Cultura

'Bella ciao': de la Resistencia a la República

Una escena de 'La casa de papel', serie que ha popularizado entre los espectadores más jóvenes la canción 'Bella ciao'.

Nicolas Chevassus-au-Louis (Mediapart)

La idea se conoce: Bella ciao es el himno de los antifascistas italianos. Un canto de lucha, un canto que moviliza, un canto que generaciones de militantes internacionalistas han hecho suyo, mucho antes que los fans más jóvenes de La casa de papel, que ha extendido el canto con su éxito más allá de España, en la plataforma de streaming Netflix. Y, sin embargo, la letra no contiene nada político. La melodía es tan alegre como sombría es la letra. Un futuro partisano que se dispone a combatir a un "invasor" sin nombre previene a su amada de que deberá poner una flor en su tumba si muere en combate, la que honrará su memoria de hombre "muerto por la libertad". 

Nada de aseveraciones marciales como el "¡Oíd, asesinos, con la bala o con el cuchillo, matad rápido!" del Chant des partisans (Canto de los partisanos) de la Resistencia francesa (letra compuesta en Londres en 1943 por Joseph Kessel y Maurice Druon). Ninguna afirmación sobre la certeza de la victoria y la fuerza de la movilización, como en el canto antifranquista L'estaca, compuesto en 1968 por Lluís Llach, con su "Si jo l'estiro fort per aquí i tu l'estires fort per allà, segur que tomba, tomba, tomba, i ens podrem alliberar". Ninguna tesis política, como "El pueblo unido jamás será vencido" de los Quilapayún, chilenos de la época de Allende; ni la muerte prometida "al fascista vil y traidor" en Fischia il vento, que afirma que el partisano italiano podrá conquistar su "primavera roja" que le hará "libre y victorioso". Una perspectiva mucho más comprometida que el martirio romántico que propone Bella ciao

Nada colectivo, por tanto, en la letra de Bella ciao. Un hombre se embarca solo, y dice adiós a su amada sabiendo que se dirige a la muerte: un relato atípico en el universo de la Resistencia europea. Analizando un corpus de 85 cantos de maquis franceses, el historiador Bruno Leroux señalaba que 79 de ellos eran la "expresión de un nosotros" que designaba a "los maquis" o, más raramente, a "la Resistencia y los franceses". Un nosotros, pero no ese yo romántico que pone en escena Bella ciao

La letra de Fischia il vento ("sopla el viento") ya citada parece haber sido escrita en septiembre de 1943 por el partigiano Felice Cascione, fusilado cuatro meses más tarde. Este médico de 25 años había adaptado la canción popular rusa KatyushaKatyusha, como lo había hecho la franco-rusa Anna Marly, intérprete del Chant des partisans sobre las ondas de la BBC, retomando un aire tradicional ruso

En todas partes de Europa, la inspiración antifascista venía también del Este soviético. Si se ha citado a menudo Fischia il vento, es porque el canto era el himno de los partisanos garibaldinos, brazo armado del Partido Comunista Italiano (PCI), que jugó un papel central en la Resistenza. Cantándolo encontramos a los partigiani en las novelas, las películas y todo lo que ha construido la memoria inmediata de la resistencia, junto con otros cantos comunistas como Bandiera rossa, la inevitable Internazionale o L'inno dei lavoratori de los socialistas. Pero de Bella ciao, nada. 

La nota del disco Canti della Resistenza italiana, editado en 1985, afirma incluso que "es presumible que Bella ciaono fuera nunca cantado durante la guerra de los partisanos". Son muy raros los testimonios de antiguos partigiani que digan recordar haber cantado Bella ciao durante su clandestinidad. Como mucho, se encuentra un puñado de ellos en los alrededores de Montefiorino, en Emilia-Romaña, pero recogidos tan tarde que los estudiosos se inclinan por considerarlos recuerdos reconstruidos, de tanto como Montefiorino, una de las pocas regiones en haber sido liberadas, desde el verano de 1944, por la acción de los partigiani, celebra con constancia desde hace más de 70 años el vigor de su compromiso (el último 25 de julio, fecha del aniversario de la caída de Mussolini, se celebraba aún una pastaciutta —una especia de banquete de pasta— antifascista). 

Por lo tanto se plantea un enigma. ¿Cómo una canción que ningún partisano cantó durante los años de la Resistencia ha podido convertirse en un himno internacional del antifascismo (se cuentan más de 40 traducciones)? Tratar de responder necesita de un regreso hasta la génesis de la guerra de los partigianipartigiani

Tras la Primera Guerra Mundial, la Italia del Norte se encuentra en una situación que roza la insurrección. La parte más industrializada del país es, de lejos, aquella en la que los partidos de izquierda son más poderosos. Es también aquella que ha soportado lo esencial de la guerra, a menudo desastrosa, contra los austriacos, comenzada en 1915 en el frente de los Alpes y el llano veneciano, cuando la monarquía italiana cambia de aliados para sumarse al campo de los británicos, franceses y rusos. 

La ola revolucionaria que toma entonces Europa entre 1917 y 1919, desde la Rusia bolchevique a la Alemania espartaquista pasando por la Hungría de Béla Kun, sumerge también a la Italia del Norte, en particular a Turín y sus fábricas. Pero es un fenómeno político inédito quien acaba ganando: el fascismo, llevado por el ex socialista y antiguo combatiente Benito Mussolini, que toma el poder tras la marcha sobre Roma de 1922. 

Los partidos de izquierda son reprimidos sin piedad: el diputado socialista Giacomo Matteotti es asesinado en 1924 y el dirigente comunista Antonio Gramsci muere tras 11 años de prisión en 1937. Innumerables calles en Italia llevan hoy los nombres de Matteotti y Gramsci, símbolos de la violencia del fascismo. Esta revancha de la posteridad no impide que, desde el final de los años veinte, las fuerzas antifascistas sean desangradas, reducidas casi a intelectuales que viven en el exilio. Cuando celebra en 1932 la primera década de su ascenso al poder, el fascismo es un régimen popular, sólidamente instalado. 

En el cruce de tres guerras

Se olvida a menudo, pero el fascismo mussoliniano y el nazismo están lejos de haber estado siempre del mismo lado. En la compleja historia diplomática de los años treinta abundan los momentos de tensión entre los dos jóvenes Estados europeos (ni Alemania ni Italia fueron unificadas hasta el último tercio del siglo XIX) salidos de la lenta dislocación del Sacro Imperio Romano Germánico. Todo cambia el 10 de junio de 1940, cuando Italia, hasta entonces no beligerante, declara la guerra al Reino Unido y a Francia, mientras que los panzers alemanes están a cuatro días de París. 

La ofensiva italiana en la frontera alpina es un fiasco que estará seguido de muchos otros: en Albania, en África del Norte, en Grecia, en Yugoslavia... El fascismo italiano, que cultiva la retórica de la conquista guerrera, se revela incapaz de cumplir sus promesas de gloria militar. Al más alto nivel del Estado fascista hay cierta inquietud. El 25 de julio de 1943, después del desembarco exitoso de los angloamericanos en Sicilia, Mussolini es tumbado por sus allegados. 

Con el consentimiento del rey Víctor Manuel III —porque la Italia fascista será siempre, jurídicamente, un reino de la casa Saboya—, el mariscal Badoglio, jefe del Estado Mayor hasta su desgracia en 1940, se convierte en presidente del Consejo. Mussolini es arrestado en las montañas de los Abruzos. El verano de 1943 transcurre con total incertidumbre. ¿Qué va a hacer el nuevo Gobierno italiano? ¿Va a continuar la guerra junto al Reich? ¿O va a pasarse al lado aliado? El 8 de septiembre de 1943, se firma un armisticio con las fuerzas angloamericanas. 

Como durante la Primera Guerra Mundial, Italia acaba de cambiar de bando en el transcurso del conflicto. Pero esta vez las consecuencias son infinitamente más complejas. Cientos de miles de soldados italianos se encuentran junto a las tropas alemanas en los Balcanes, en Rusia o en Francia, en la zona de ocupación italiana constituida a partir de noviembre de 1942 alrededor de Grenoble y Niza, así como en Córcega. Se les abandona de un día para otro, sin sueldo, sin comida y sin órdenes. Muchos acabarán siendo "internados militares" en los campos de concentración del Reich; otros alcanzarán Italia a pie, más mal que bien; otros se unirán a los movimientos locales de resistencia. 

 

Mapa de la República Social Italiana. / MEDIAPART

La Alemania nazi no tarda en reaccionar a este golpe estratégico que es el armisticio del 8 de septiembre de 1943. Cuatro días más tarde, un comando libera a Mussolini, mientras que la Wehrmacht penetra en Italia hasta Nápoles. Al norte, Mussolini forma la República Social Italiana con Saló como capital, en las orillas del lago de Garda. 

He aquí una Italia cortada en dos, como lo ha estado tan a menudo a lo largo de su historia. Al sur, la monarquía de Víctor Manuel III permanece teóricamente en el poder, incluso si su realidad está asegurada de facto por la administración militar estadounidense y británica. Al norte, un Estado que se proclama republicano, pero que prosigue la política fascista, continúa la lucha junto a la Alemania nazi. 

Este es el contexto en el que se desencadena la guerra de los partigiani en septiembre de 1943. Un poder doble, descuartizado entre tensiones múltiples en un país cuyo Estado tiene apenas 80 años, ver triple si se incluye el poder creciente de la Resistencia. En su obra magistral Una guerra civil, el historiador y antiguo partisano Claudio Pavone muestra cómo los tráficos acontecimientos que van del armisticio del 8 de septiembre de 1943 a la rendición de las fuerzas alemanas que ocupan Italia el 2 de mayo de 1945 están en el cruce de tres guerras:

- La guerra entre los antifascistas armados del Norte y la República social italiana de Saló.

- La guerra que enfrenta al pueblo contra el ocupante alemán y que suena, particularmente en Venecia y el noroeste del país, como la recuperación de una larga historia de lucha contra los austriacos. 

- Una lucha de clases, finalmente, que enfrenta a agricultores y clase obrera contra los terratenientes del sur y los industriales del norte, como si la partida perdida en los años 1919-1922 se reabriera de nuevo, y esta vez en todo el país. 

"El libro de Pavone fue importante porque era la primera vez que alguien proveniente de la izquierda reconocía que el período 1943-1945 fue también una guerra civil, y no solo una guerra de liberación nacional", observa el historiador Paolo Pezzino, de la Universidad de Pisa. "Hasta entonces, el tema de la guerra civil solo era utilizado por los nostálgicos del fascismo, que se servían de él para relativizar sus crímenes". 

En estos tres combates entrelazados, cada uno pudo privilegiar uno sobre los otros, elegir combatir contra el fascismo más que contra el alemán, o contra el patrón más que contra el nazi. Y es de la voluntad conciliadora de salir de estas guerras entremezcladas en los años 1943-1945 de donde nace el éxito de Bella ciao

En busca del pueblo italiano

El 25 de abril de 1945, los partigiani entran en Milán, Turín y Génova, las tres principales aglomeraciones del norte de Italia. Italia es liberada de cerca de un cuarto de siglo del fascismo. ¿Pero qué reconstruir sobre estos escombros? El país está, de facto, en una situación de triple administración, y frágiles las tres. 

Al sur de una línea Pisa-Rávena, sobre la cual se fija el frente en invierno de 1944, la monarquía de Víctor Manuel III parece controlar lo que queda de administración estatal. Al norte, el Comité de Liberación Nacional, formado el 9 de septiembre de 1943 por la unión de los principales partidos antifascistas, ejerce mal que bien su autoridad. En todas partes, los ejércitos angloamericanos, que penetran con velocidad en el norte liberado por los partigiani, son in fine el árbitro de estas disputas italianas... pero corren el riesgo de aparecer como un nuevo ocupante. 

Mientras que al final de la Segunda Guerra Mundial, Francia, liberada también por la acción conjunta de las fuerzas aliadas desembarcadas en Normandía y Provenza y de los resistentes (particularmente en el suroeste del país), es dirigida por un Gobierno provisional con una autoridad reconocida por todos, Italia se encuentra en tensión entre esos poderes. El principal punto de discordia es la naturaleza del régimen que hay que reconstruir sobre las ruinas del fascismo. ¿Monarquía o república? Esta es la cuestión central, en un clima de violencia política persistente, que intentan apaciguar los Gobiernos de coalición (incluido el PCI) entre partidos que no tienen nada en común excepto el antifascismo. 

En plena campaña electoral de las elecciones municipales, en primavera de 1946, el rey Víctor Manuel III abdica en favor de su hijo y huye a Egipto. El bando monárquico, muy influyente en el sur, no se repone. En el referéndum constitucional de junio de 1946, los italianos eligen, con una mayoría del 54%, el régimen republicano. Y este se pone en marcha. El 1 de enero de 1948, la constitución de la I República italiana entra en vigor. Pero, entre tanto, las coordenadas políticas mundiales han cambiado completamente. La alianza contra el nazismo que unía a las potencias capitalistas occidentales y a la URSS ha estallado en la primavera de 1947. Tanto en Francia como en Italia, los comunistas abandonar el Gobierno. La Guerra Fría comienza. 

Es en este contexto político complejo donde se ve el auge de Bella ciao como canción emblemática del antifascismo. ¿Cómo confirió a la Italia antifascista de la unidad que tanta falta le hacía? Faltan investigaciones históricas sobre este punto. Solamente se señala a menudo que los coros populares en las comunas adheridas a la izquierda hicieron mucho por popularizar, tras la Liberación, la canción. Para la izquierda unida de los socialistas, comunistas y otras formaciones hoy olvidadas como el Partido de Acción, Bella ciao ofrecía un consenso federador: morir junto a los partisanos que luchan por la libertad, he ahí lo que daba una imagen halagadora y federativa de la izquierda, evitando al mismo tiempo las cuestiones que podían provocar enfados. 

La primera representación pública de Bella ciao toma forma con la creación del Festival Mundial de la Juventud y de los Estudiantes, organizado en Praga en el verano de 1947. Siguieron otras representaciones en el festival de Budapest (1949) y Berlín Oriental (1951). La delegación italiana entusiasma a los camaradas internacionalistas por sus palmadas que acompañan el estribillo que da nombre a la canción. Al principio de la Guerra Fría, Bella ciao se convierte en un himno del campo progresista. 

Que la izquierda haga suyas las canciones populares parece hoy evidente. se mide mal la trasgresión que esto representaba entonces en una Italia cuya unidad estaba construida en torno a la lengua de Dante y Boccaccio, y no sobre los innumerables dialectos en los que estaban escritas estas canciones. El recurso al canto popular como vector de movilización política era aún menos evidente en tanto en cuanto que constituía allí una herencia fascista. En contraste con la cultura clásica, hecha a partir del recitado de poemas en el bello italiano de las clases dominantes, el fascismo había "legado en la posguerra una costumbre de utilizar la canción popular y el folclore con fines de propaganda política", señalaba el historiador Jean Guichard en La canción en la cultura italiana. Pero es la izquierda quien retoma, con Bella ciao, esta herencia y la hace suya. 

En los años sesenta, con una década de ventaja sobre otros países europeos, la música folk está de moda entre la juventud politizada italiana. Se recogen canciones tradicionales, se reinterpretan, se popularizan, se las comenta en sesudos trabajos de etnomusicología. Un personaje clave de este movimiento en el milanés Roberto Leydi. Periodista, músico y productor, coescribió, en 1954, un libro sobre el blues y las protest songs estadounidenses, por entonces casi desconocidas en Italia. Leydi está persuadido de que la canción popular italiana contiene esta misma fuerza subversiva. Interpretar el repertorio folk, en la Italia de los sesenta, es posicionarse a la izquierda, del lado del pueblo. "Una de las características destacadas y constantes de la ciencia del folklore en Italia, es su politización", decía Leydi. 

He aquí, por tanto, a nuestro musicólogo, recorriendo Italia del Norte, grabadora al hombro, para recoger los cantos populares. En pleno miraculo economico, Italia se moderniza e industrializa, borrando lentamente dialectos y tradiciones populares que se vuelve cada vez más urgente salvar del olvido. En 1962, durante una de estas campañas de colecta, Leydi conoce a una tal Giovana Daffini. Antigua cosechadora (esas obreras de los arrozales del Po), es también una música consumada. Y he aquí que declara a Leydi que cantaba, en los años treinta, la melodía de Bella ciao, pero con otra letra. 

En lugar de: 

 

Una mattina mi sono alzato (Una mañana me levanté)O bella ciao, bella ciao, bella ciao ciao ciao (O bella ciao, bella ciao ciao ciao)Una mattina mi sono alzato (Una mañana me levanté)E ho trovato l'invasor (Y encontré al invasor)

la canción comienza por: 

 

Alla mattina appena alzata (Por la mañana, apenas levantada)O bella ciao bella ciao bella ciao, ciao, ciao (O bella ciao, bella ciao ciao ciao)Alla mattina appena alzata (Por la mañana, apenas levantada)In risaia mi tocca andar (Al arrozal debo ir)

Sigue una queja sobre la dura vida de las cosechadoras, los pies en el agua estancada, agotadas por el calor, acosadas por los mosquitos, bajo la amenaza constante del terrateniente. 

 

Il capo in piedi col suo bastone (El jefe en pie con su bastón)O bella ciao bella ciao bella ciao ciao ciao (O bella ciao, bella ciao ciao ciao)Il capo in piedi col suo bastone (El jefe en pie con su bastón)E noi curve a lavorar (Y nosotras agachadas trabajando)

Para la izquierda italiana, la irrupción de Giovanna Daffini es una bendición. Bella ciao se construyó tras la guerra como un himno antifascista de consenso. Y he aquí que la canción se vincula a las más antiguas luchas sociales italianas, las de los jornaleros de la agricultura, que presentan la ventaja de poder movilizar tanto al norte como al sur. 

Leydi está encantado con su descubrimiento. En cuanto a Giovanna Daffini, conoce, a los 47 años, la gloria. Integra el Nuevo Canzoniere Italiano, uno de los más prestigiosos grupos de folk de Italia, que aparece incluso en los lugares reservados para la cultura llamada de élite. Es así programado en el Festival dei Due Mondi en Spoleto en junio de 1964. El público es la flor y nata, más ducho en ópera que en cantos populares. En el programa del festival figuran también El caballero de la rosa de Richard Strauss y un baller de Glazunov. Y los Nuevo Canzoniere Italiano, en el vigésimo aniversario de la liberación de Roma, causan sensación con un espectáculo titulado... Bella ciao!

Para abrir, la versión agrícola, la vieja; al final, la versión antifascista. El círculo se cierra: el antifascismo viene de lo más profundo del pueblo italiano. Y se expone incluso con determinación frente a la élite burguesa italiana. 

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  Traducción: Clara MoralesEste texto fue publicado originalmente en dos entregas, con fecha del 28 y el 31 de julio de 2018

Lee los textos en francés:

   

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