Periodismo

Los ultras intensifican el acoso, los bulos y las amenazas contra medios y periodistas críticos

El acoso al periodismo crítico tiene el respaldo del PP y Vox.

La estrategia de fondo es cada vez más clara. La extrema derecha, a través de Vox, de los sectores más radicales del PP —que lidera la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, pero de los que forman parte algunos de los más estrechos colaboradores de Alberto Núñez Feijóo—, de sus medios afines y de sus principales agitadores en redes sociales, incrementa desde hace meses la presión contra medios y periodistas progresistas que desde hace años denuncian sus bulos, sus mensajes xenófobos y la amenaza que representan para la democracia.

La sensación de que se trata de una pauta se extiende cada vez más entre los afectados, empleados en diferentes medios de comunicación —digitales, radios o televisiones— pero con un nexo común: todos aparecen con frecuencia comentando la actualidad en los espacios que han convertido en un éxito de audiencia la nueva parrilla de La 1 de RTVE.

El ápice de esta estrategia se hizo muy visible la semana pasada cuando diferentes actores del universo ultra coordinaron la difusión de acusaciones falsas contra los hijos de cuatro de ellos: el presentador de La Noche en 24 Horas, Xabier Fortes; la subdirectora de elDiario.es, Esther Palomera; el periodista de la Cadena SER, Isaías Lafuente, y el director editorial de infoLibre, Jesús Maraña. Incapaces de dañar su credibilidad o su rigor profesional, los difusores de estos bulos trataron de alentar la tesis de que están plegados al poder del Gobierno porque, sin prueba alguna que lo respalde, afirman que sus hijos se han beneficiado de tratos de favor.

El acoso y, en algún caso, las agresiones a los periodistas de izquierdas son la norma habitual, aunque no falta algún ejemplo del lado contrario, como la paliza sufrida por un redactor de El Español cuando intentaba cubrir la movilización abertzale contra la presencia del agitador ultra Vito Quiles en el campus de la Universidad de Navarra. La excepción a la regla.

En todos los ámbitos

La forma en la que los extremistas han diseñado su persecución se extiende a todos los ámbitos a su alcance. Lo pudo ver todo el mundo en la impunidad con la que la extrema derecha actuó en los sucesos de Torre-Pacheco (Murcia), donde se sucedieron los intentos de amedrentar a los periodistas que intentaban arrojar luz sobre lo que estaba pasando en la localidad y que poco o nada tenía que ver con un disturbio provocado por migrantes, como los ultras trataban de hacer creer. Es frecuente en manifestaciones “en defensa de la España constitucional”, como han sufrido profesionales de RTVE, o contra las sedes del PSOE en la calle Ferraz, donde han padecido idéntica hostilidad periodistas de La Sexta, Antena 3, À Punt o Europa Press.

Lo sufrieron también muchos periodistas, en particular de los de medios progresistas, como la periodista de infoLibre Marta Monforte, cuando los agitadores trataron de reventar su trabajo en el Congreso de los Diputados y de poner las ruedas de prensa de los partidos al servicio de sus vídeos virales en redes sociales. Hechos que motivaron una reforma del reglamento para tratar de poner fin a este tipo de comportamientos, al menos dentro de las instalaciones de la Cámara baja.

El acoso, sin embargo, sigue vivo en la calle, donde, con frecuencia, los ultras esperan a estos periodistas para insultarles y provocar en ellos una reacción que después puedan explotar en Internet. Lo han sufrido muchos de ellos, desde Ignacio Escolar (eldiario.es) a Ana Pardo de Vera (Público), pasando por Antonio Maestre o Cristina Fallarás.

A veces, la situación ha derivado en agresión. Es lo que le pasó a Román Cuesta, periodista de Canal Red especializado en extrema derecha. El pasado mes de agosto, al bajar del coche en las inmediaciones de su domicilio, fue abordado por tres hombres, uno de los cuales lo roció con gas pimienta en la cara para cegarlo mientras intentaban golpearle. Todo mientras le grababan con el móvil, presumiblemente para difundir el vídeo luego en redes.

Escalada

El acoso dentro y fuera del Congreso, por la calle, en redes sociales y ahora contra sus familiares, muestra una escalada en la agresividad de quienes quieren silenciar a los periodistas críticos, que coincide en el tiempo con su presencia habitual en programas de éxito en La 1, donde todos ellos son comentaristas de la actualidad. Una circunstancia que ha situado a RTVE en el centro de los ataques de los ultras y a los presentadores de estos espacios (Silvia Intxaurrondo, Javier Ruiz, Jesús Cintora o Marta Flich) como las dianas favoritas del extremismo conservador.

Mientras la situación empeora, Vox y el PP no hacen nada para contenerlo. No solo mantienen intactas la financiación pública de los pseudomedios que pagan los sueldos de muchos de estos agitadores —Feijóo y Ayuso regaron con 680.000 euros de dinero público el canal que catapultó a Vito Quiles, según El Salto—, sino que han protegido su labor dentro del Congreso y jamás han condenado la persecución a la que someten a los periodistas de izquierdas.

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La descalificación en las últimas semanas se ha extendido incluso a los profesionales que, en el juicio al fiscal general, y en cumplimiento de su obligación profesional, testificaron para acreditar que estaban en posesión de la información sobre la situación fiscal del novio de Ayuso antes de que llegase a oídos del acusado.

Las amenazas y las acusaciones contra los periodistas que trabajan en estos programas se suceden. “Se quiere deslegitimar nuestro trabajo ahora que crecemos en espectadores, lideramos franjas de emisión y recibimos premios”, se quejó el presidente de la corporación, José Pablo López, en su comparecencia en la comisión de control en las Cortes el pasado jueves. “Molesta cuando somos competitivos, que es el problema de fondo”, denunció.

Esta misma semana se ha referido a este asunto el presentador de Mañaneros360, Javier Ruiz, en una entrevista concedida al canal de Rubén Sánchez, portavoz de Facua, en YouTube. “Aquí lo que tenemos es un montón de canales, pero dos propietarios. Y eso no es competencia. Eso se llama oligopolio” y “lo estamos pagando en términos de libertad de expresión”. En similares términos se expresó el periodista en conversación con infoLibre hace unas semanas. En particular quienes, como él, están “rompiendo ese oligopolio, porque se nos está señalando y se nos está intentando arrastrar por el lodo precisamente porque nos estamos cargando un modelo de negocio”.

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