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La silla vacía

Si Pedro Sánchez jugaba con el viento en contra en el debate cara a cara, porque las expectativas depositadas en él eran altísimas, llegará el miércoles día 19 al debate a tres (con Yolanda Díaz y Santiago Abascal, sin Feijóo) en un contexto paradójicamente más favorable. Porque ahora ya no se espera que arrase al candidato del PP que, además, ha anunciado que no irá.

La audiencia de ese debate en RTVE será sin duda menor, porque los enfrentamientos a dos, como los partidos individuales de tenis, atraen más atención que las contiendas múltiples. Pero Sánchez tiene ese día una nueva y buena oportunidad. Para mostrarse más tranquilo y seguro que en el cara a cara, en el que un Feijóo extremadamente agresivo y engañoso le sacó de quicio (en el estilo conocido de Miguel Angel Rodríguez). Podemos volver a ver al Pedro Sánchez de las entrevistas en los programas estrella de televisión y de radio, capaz de defender sus posiciones sin que el interlocutor le acorrale, sin apresurarse.

La tarea, claro está, es mucho más complicada que una entrevista con Pablo Motos o con Ana Rosa Quintana, porque compartirá la hora y media o dos horas con su vicepresidenta y ministra de Trabajo, con un ultraderechista desacomplejado y con una silla vacía en la que todo el mundo imagina a un señor que no ha ido queriendo decir que ese debate es una peleíta de segundones, porque ya está todo dicho, porque él, el ausente, será el próximo presidente del Gobierno.

Sería inteligente, en consecuencia, que Díaz y Sánchez se trataran mutuamente como lo que son: una vicepresidenta y un presidente del Gobierno. Dos socios progresistas que comparten claramente un objetivo común: evitar que el señor que está en frente sea el vicepresidente del Gobierno, imponiendo un programa electoral reaccionario, ultrarreligioso, racista, machista y oligárquico al acobardado que no ha venido.

Me gustaría ver cómo Sánchez y Díaz, juntos, cada uno a su estilo, ponen pie en pared al neofascismo rampante de Abascal

A mí me gustaría ver a dos candidatos, Yolanda Díaz y Pedro Sánchez, que ese día hacen campaña juntos, que se tratan de tú a tú, que se llaman respectivamente vicepresidenta y presidente. Claro que pueden discrepar en detalles, pero sería ridículo y letal verles discutir en cuestiones sustanciales. Ese es uno de los grandes activos que tienen ambos: la gente progresista sabe que la relación entre ellos dos, entre el PSOE y Sumar, puede ser productiva y sana, virtuosa y orgullosa. Y también sabe que en la derecha pasa lo contrario: que la alianza ya real en muchos lugares entre el PP y Vox, que parece según las encuestas imprescindible para que Feijóo gobierne, es controvertida y vergonzante.

Yo quisiera que tanto Pedro Sánchez como Yolanda Díaz explicaran que si Feijóo está ausente, que si ha dejado esa silla vacante (¿mostrarán los organizadores el atril vacío?), es porque a Feijóo le da vergüenza comparecer con quien podría ser su vicepresidente, con quien en cualquier caso exigirá entrar en el Gobierno de España si ambos pudieran sumar escaños.

Me gustaría ver cómo Sánchez y Díaz, juntos, cada uno a su estilo, ponen pie en pared al neofascismo rampante de Abascal: con toda contundencia, pero para señalar de inmediato al que no ha venido, que quizá haya decidido no ir por creer que ya es el presidente del Gobierno in pectore –un insulto a los espectadores, como si su voto no sirviera para nada porque ya estuviera todo escrito– pero que en realidad no está porque le da vergüenza aparecer con su más que probable socio necesario, el ultraderechista con una ideología y un programa que dan vergüenza a la gran mayoría de las españolas y los españoles. 

No, no debería ser el debate del miércoles uno de los segundones, como pretenderá el PP. Sería letal para la izquierda que aquello resultara un guirigay de argumentos cruzados entre tres candidatos. Debería ser el debate del presidente del Gobierno y su vicepresidenta, de tú a tú, ambos progresistas, ambos dignos y limpios, frente a un candidato ausente por vergüenza y su socio neofascista, personalización misma, ambos, del peligro de retroceso en derechos, libertades y progreso, que España podría iniciar el día 23, si los votantes progresistas, y las gentes abiertas y tolerantes y solidarias, no lo impedimos.

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