¡A la escucha!

EVA, el virus que solo afecta a las mujeres

Siempre he sido un tanto descreída de los tópicos que se repiten para cada situación o época de tu vida: operación nido cuando estás embarazada, nido vacío cuando se van, crisis de pareja a los 3 años, crisis a los 20. Siempre he pensado que ese tipo de afirmaciones te condicionan, te predisponen a que cuando llega esa situación a tu vida la acabas reproduciendo de forma inconsciente. Así que nunca acepté que llegados los 40 había que entrar en crisis existencial. Replantearte la vida, dónde estás, qué has hecho hasta ahora, qué quieres hacer en el futuro, tiempo desperdiciado, tiempo aprovechado. No quise, pero cumplí los 40 y, no de forma inmediata pero sí que al poco tiempo, todas esas preguntas llegaron de forma inevitable.

Consolaba escuchar a tus amigas, a tu hermana, a tu entorno. Vivir un poco la misma situación y hacerse las mismas preguntas. En muchos casos habíamos dedicado los últimos 10 años a ser madres, a tener a nuestros hijos, a llegar como podíamos a todo y muchas veces a intentar que nuestras vidas laborales no sufrieran demasiado e incluso no acabaran. Y cuando por fin sales de ese túnel que suponen los embarazos, los bebés, los niños pequeños y empiezas a sacar la cabeza, te das cuenta de que tu carrera laboral se ha acortado, que la sociedad no te ha esperado, que las oportunidades llegaron mientras tú dabas biberones y que, de nuevo, ser madre y ser mujer te ha penalizado. Muchas se replantean cómo volver de nuevo al 100% al mundo laboral, cómo reinventarse, cómo demostrar a su empresa que siguen ahí, que su talento sigue intacto y que están deseando demostrarlo. Pero hay que hacer fuegos de artificio para poder de nuevo reengancharse. Y muchas optan por provocar ellas mismas el cambio. Volver a estudiar: sacar tiempo de donde no lo hay para adquirir más talento del que ya tienen y darle un plus a su formación y a su experiencia.

Mujeres valientes que han decidido a sus 45 años volver a las aulas, a formarse, a aprender más de lo que ya sabían, a reinventarse de nuevo en sus carreras. A no depender de nadie y a tener sus propios recursos económicos para ser libres a la hora de tomar decisiones.

Ésta es la realidad de muchas mujeres que buscan que el virus EVA no les afecte. Un virus que afecta a 3.700 millones de personas, a la mitad de la población y cuyo origen está muy localizado: se sabe cuál o cuáles son sus cepas y también que sólo afecta a las mujeres. Un virus sobre el que Médicos del Mundo ha lanzado una alerta para que la OMS actúe: lo consideran una pandemia.

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El virus no está formado por ningún microorganismo de material genético o proteico que provoque una enfermedad determinada. El virus es la suma de una serie de desigualdades que generan peor calidad de vida y muertes sólo en las mujeres. Así que EVA es mucho peor: es una enfermedad social que afecta a las mujeres sólo por el mero hecho de serlo. Y la cura no está en una vacuna sino en la política, ésa que a veces se pierde en efectos pirotécnicos, sobreactuaciones y cortoplacismos electorales.

Sí, a EVA se le combate haciendo política. Protegiendo a esas mujeres que sufren violencia física o sexual, una de cada tres según datos de la ONU de 2017. A EVA se le combate tomando medidas reales contra el maltrato y combatiendo el machismo que lo provoca desde su raíz. A EVA también se le combate evitando que 14 mil niñas menores de 14 años sean mutiladas genitalmente por una cuestión de cultura o leyes patriarcales basadas en complejos machistas.

Si los gobiernos, si los políticos tomaran medidas, podrían evitar que los salarios y las pensiones más bajas las cobraran mayoritariamente mujeres que han sido socialmente apartadas del mundo laboral, del ascenso en sus empresas. Justo lo que ese grupo de mujeres que cuando llegan a la cuarentena, buscan desesperadamente no ver acortadas sus carreras porque la sociedad les penalizó cuando fueron madres.

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