Cómo reformar la cumbre del clima para evitar otro fiasco como el de la COP30 de Brasil

El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, habla durante una rueda de prensa en la COP30, el pasado jueves.

Al término de cada una de las cumbres del clima de la ONU que se celebran anualmente, hay una pregunta recurrente en la prensa, el mundo científico y la diplomacia. ¿Tiene sentido seguir organizando la COP (Conference of the Parties o Conferencia de las Partes)? La cuestión tiene este año probablemente más sentido que nunca: se ha celebrado su edición número 30, es el segundo año consecutivo que acaba en fracaso, se ha retrocedido frente a logros de años anteriores y el mundo se aproxima a 2030 –una fecha clave en la lucha contra el calentamiento global– con los deberes sin hacer. Por encima de todo, 30 años después de la primera COP, las emisiones de CO₂ alcanzaron un récord en 2024, y volverán a marcarlo en 2025.

La cita de este año, celebrada en Belém (Brasil), terminó el sábado con unas conclusiones decepcionantes y con un numeroso grupo de países, entre ellos el bloque europeo, lamentando el retroceso de las negociaciones y el riesgo que corre el planeta de abandonar la lucha climática. Ni siquiera salió adelante una pequeña meta que había sobre la mesa –sentar las bases para elaborar en los próximos dos años una ruta global para abandonar los combustibles fósiles– y el texto final de la cumbre no hizo mención a alcanzar las cero emisiones netas en 2050, una frase que se logró arañar tras mucho trabajo en la COP28 de Emiratos Árabes.

Pese a los malos resultados, activistas y observadores no reniegan de la cumbre, con el argumento de que esa es la única vía para lograr avances –aunque sean pequeños– de manera equitativa, pero sí que resuenan cada vez más altas las voces que plantean un cambio en su organización.

"Si la COP tiene sentido es un tema recurrente porque llevamos 30 ediciones y no hemos atajado el problema de las emisiones", reconoce Pedro Zorrilla, representante de Greenpeace España en la cumbre. "Pero tampoco podemos renunciar, porque la alternativa a esta cumbre serían conversaciones cerradas de pocos países, coordinadas por los más poderosos", añade el activista, que ha estado presente en las últimas cinco cumbres.

En la búsqueda por pulir el sistema de negociación de la COP, la opción más controvertida –pero eficaz– sería eliminar la fórmula del cuórum, que requiere que casi 200 naciones validen el texto final al término de cada una de las cumbres. Esto provoca que los petroestados de Oriente Medio y otros países como Rusia bloqueen cualquier intento para frenar el consumo de petróleo.

Francesco Grillo, investigador de la Universidad Bocconi (Milán), recordaba antes de la COP30 que el Acuerdo de París, el mayor acuerdo climático de este siglo, incluyó diferentes concesiones para garantizar que era aprobado por los 195 países miembros de la ONU. Sin embargo, posteriormente solo tuvo que ser ratificado por el 55% de los países del mundo –siempre que juntos sumasen al menos el 55% de las emisiones globales– para entrar en vigor, mientras que naciones que presionaron para descafeinar el pacto luego se bajaron de él. Francesco Grillo entiende, por lo tanto, que no hace falta un sistema absolutamente garantista para cerrar acuerdos.

"Es necesario llevar a cabo reformas que vayan más allá del consenso general actual. Por ejemplo, algunos expertos han propuesto un sistema de votación por mayoría cualificada, en el que los cambios podrían requerir una mayoría cualificada de países, o quizás una mayoría tanto de países desarrollados como en desarrollo", escribió Grillo.

María José Sanz, directora del Basque Centre for Climate Change (BC3), opina, sin embargo, que renunciar al sistema de consenso total podría volverse en contra de la cumbre, permitiendo que sea más sencillo lograr grandes acuerdos, pero alejando de ellos a las naciones –de cientos de millones de habitantes– que no estén a favor. Sanz también es una firme defensora de la asamblea anual y subraya que no se puede aspirar a que cada COP sea histórica. "No todas las cumbres van a ser importantes. ¿Podría avanzar más rápido? Sí, pero no podemos pretender que cada año sea como la cumbre de París", opina.

El Acuerdo de París de 2015 es el ejemplo más citado, junto con el Acuerdo de Kyoto (1997), para defender que las cumbres de la ONU son efectivas. Antes del pacto firmado en Francia por unanimidad, el planeta iba camino de calentarse 3,6 °C, frente a la temperatura media del periodo 1850-1900, y ahora la cifra está en línea con los 2,6 °C. No obstante, también es en parte un ejemplo de fracaso. Ese acuerdo propuso contener el calentamiento global entre los 1,5 °C y los 2 °C.

Otro de los debates recurrentes es si se debe hacer más pequeña y accesible la COP, puesto que ha pasado de ser un encuentro político y científico a un evento multitudinario con casi 60.000 delegados por edición, sin contar con la prensa, las organizaciones civiles y el personal de servicio de la cumbre y los eventos paralelos que surgen en la ciudad. La propuesta pasa por reducir drásticamente su tamaño en número de personas y de puntos a debatir, apostando por un programa pequeño y concreto que centre las discusiones en lugar de abusar de las conversaciones informales.

Limitar la presencia de los lobbies

Pedro Zorrilla también recoge una reclamación que ha ganado peso en las últimas cumbres: acabar o limitar la asistencia de lobistas. El sector del petróleo ha estado representado por más de 1.600 lobistas en la cumbre de Brasil, y ha tenido más personal que ninguna delegación nacional, salvo la de Brasil. "Podría hacerse de manera total o parcial, dejando entrar solo a aquellas compañías que demuestren que la mayoría de sus inversiones van hacia la descarbonización", propone. 

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En realidad, hay multitud de ideas para pulir las negociaciones. Lara Lázaro, investigadora climática del Real Instituto Elcano, cita una propuesta de la investigadora de la Universidad de Cambridge Joanna Depledge, quien plantea crear "clubes climáticos", que serían grupos de países que en lugar de esperar a que haya un consenso para introducir una medida, se comprometan ellos a cumplirla para que poco a poco se sumen a ella otras naciones. Depledge sugiere además cambiar los acuerdos de cuórum por una extensa mayoría, por ejemplo, "de siete octavos", que permita eliminar las minorías de bloqueo.

"Es importante que la gente sepa que el cambio se está produciendo y que las COP funcionan", enfatiza Lara Lázaro. "Podríamos retocar las reglas de universalidad y consenso, aunque con mucho cuidado porque los cambios se pueden volver en tu contra", explica.

Sven Harmeling, líder del departamento de Clima de Cimate Action Network, una red europea de ONG ambientalistas, tiene 17 COP a sus espaldas y advierte de otro problema que ha surgido en los últimos años, la falta de transparencia. Las negociaciones cada vez transcurren más a puerta cerrada y ni siquiera los observadores científicos o activistas tienen acceso a la información. "En general siempre ha habido un componente de secretismo, pero en los últimos dos o tres años ha ido creciendo. Este año ha sido especialmente grave porque prácticamente desde el lunes hasta el viernes [de la segunda semana de negociaciones] no hubo nuevas versiones del texto principal y apenas teníamos información de qué estaba pasando", señala.

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