Un agradecimiento, un recuerdo y un compromiso
Hay premios que tienen un valor material o profesional y hay otros que simbolizan principios, valores, aspiraciones propias o colectivas. Los Premios infoLibre, que este jueves han cumplido su tercera edición, pertenecen sin ninguna duda a la segunda descripción. Y por eso, un año más, los nombres de quienes los reciben suponen un orgullo para la comunidad de infoLibre. (Ver aquí la nómina de este año)
Un agradecimiento (múltiple)
Por eso, en primer lugar, quiero expresar un profundo agradecimiento, en nombre de todo el equipo, a socias y socios que con su suscripción hacen posible sostener un medio como este: independiente, honesto, transparente, tan humilde como ambicioso y tan obsesivamente riguroso como radicalmente comprometido. No neutral. Nadie lo es, y conviene desconfiar de quien así se defina. No podemos ni vamos a ser neutrales sobre Gaza, sobre la desigualdad, sobre la precariedad, sobre la defensa de los derechos de las minorías, sobre la violencia machista o sobre la necesidad de justicia fiscal. Separemos hechos y opiniones, sin distorsionar los primeros ni condicionar las segundas a intereses de parte o de partido.
Un agradecimiento extendido a quienes componen una Sociedad de Amigos y Amigas de infoLibre, única en la prensa española, que ha permitido desde nuestra fundación la participación directa en el accionariado de un montón de gente implicada en la defensa del derecho a la información y a alentar el conocimiento frente a la ignorancia. Objetivo, por supuesto, compartido por las decenas de pequeños inversores que han aportado su dinero para que pudiéramos resistir los largos años de pérdidas hasta hacer sostenible la cabecera.
Un agradecimiento a quienes este año nos honran aceptando incorporar a sus trayectorias personales y profesionales el nombre de infoLibre: Marisa Paredes, Futpro, Consuelo Ordóñez, Los Javis, Revista Mongolia y Ulises Najarro. Extendido a Juan Diego Botto, Premio infoLibre a la Cultura en 2021, que nos ha acompañado este jueves con un mensaje solidario, emocionante y comprometido con el pueblo palestino.
Y un agradecimiento muy especial al equipo de profesionales dirigido por Daniel Basteiro que se esfuerza cada día (y bastantes noches) para mantener el pulso de un medio que afronta todas las dificultades que atraviesa el periodismo en la era del ruido y la fiebre del clic más otra añadida voluntariamente: la de no aceptar financiación que no cumpla unos requisitos estrictos de transparencia. A menudo competimos con una mano atada a la espalda, mientras la otra se ocupa de que en ningún momento se resienta nuestro principal y casi único capital: la credibilidad.
Un recuerdo
No fallaba a ninguno de nuestros actos de aniversarios, entregas de premios o contactos con socias, socios y lectores. Expulsado de El País en uno de esos ERE que fueron minando la profesión y la calidad periodística, Ramón Lobo se sumó como colaborador desde el primer minuto al proyecto de infoLibre y TintaLibre, y lo hizo alimentando con datos, vídeos y argumentos su sección Muros sin fronteras, pero también compartiendo con nosotros el esfuerzo de dar a conocer la existencia de cabeceras como la nuestra, fundada por periodistas que aspirábamos a depender de los lectores en lugar de grandes empresas, bancos o partidos políticos.
Ya enfermo, no quiso perderse en abril nuestro décimo aniversario, en una de sus últimas salidas a un acto público. "Comparto de arriba a abajo ese sermón infinito que nos has soltado", me dijo (con razón) y con la ironía que manejaba oralmente y por escrito, especialmente en esa cuenta de Twitter que mantuvo viva y caliente hasta sus últimos días. Se fue el 2 de agosto, y le despedimos como él quiso, recorriendo entre anécdotas y risas las tumbas en La Almudena de algunos de sus referentes cívicos e intelectuales: de Almudena Grandes a Galdós, de Pablo Iglesias a Marcelino Camacho, de Carmen de Burgos a Las Trece Rosas (ver aquí).
Un recuerdo agradecido para María Ruz, por cuidar a Ramón en los momentos más difíciles y por el esfuerzo que ahora hace para regalarnos lo antes posible ese libro inédito que estamos deseando devorar.
Un compromiso
Vivimos tiempos oscuros, inciertos, condicionados por la velocidad a la que todo se produce y se conduce. Lo escribió Ramón en su último artículo en infoLibre: "Todo es inmediatez, superficialidad, disparate, insulto, vergüenza ajena. Triunfan los cínicos y los mediocres (...) Ganan el ‘trending topic’, las redes sociales, el humo, los pollos sin cabeza. Priman los fuegos artificiales sobre el calado de las cosas. Lo que no escandaliza se apaga en minutos".
Así es. Y esta realidad tiene relación directa con los fenómenos que van socavando rápidamente las democracias: en Hungría, en Argentina, en Países Bajos. Las fuerzas de extrema derecha, los movimientos trumpistas, utilizan armas de desinformación masiva. Ante problemas cada día más complejos, soluciones ofensivamente simples, y, por tanto, falsas. Pero calan, por la vía sobre todo emocional, apelando a los instintos en lugar de la razón. "El miedo al presente gana sobre el miedo al futuro", titulaba el editor un diario argentino la noche que triunfó Milei (ver aquí).
Esa bala de la patada al tablero democrático, de la entrada en un túnel del tiempo que nos devolvería unos cuantos años atrás en derechos, libertades y avances sociales, nos pasó rozando en España este verano. Sería un error pensar que, una vez formado el nuevo gobierno de coalición progresista, el riesgo está superado. Gobiernos de PP y Vox están aplicando ya en comunidades autónomas y ayuntamientos medidas que bloquean o directamente eliminan los logros conseguidos en igualdad, en Memoria Democrática, en la lucha contra la violencia machista o en derechos sociales.
A este complejo panorama hay que añadir la enorme dificultad de gobernar con acuerdos imprescindibles con partidos nacionalistas e independentistas. Se ha acordado una Proposición de ley de amnistía que durante dos meses ha sido denostada y hasta criminalizada, antes de conocer su contenido. Curiosamente, una vez publicadas las 23 páginas de ese texto legal que legítimamente preocupa a la ciudadanía, parece que nadie tiene mayor interés en analizar párrafo a párrafo, punto por punto, dónde están exactamente sus carencias… Quizás porque el texto es mucho más sólido de lo que algunos esperaban o deseaban, quizás porque para otros en esas páginas figura de manera explícita el reconocimiento de que no hay vía unilateral posible hacia la independencia (ver aquí).
Lo cierto es que es exigible (y necesario) un esfuerzo profundo de explicación, de pedagogía, de debate público sobre la amnistía y más allá. Me explico. Será el Parlamento quien aprobará (o no) esa ley, será el Tribunal Constitucional quien decidirá sobre su constitucionalidad, serán los Tribunales Europeos los que responderán a las dudas que planteen (seguro) algunos jueces españoles y, por último, se pongan como se pongan, superados todos esos filtros de calidad democrática, los magistrados a quienes corresponda tendrán que aplicar la legislación decidida por las Cortes. Se llama democracia. Se llama separación de poderes, siempre bidireccional, es decir: lo que algunos jueces vienen haciendo en relación con asuntos pendientes del llamado procés es una injerencia meridiana en el poder político, por mucho que sus sorprendentes decisiones sean jaleadas y aplaudidas por las baterías mediáticas que se autodenominan constitucionalistas y utilizadas a destajo por las derechas políticas para alarmar a la ciudadanía y excitar sus instintos, incluido el odio al adversario ideológico.
Se abre una etapa que puede y debe inaugurar una nueva época política en España. Más allá de la amnistía, más allá del ya excesivamente repetido "de la necesidad, virtud", más allá de lograr acuerdo en un par de presupuestos… Se trata de defender una España plurinacional tan grande y plural como libre y democrática. Una fórmula política federal que alimente una mejor convivencia entre los pueblos que forman el Estado, los unos y el otro bajo el paraguas de una Europa que nos condiciona y nos obliga (también a quienes quieren separarse). Claro que todo esto hay que explicarlo, pero antes y sobre todo hay que creerlo, y demostrar con convicción hacia dónde vamos y por qué viven en otro tiempo ya superado quienes ahora incendian la calle Ferraz o sermonean cada domingo sobre la ruptura de España. Va siendo hora de superar ese "tic" (no patológico pero sí antidemocrático) que parece afectar a una derecha política, económica, mediática y judicial que no asume la legitimidad de gobiernos de izquierdas.
Tenemos principios. Y los periodistas, como sostenía Camus, "deben tener ideas". No somos máquinas. Para reproducir, copiar, rebotar… viva la inteligencia artificial
Si no se percibe utilidad y honestidad en la política, la democracia sufre y aparecen los predicadores; si no se percibe utilidad y honestidad en el periodismo, la democracia sufre y triunfan los influencers extremistas. Tenemos principios. Y los periodistas, como sostenía Camus, "deben tener ideas". No somos máquinas. Para reproducir, copiar, rebotar… viva la inteligencia artificial.
Nuestro compromiso es, sigue siendo, no engañar, y rectificar cuando nos equivocamos. Es explicar, contextualizar, buscar el porqué de lo que ocurre y analizar las consecuencias. Y, con motivo de estos Premios infoLibre 2023 —como ya avanzamos en el acto del décimo aniversario hace unos meses—, estamos decididos también a iniciar el ejercicio de 2024 con un impulso al llamado periodismo constructivo, el que se esfuerza en aplicar las reglas de la información fiable a asuntos que reflejan soluciones a los problemas que nos afectan (ver aquí). No se trata de elegir sucesos felices o sólo buenas noticias, sino de ofrecer datos, testimonios, pruebas y conclusiones que nos abran luces en estos tiempos oscuros e intencionadamente crispados.
Necesitamos que muchos más lectores nos acompañen en este compromiso periodístico y cívico. ¡Corre la voz!
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(Este texto de Jesús Maraña ha servido de base para su intervención como cierre del acto de entrega de los Premios infoLibre 2023.)
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