'On falling' o cuando la ficción se acerca mucho a la precaria realidad de trabajar en un almacén de Amazon

Fotograma de la película 'On Falling' de Laura Carreira.

Ludovic Lamant (Mediapart)

Limitarse al tema de On Falling, la impactante ópera prima de la portuguesa Laura Carreira, de reciente estreno, es una trampa. Carreira, nacida en 1994 en Oporto, filma la nueva condición obrera que ella desarrolla en los inmensos almacenes logísticos de Amazon.

La cineasta estudió cine en Edimburgo (Escocia) y sigue viviendo en el Reino Unido. Tras dos cortometrajes ya centrados en la cuestión del trabajo precario y la explotación, en este largometraje producido por Sixteen Films, la empresa de Ken Loach, relata las vivencias una joven portuguesa que llega a Escocia y es contratada como preparadora de pedidos en un almacén.

La mirada muy documentada sobre los gestos de los trabajadores no va acompañada de ningún patetismo, ni de ningún discurso dominante: el personaje interpretado por Joana Santos, que se va abandonando a lo largo de las escenas, sigue siendo de principio a fin de la película una presencia escurridiza, un cuerpo cinematográfico apasionante.

El descubrimiento de On Falling nos ha animado a hablar sobre la película con David Gaborieau, sociólogo del trabajo, profesor de la Universidad de París, que dedicó su tesis a las “fábricas de paquetes”; para ello, en el pasado trabajó varias veces en almacenes como preparador de pedidos, lo mismo que la protagonista de la película.

Mediapart: La protagonista de la película es picker, es decir, preparadora de pedidos. ¿Qué se puede decir de ese puesto?

David Gaborieau: Es el puesto más común en un almacén. Más de la mitad de los empleados trabajan en eso. Vemos al personaje recogiendo productos de los pasillos y colocándolos en bins, pequeñas cajas de plástico que luego colocan en las cintas transportadoras.

El escaneo de códigos de barras desempeña un papel fundamental

Sí, en la película se hace con una pantalla y un escáner para leer los códigos de barras. En otros almacenes, se puede utilizar el control por voz. El principio es similar: primero, la máquina le indica a qué pasillo debes ir. Debes confirmar que has llegado al lugar correcto escaneando un primer código de barras. A continuación, la máquina te indica el producto que debes buscar: encuentras el producto, lo escaneas, escaneas su carrito, y así sucesivamente.

En la película se juega mucho con el hecho de que ella no conoce el producto que busca antes de escanear el código de barras. Eso no es baladí: muestra hasta qué punto el gesto de preparación está totalmente desconectado del producto, que se ha vuelto abstracto. La racionalización es tal que su trabajo consiste en escanear, coger, escanear: ya no se sabe cuál es el producto.

A veces se oye el pitido de la máquina más fuerte y más seguido. ¿A qué se debe?

En Amazon hay cierta ambigüedad sobre la existencia o no de cuotas de productividad. Pero se hace todo lo posible para que la gente vaya rápido. La película también refleja bien eso. El trabajo se convierte en una sucesión de pitidos. Y el aparato que tienes en la mano refuerza un poco el ritmo. En cuanto te quedas inmóvil unos segundos, sin validar nuevos productos, la máquina empieza a pitar. Es típico de Amazon.

En los almacenes en los que he trabajado, Carrefour, Leclerc, Super U y sus subcontratistas, existen primas de productividad regladas: el recuento del número de paquetes por hora se supervisa constantemente.

La gente trabaja muy duro, de forma muy repetitiva, con muy poco margen de maniobra

En Amazon, ese recuento no existe, o no es visible. La protagonista no lo conoce. Hay una máquina que pita, una organización del trabajo que la empuja a ir rápido. Y, como se ve en la película, a veces viene un jefe a decirte: “¡Genial, vas muy rápido!”. Y otras veces para decirte que vas demasiado lento, que tienes que acelerar. Es bastante insidioso.

Durante una visita de personas externas al almacén, una responsable habla de “búsqueda del tesoro” para encontrar los objetos en los pasillos. ¿Qué le sugiere esta expresión?

Amazon ha revolucionado la logística al dejar de clasificar los productos en el almacén según su tipo. Ha puesto patas arriba todo y se ha mezclado todo. Lo que importa es el tamaño del producto, y eso es prácticamente todo. Son el algoritmo y el software los que distribuyen los objetos y deciden las trayectorias de los preparadores de pedidos, sin ninguna lógica, o más bien con una lógica que los trabajadores no comprenden.

La película describe bien el trabajo en fábrica: la gente trabaja muy duro, de forma muy repetitiva, con muy poco margen de maniobra. En ningún momento de la película se percibe ese trabajo como un juego. Pero ese aspecto “lúdico”, de “búsqueda del tesoro”, está muy presente en la gestión de Amazon. Muchos empleados lo viven como algo insultante. Aunque otros, una minoría, a veces entran en el juego.

En varios momentos, los empleados intercambian etiquetas de productos. ¿Qué opina al respecto?

En ese universo muy abstracto, dictado por la máquina, basta con que el ser humano intervenga y cambie una etiqueta para que el sistema falle. En todos los almacenes se observan ese tipo de microrresistencias. Es una forma de demostrar que no somos máquinas. En las entrevistas que realicé se repetían constantemente dos frases: “No somos robots” o, precisamente, “Somos robots”.

Todos se enfrentan al estigma del robot, porque sus gestos repetitivos están dictados por la máquina. Para alejarse de ese estigma, solo quedan pequeños gestos, como cambiar una etiqueta. A veces, pueden ser resistencias más importantes: he visto a gente guardar deliberadamente en un lugar equivocado un palé de ostras, que se pudrió.

¿No hay cámaras de vigilancia para detectar ese tipo de actos de desobediencia?

Hay cámaras en los almacenes de Amazon, como en la mayoría de los almacenes, pero se utilizan en caso de robo, no para vigilar el trabajo de los empleados; eso está prohibido, al menos en Francia. Si un encargado detecta algo anormal en un empleado a través de las cámaras, tendrá que encontrar otra excusa para demostrar la falta. En realidad, el control de los empleados se lleva a cabo de otra manera: se valida cada gesto, cada lugar en el que se encuentran. Hay una gran trazabilidad de los objetos, lo que crea un control del trabajo también muy fuerte.

En dos ocasiones en la película se habla de juguetes sexuales: ¿están esos objetos sobrerrepresentados en los pedidos de Amazon?

No. Pero la fuerza simbólica de esos objetos suele aparecer en las conversaciones con los empleados de Amazon. Ya sea en forma de broma, lo que remite al lugar que ocupa la sexualidad en nuestras sociedades, o como algo negativo: “Mirad, nuestro trabajo ni siquiera consiste en llevar cosas útiles a la gente, solo en entregar juguetes sexuales.” Esas declaraciones no están exentas de una mirada sexista. Durante la pandemia del covid, los sindicatos, de forma totalmente legítima, querían expresar la idea de que Amazon no entregaba cosas “esenciales”, y el ejemplo de los juguetes sexuales se repetía una y otra vez.

El almacén de la película cuenta con personal muy diverso: personas que se nota que son escocesas por su acento, pero también dos inmigrantes portuguesas a las que la película sigue más de cerca... Además, hay muchas personas de otras razas. ¿Es eso fiel a su experiencia?

Sí, la logística requiere mucha mano de obra para puestos de trabajo duros, repetitivos, mal remunerados y principalmente en grandes centros urbanos. A la fuerza te encuentras muchas personas de otras razas y muchas con antecedentes migratorios, recientes o más antiguos.

El trabajo repetitivo invade la vida privada, te deja sin energía, te va consumiendo poco a poco

Amazon se felicita por esa diversidad y la destaca. Pero es inevitable: la empresa no puede hacer otra cosa que tener diversidad en sus equipos. Se puede decir incluso de otra manera: su funcionamiento se basa en la contratación masiva de mano de obra racializada, allí donde se encuentran las instalaciones, para hacer circular los flujos migratorios.

La película nunca muestra el almacén como un lugar de luchas o reivindicaciones. Los sindicatos están ausentes. ¿Cómo lo ve?

Me pareció normal. Eso no significa que no haya sindicatos en Amazon, por supuesto, aunque no conozco la situación exacta del derecho laboral en Escocia. Pero, según mi experiencia, siguen estando poco presentes en el trabajo diario.

En general, la película ofrece una mirada etnográfica que me parece muy potente. Me pareció muy realista, tanto en los aspectos materiales que acabamos de mencionar, como en otros más delicados: el estado de ánimo de la gente, las conversaciones en la sala de descanso, las personas que no están muy bien, pero que se las arreglan en el día a día. No hay nada exagerado ni demasiado resaltado.

Se habla mucho de una serie de televisión que se emite en una plataforma y que muchos empleados ven al salir del trabajo...

Cuando se realiza un trabajo muy duro, repetitivo, físico, y hay que estar concentrado mentalmente durante ocho horas al día, cuando llegas a casa no tienes ganas de leer un libro. Hay pasajes muy bonitos sobre ese tema en Martin Eden, de Jack London: el protagonista intenta volver a leer, pero no lo consigue.

Cuando se tiene ese tipo de trabajo quieres descansar al llegar a casa, relajar el cuerpo y la mente. La visión que se tiene de la alimentación también es muy acertada. Según mi propia experiencia, y aunque yo no era obrero —no es lo mismo estar empleado durante dos o tres meses y saber que luego vas a dejarlo—, yo tampoco conseguía leer ningún libro y comía mal. El trabajo repetitivo invade la vida privada, te deja sin energía, te va consumiendo poco a poco. La película lo documenta muy bien y muestra lo difícil que es desarrollar la sociabilidad en ese entorno.

Una escena muestra a unos trabajadores colocando redes de seguridad en un piso. ¿Se dispone de datos sobre la tasa de suicidios en los almacenes?

Desde un punto de vista histórico, la tasa de suicidios entre los trabajadores es elevada, el doble que entre los ejecutivos. Pero el suicidio se explica por un conjunto de razones y es difícil establecer una relación, para cada profesión, con el trabajo, aunque evidentemente ese es uno de los factores.

Incluso en el caso de los suicidios en France Télécom, donde había un problema evidente de organización, el número de suicidios, en relación con el total de empleados, no era necesariamente muy superior al de otras empresas. Todo el interés de la película radica por tanto en mostrar una realidad, una angustia psicológica, que las estadísticas no pueden captar.

Lo que sí se puede decir, por el contrario, es que el espacio de trabajo en Amazon está muy controlado. Tanto por el software, del que ya hemos hablado, como físicamente. Por ejemplo, es obligatorio poner siempre la mano en la barandilla al subir o bajar las escaleras. Eso crea un universo de control omnipresente y una pérdida de autonomía, factores que provocan un gran sufrimiento en el trabajo.

Otras películas de ficción de los últimos años han puesto en escena a trabajadores de plataformas, por ejemplo, Nos batailles (2018), de Guillaume Senez, con Romain Duris. ¿Qué opina de esas producciones?

Me parece normal que los trabajadores de almacén aparezcan cada vez más a menudo en el cine, ya que el sector del transporte y la logística representa actualmente una cuarta parte de los trabajadores de Francia. La figura del preparador de pedidos se está convirtiendo poco a poco en una figura del mundo obrero. Y la encontramos tanto en películas de ficción, donde la dimensión dramática y poética es más fuerte (como en Nos Batailles o Une valse dans les allées), como en películas que adoptan un enfoque documental, como la de Laura Carreira.

Caja negra

La entrevista se realizó el 23 de septiembre de 2025 en París. David Gaborieau la revisó y corrigió.

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Traducción de Miguel López

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