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La nueva legislatura

Esquerra quiere que el PSOE admita “hablar de todo” para justificar ante los suyos el desbloqueo de la investidura

Los negociadores del PSOE, ERC-PSOE, José Luis Abalos, Adriana Lastra y Salvador Illa, y de ERC, Marta Vilalta, Gabriel Rufián y Josep Maria Jové, durante la reunión de este martes.

Fernando Varela

Las negociaciones entre el PSOE y Esquerra Republicana para la investidura de Pedro Sánchez avanzan pero todavía no están cerradas. Entre otras cosas porque, a pesar del interés de los socialistas y de sus socios de Unidas Podemos en formar gobierno cuanto antes —España tiene un ejecutivo en funciones desde hace ocho meses, el período más prolongado desde la restauración democrática— , la formación que preside Oriol Junqueras prefiere conocer, antes de tomar una decisión definitiva, cómo se desarrollan algunos acontecimientos que tendrán lugar en los próximos días.

El escenario político catalán se ha complicado en las últimas semanas. El president Quim Torra está pendiente de que el Tribunal Superior de Justicia dicte sentencia contra él por desobedecer a la Junta Electoral en las elecciones de abril, algo que podría ocurrir a partir de la semana que viene. Si, como parece, el fallo le inhabilita, obligará al Parlament a negociar una difícil sucesión o ir a nuevas elecciones.

Será en esos días, además, cuando el Tribunal de Justicia de la Unión Europea decida sobre la inmunidad de Junqueras. Y aunque la sentencia seguramente no tenga consecuencias para él, sí puede abrir a Carles Puigdemont la puerta del Parlamento de Estrasburgo y con ella un estatus de protección frente la justicia española de consecuencias imprevisibles. Esquerra afronta además la celebración de su 28º Congreso y quiere evitar que la definición de su estrategia para los próximos cuatro años se vea afectada por las tensiones que previsiblemente causará el éxito o el fracaso de las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez.

Y si la gestión de todo eso no fuese suficientemente compleja, la situación de los dirigentes políticos y sociales condenados por el Supremo amenaza con complicar aún más las cosas. En los próximos días tratarán de acceder no sólo al segundo grado sino al tercero, lo que implicaría una situación de semilibertad, algo que en principio cuenta no sólo con la oposición política de PP, Vox y Ciudadanos sino también de la Fiscalía —la decisión final depende de la sala del Supremo que les condenó—.

En todo caso, la hipótesis más que probable de que el escenario político desemboque en nuevas elecciones obliga a los republicanos a extremar las precauciones para que el soberanismo visualice que el desbloqueo de la legislatura tiene resultados concretos. Como por ejemplo, que el PSOE acepte “hablar de todo” en el ámbito de diálogo que acabe pactando. Incluida la propuesta clave de independentismo: la celebración de un referéndum de autodeterminación pactado y reconocido internacionalmente.

Sólo si consigue dejar claro que ha obligado a los socialistas a aceptar algunas de sus condiciones Esquerra estará dispuesta a asumir el riesgo de convertirse en el blanco de los ataques de los sectores más radicales del soberanismo. A la espera de un desenlace, las presiones no dejan de aumentar.

Este martes los CDR atacaron sedes de ERC y calificaron de “fraude, insulto y menosprecio al conjunto del pueblo catalán y a la democracia en general” las negociaciones de los republicanos con el PSOE. A través de un comunicado aseguraron que no puede haber ningún diálogo entre el independentismo y el Estado mientras no haya una amnistía para los presos soberanistas y un reconocimiento del resultado del referéndum del 1-O.

Sin fecha para nuevas reuniones

A la espera de que las muchas incógnitas de los próximos días se vayan despejando, los negociadores de Esquerra y del PSOE parecen haber congelado la escenificación de los contactos. La reunión de Barcelona, la tercera que se lleva a cabo con conocimiento público y al menos la cuarta si se incluye la que celebraron en secreto el lunes, concluyó, en contra de lo que era habitual, sin hacer pública una fecha para continuar las conversaciones.

Republicanos y socialistas mantienen absoluta discreción sobre sus negociaciones pero, a la vista de los comunicados difundidos por ambas partes todo indica que están hablando no sólo de cómo reconducir el conflicto catalán hacia vías de negociación política sino sobre el programa legislativo que Sánchez quiere llevar a cabo durante cuatro años. Y si en este asunto parece que los contactos van por buen camino —la identidad de izquierdas de PSOE, Unidas Podemos y Esquerra facilita la coincidencia en materias tan variadas como políticas económicas, medio ambiente y derechos civiles— las negociaciones en relación con Cataluña no avanzan al mismo ritmo.

En este asunto Esquerra dejó claro lo que quiere antes incluso de iniciar los contactos: negociación de tú a tú entre el Govern y el Gobierno central, libertad para poner propuestas encima de la mesa —incluido el llamado derecho a decidir—, la fijación de un calendario y el compromiso de que cualquier acuerdo acabe siendo sometido a referéndum. El PSOE no ha revelado qué ofrece a los republicanos, pero muchas de las propuestas de ERC encajan total o parcialmente con posiciones que los socialistas asumieron en febrero en el marco del diálogo abierto con la Generalitat.

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Es en este contexto en el que Pedro Sánchez acudirá este miércoles al Palacio de la Zarzuela para cerrar la ronda de contactos abierta por el Jefe del Estado con la intención de proponer un candidato a la investidura. Sánchez no ha ocultado en las últimas semanas su voluntad de asumir esa responsabilidad pero su entorno no ha dejado de señalar que no enfrentará una investidura si no tiene garantizados los apoyos para que salga adelante.

El líder del PSOE ya protagonizó dos intentos fallidos de convertirse en presidente. El primero en 2016, con el apoyo de Ciudadanos, y el segundo el pasado mes de julio, sin ningún socio parlamentario más que el único diputado de los regionalistas cántabros. En ambos casos se topó con el voto en contra del PP y de Unidas Podemos.

Sánchez, que no tiene muchas ganas de repetir la experiencia, tiene ante sí la opción de rehusar el encargo de Felipe de Borbón, aunque es improbable que decline el ofrecimiento —en 2016 criticó con dureza a Mariano Rajoy por hacerlo—. Así que lo más probable es que lo acepte, sabiendo que aún así dispondrá de tiempo para cerrar un acuerdo de legislatura —la cuenta atrás para convocar terceras elecciones no se activa hasta que no tenga lugar un intento fallido de investidura—.

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