Trump internacionaliza su guerra contra el periodismo independiente
El efecto Trump se extiende más allá de las fronteras de Estados Unidos. El domingo 9 de noviembre, los dos máximos responsables de la BBC, la joya de la radiotelevisión pública británica, presentaron su dimisión. La sorprendente salida de Tim Davie, director general, y de Deborah Turness, directora del canal BBC News, se produjo pocos días después de que el periódico conservador británico The Daily Telegraph publicara un documento interno de la BBC. En él se señalaba, en particular, el problemático montaje del discurso de Donald Trump del 6 de enero de 2021 en un documental de 2024, que daba a entender que había incitado a sus seguidores a asaltar el Capitolio.
El presidente americano reaccionó el domingo denunciando a los “periodistas corruptos”, mientras que la portavoz de la Casa Blanca consideró que la BBC “está muriendo porque pertenece a las fake news anti-Trump”.
Aunque la BBC se defendió alegando un error de juicio y presentó sus disculpas, este asunto ilustra bien cómo los medios de comunicación estadounidenses han caído en la ratonera del segundo mandato de Trump: están debilitados por los repetidos ataques del multimillonario contra los fake news media (medios de desinformación, un neologismo) y por sus propios fallos en un entorno cada vez más difícil desde el punto de vista económico.
Donald Trump no esperó a su regreso a la Casa Blanca en enero, ni siquiera a su elección en noviembre de 2024, para volver a la carga, demostrando que estaba decidido a pelearse otra vez.
Un mes antes de su victoria, anunció que demandaría a la empresa Paramount y le reclamó la astronómica suma de casi 10.000 millones de dólares. Acusó a la cadena de televisión CBS, filial de Paramount, de haber emitido una entrevista favorable a Kamala Harris tras modificarla a petición del equipo de campaña de su rival demócrata.
Recortes a los medios audiovisuales públicos
La acusación era totalmente descabellada, según la mayoría de los juristas, pero eso no impidió que Paramount acabara pagando 16 millones de dólares (cerca de 14 millones de euros). Un acuerdo amistoso que se asemejaba más a una extorsión, ya que la empresa actuó bajo presión, por temor a que no se le concediera la luz verde presidencial para la fusión anunciada con Skydance si no accedía a su demanda. Skydance, una empresa de entretenimiento, fue fundada en 2010 por David Ellison, hijo del multimillonario Larry Ellison, fundador del gigante del software Oracle y, sobre todo, gran apoyo y cercano a Donald Trump.
El presidente también ha arremetido contra el sector audiovisual público, simplemente cancelando los fondos destinados a la Corporación para la Radiodifusión Pública (CPB). Esta entidad de derecho privado creada en 1967 se encarga de redistribuir los fondos federales a las cadenas de televisión y de radio locales afiliadas a redes nacionales, como NPR (National Public Radio) para la radio y PBS (Public Broadcasting Service) para la televisión, ambas consideradas demasiado de izquierdas para los trumpistas. En julio, el Congreso también accedió a la petición de la Casa Blanca de revocar 1.100 millones de dólares que ya habían sido asignados a la CPB.
“Esta medida del Congreso es consecuencia del decreto presidencial de la Administración Trump, que suprime la financiación federal de las cadenas de televisión públicas en represalia por sus decisiones editoriales y sus posiciones”, ha reaccionado Katie Fallow, directora adjunta de litigios del Knight First Amendment Institute de la Universidad de Columbia, que defiende la libertad de prensa. “En conjunto, esas medidas silenciarán las voces críticas y reducirán el acceso del público a una información independiente”.
Esta decisión pone en peligro a decenas de emisoras de radio y televisión locales, en un panorama mediático dominado por conglomerados privados que se inclinan cada vez más por Donald Trump.
El Washington Post se suma a la causa
El Washington Post, bajo las órdenes de Jeff Bezos, su propietario convertido al trumpismo, se ha visto así doblegado. Cincuenta años después de convertirse en el símbolo del periodismo de investigación al provocar la dimisión del presidente Richard Nixon en 1974, tras las revelaciones de Carl Bernstein y Bob Woodward sobre el escándalo Watergate, el diario ya no es ni la sombra de lo que fue.
En enero, la dibujante Ann Telnaes dimitió tras la negativa del periódico a publicar su dibujo: en él se veía a un grupo de multimillonarios de las big tech, entre ellos Bezos —que donó un millón de dólares para la ceremonia de investidura de Donald Trump— y Mark Zuckerberg, director de Meta, postrados ante una estatua de Donald Trump...
La sección de opinión luego pasó a estar bajo el yugo del fundador de Amazon. Una de sus columnistas más veteranas, Karen Attiah, fue despedida por expresarse en las redes sociales tras el asesinato del activista de extrema derecha Charlie Kirk. Denunciaba la violencia política en el país, pero también el “doble rasero racial” en el tratamiento mediático de estos asesinatos. El periódico lo consideró intolerable.
En un artículo publicado en su cuenta de Substack, Karen Attiah destacó que era “la última columnista negra a tiempo completo” del periódico y lamentó que Washington, “una de las zonas más diversas del país, […] ya no tenga un periódico que refleje a la población a la que se supone que debe servir”. Considera que su despido forma parte de “una purga general de las voces negras del mundo académico, los negocios, el Gobierno y los medios de comunicación, una tendencia histórica tan peligrosa como vergonzosa y trágica”.
Otra personalidad de los medios de comunicación, el humorista Jimmy Kimmel, fue suspendido por su empleador, la cadena ABC, tras realizar comentarios burlones sobre la instrumentalización del asesinato de Charlie Kirk por parte de la Administración Trump. Pero, ante las críticas, Disney, la empresa matriz de ABC, finalmente permitió que el presentador volviera a la pantalla. No obstante, varias decenas de cadenas locales decidieron boicotear al conocido crítico de Trump.
El Pentágono impone condiciones
En su afán por imponer su punto de vista, la Administración Trump también favorece a los medios de comunicación de derechas y de extrema derecha que apoyan al presidente. A sus periodistas se les concede la oportunidad de formular las primeras preguntas en las ruedas de prensa de la Casa Blanca, que suelen ser una ocasión para elogiar las últimas decisiones del presidente o criticar la cobertura de los medios de comunicación que se consideran demasiado críticos con su líder.
En el departamento de Defensa, rebautizado como departamento de Guerra, la Administración ha ido aún más lejos. El Pentágono ha impuesto condiciones a los periodistas, pidiéndoles que firmen un documento en el que aceptan no solicitar ni publicar determinada información sin la autorización explícita de las autoridades.
La mayoría de los medios, incluso los más conservadores, como Fox y Newsmax, se han negado. En un comunicado, la Asociación de Periodistas del Pentágono consideró que estas nuevas disposiciones “amordazan a los empleados del Pentágono y amenazan con represalias a los periodistas que buscan información que no ha sido aprobada previamente para su publicación”.
Parece que estamos ante un proceso de ‘orbanización’
Para Amy Kristin Sanders, especialista en la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, que protege la libertad de expresión y de prensa, esta nueva normativa “representa un avance sin precedentes en la ofensiva de la Administración Trump contra la prensa y una ruptura histórica con las políticas de las Administraciones anteriores”.
Pero a Trump le trae sin cuidado. Lo principal es imponer su narrativa a toda costa gracias a sus amigos multimillonarios, que ahora pueden contar solo con periodistas complacientes, un escenario similar a la estrategia aplicada por el primer ministro húngaro, Viktor Orbán.
Tras autorizar la fusión entre Paramount y Skydance, Donald Trump tenía motivos para alegrarse. De hecho, el nuevo imperio nombró al frente de CBS News a la periodista Bari Weiss, exempleada del New York Times que posteriormente creó el medio de comunicación The Free Press y se distinguió por sus ataques contra el “wokismo” y las políticas a favor de la diversidad, sumándose a las obsesiones del republicano.
Bajo su dirección, Trump fue entrevistado en Mar-a-Lago, su residencia privada, para el famoso programa 60 Minutes, el mismo que había provocado su ira antes de las elecciones presidenciales de 2024 por su entrevista a Kamala Harris. Trump apenas fue interrumpido, la cadena no emitió una parte de la entrevista, en la que se congratulaba de que “60 Minutes” le hubiera pagado “una fortuna” y se alegraba de la llegada de Bari Weiss.
“Tenéis una nueva directora excelente, francamente, porque la joven que dirige toda vuestra empresa es formidable”, dijo, según la transcripción publicada en la web de CBS News. “Veo que están sucediendo cosas buenas en los medios de comunicación”, afirmó también.
“Esas declaraciones reflejan su alegría por poner el ecosistema informativo estadounidense bajo el control de oligarcas dóciles y complacientes, lo que parece realmente un proceso de orbanización”, escribió el investigador Matt Gertz en la web Media Matters, que descifra la “desinformación conservadora”.
Según el Wall Street Journal, David Ellison ahora tiene la mirada puesta en Warner Bros Discovery. La empresa es propietaria del canal de noticias CNN, que se ha distinguido por su independencia y cuya corresponsal en la Casa Blanca, Kaitlan Collins, sufre regularmente ataques y humillaciones del presidente.
Los medios de comunicación norteamericanos engordan el fenómeno Donald Trump
Ver más
El último objetivo de Donald Trump es, por tanto, la BBC, con la que intenta reproducir el mismo escenario que con Paramount. De hecho, según Fox News, habría enviado una carta al medio británico exigiendo una rectificación antes del viernes de las “declaraciones falsas, difamatorias, denigrantes e incendiarias” difundidas por el documental. De lo contrario, reclamaría 1.000 millones de dólares en concepto de daños y perjuicios ante los tribunales. Dado que la intimidación funcionó la primera vez, ¿por qué no volver a utilizarla?, se dice seguramente el “rey” de la Casa Blanca.
Traducción de Miguel López