunfo personal para Viktor Orbán, ni gesto de desprecio a la Unión Europea (UE). La narrativa quedó hecha trizas.
El líder magiar identificó la amenaza tan pronto como estalló la guerra a gran escala en Ucrania. El mismo día de la invasión rusa, el 24 de febrero de 2022, su Gobierno “condenó la intervención militar rusa”, pero dejó claro que “Hungría no debía verse arrastrada a ese conflicto militar. Desplegar personal militar o enviar material militar a Ucrania [estaba] fuera de cuestión”.
Los límites de la “neutralidad”
En los días siguientes, Viktor Orbán defendió una posición de neutralidad, argumentando que Hungría y Europa Central debían rechazar a toda costa la lógica de los bloques, so pena de volver a ser los perdedores de la historia, como durante la Guerra Fría. Una apuesta arriesgada que se ha vuelto peligrosa para Hungría, que intenta liberarse de cualquier restricción internacional y reivindica una autonomía estratégica total, a pesar de su pertenencia a la UE y a la OTAN.
¿Cómo seguir jugando a dos bandas, asegurándose de que Rusia siga suministrando gas y petróleo, y construir dos nuevos reactores nucleares en la central de Paks?
Hungría, con 9,6 millones de habitantes, sigue dependiendo de la energía fósil rusa. Casi todo su consumo de gas y petróleo les llega a través del oleoducto Druzhba (que significa amistad) y el gasoducto TurkStream, que rodea Ucrania pasando por el mar Negro y los Balcanes (una burla de Rusia y sus aliados a la UE). A finales de 2022, Hungría consiguió una exención del embargo sobre el petróleo ruso transportado por tierra.
Bajo la presión de Washington, no de la UE, Budapest accedió a diversificar ligeramente sus importaciones de gas, firmando este otoño contratos con la británica Shell y, posteriormente, con la francesa Engie, que representarán el 10% de sus importaciones.
Pero el 22 de octubre, Estados Unidos asestó un golpe más duro al decretar sanciones contra los gigantes petroleros rusos Lukoil y Rosneft. Esas sanciones afectarán a la petrolera húngara MOL, una de las mayores empresas de Europa Central, que obtuvo enormes beneficios durante los dos primeros años de la guerra (2022-2023) al procesar crudo siberiano en la refinería de Százhalombatta.
Las elecciones legislativas en el punto de mira
Tres semanas después de haber esperado una cumbre en Budapest, Orbán se ha visto obligado a ir a Washington, donde llegó el viernes 7 de noviembre, para pedir una exención a esas sanciones. Trump ha descartado esa hipótesis con su habitual estilo incoherente: “Ha pedido una exención, pero no se la concedimos, ni una sola. Es mi amigo, sí, y ha pedido una exención.”
El líder húngaro tenía que convencer al presidente americano de que el aislamiento de Hungría la obliga a importar petróleo de Rusia. Un argumento refutado por los expertos, según los cuales la ruta marítima del Adriático y Croacia ofrece una alternativa que solo supondría un ligero sobrecoste, del orden del 5% al 10%. La logística sería más complicada, pero esta opción proporcionaría una mayor seguridad energética a Hungría, que se encuentra más que nunca a merced de un ataque militar contra el oleoducto Druzhba.
Pero es probable que Trump conceda un plazo a su aliado, como hizo con la Serbia de Aleksandar Vučić. El amo de Budapest —”un gran líder, lo apoyamos al 100 %”, declaró Trump en octubre en Egipto— no puede comerse su goulash antes de las elecciones del 12 de abril.
Pero eso no significa que el cielo se vaya a despejar. El Gobierno teme, sobre todo, una ampliación al ámbito nuclear de las sanciones europeas y/o americanas contra Rusia. A diferencia de Finlandia, que rompió un contrato con Rosatom para la construcción de un reactor nuclear debido al estallido de la guerra a gran escala en Ucrania, Hungría no ha renunciado a su proyecto “Paks II”.
Inversiones rusas en energía nuclear
Según un acuerdo ruso-húngaro firmado a principios de 2014, Rosatom debe poner en servicio dos nuevos reactores nucleares VVER-1200 en la central de Paks. Se trata de la mayor inversión de la historia reciente de Hungría: 12.500 millones de euros, financiados en un 80 % por un préstamo del Estado ruso.
La empresa francesa Framatome está muy implicada, ya que debe suministrar, en colaboración con la alemana Siemens, los sistemas de mando y control de los reactores. Además, se ha firmado un contrato para que el combustible nuclear de Framatome sustituya al de Rosatom a partir de 2027.
A finales de septiembre, el Tribunal de Justicia de la UE, al que Austria había recurrido, asestó un duro golpe a ese proyecto, fundamental para la estrategia húngara de pivote entre Oriente y Occidente, al anular la luz verde de la Comisión Europea. “La Comisión debería haber comprobado si la adjudicación directa del contrato de construcción de los dos nuevos reactores a una empresa rusa se ajusta a las normas de la Unión en materia de contratación pública”, justificó.
Los errores y las mentiras han puesto en peligro la seguridad energética del país
En Budapest fingen no estar preocupados por esta decisión de la justicia europea. En realidad, en los pasillos del ministerio de Asuntos Exteriores se sabe que las obras están paralizadas y que el proyecto “Paks II” puede incluso haber muerto ya.
Benedek Jávor, eurodiputado ecologista entre 2014 y 2019, que luchó durante años contra ese proyecto nuclear apoyado de forma controvertida y opaca por la Comisión Europea, señala hoy al Gobierno húngaro: “La política energética húngara se ha visto empujada a un callejón sin salida, porque ha convertido ese estúpido proyecto en la piedra angular de su estrategia. Sus errores y mentiras han puesto en peligro la seguridad energética del país”.
“Navegamos bajo pabellón europeo, pero el viento sopla del Este”. Con esta frase, Viktor Orbán lanzó, a principios de la década de 2010, su doctrina de “apertura hacia el Este”, es decir, el reequilibrio geoestratégico de una Hungría que, desde 1990, solo miraba hacia los Estados occidentales. Distanciarse del poder normativo de Occidente y apostar por las potencias euroasiáticas. Una actualización de un poderoso movimiento anti-occidental denominado turanista de principios del siglo XX, que valoraba los orígenes orientales del pueblo magiar.
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El periodista y poeta Endre Ady escribió que Hungría era un “país-barca” que cruzaba el río de una orilla a otra según los vientos y sus intereses. Un siglo más tarde, con Orbán, se encuentra un poco perdida en mitad de la travesía.
Traducción de Miguel López