Muros sin Fronteras

España sin símbolos y sin emérito

Ramón Lobo

Somos uno de los pocos países del mundo que lleva varios siglos discutiendo sobre las mismas cosas sin avanzar demasiado. Existe consenso entre los historiadores e intelectuales en que España descarrila tras el regreso del rey Felón en 1814 y la derogación de la Constitución de 1812. La Pepa fue un proyecto de modernización política y cultural en un país atrasadoLa Pepa, sometido al fanatismo religioso y a una nobleza improductiva. No fuimos capaces de construir un Estado moderno y eficaz, unitario o federal, cuando tocaba hacerlo a finales del XIX. El siglo XX estuvo dominado por el trauma de la Guerra Civil y de una dictadura de 40 años. Fue una lobotomía. En los momentos históricos se impusieron las cadenas, no la Razón, y así nos va.

La España actual carece de símbolos comunes incontestables. La bandera no une, y eso es un problema porque se trata de un elemento esencial para tejer un sentido de pertenencia a una comunidad. Una parte de la izquierda rechazó la enseña constitucional en la transición por ser borbónica. En sus mítines y manifestaciones ondeaba la republicana. Los llamados padres de la Constitución pensaron que la sustitución del águila por un escudo que juntara los símbolos de los reinos medievales con el emblema de los borbones la limpiaría de simbología franquista.

Nos faltó sentido del humor, algo muy británico y poco habitual en España. Antes de que la frase desate tormentas, matizaré: somos excelentes en reírnos de los demás, menos en reírnos de nosotros mismos. Somos maestros en la crítica, sin cintura para recibirla. Hubiese sido una genialidad elegir la bandera republicana, mantener el rey al frente del Estado y seleccionar un himno con letra. Me gusta Canto a la Libertad de José Antonio Labordeta.

Para considerar como himno potencial el pasodoble YViva España de Manolo Escobar, que gusta hasta en Corea del Norte, como demuestra el vídeo que abre este texto, habría que resolver otro problema: ¿Qué es España? ¿Qué son los españoles? ¿Es España el “Oe oe a por ellos” o es Antonio Machado, Clara Campoamor, Picasso, García Lorca, María Zambrano, Pardo Bazán y Santiago Ramón y Cajal? Siempre quedarían las alternativas de Suspiros de España o el pasodoble Paquito el chocolatero, nuestro haka más intimidatorio. Sería algo contracultural.

Aquí tienen una versión rock. Es un pasodoble perfecto para dejar de tomarnos tan en serio.

La extrema derecha representada por Fuerza Nueva y el búnker (así se llamaba al sector más integrista del régimen) mantuvo el águila y la parafernalia falangista. La derecha que buscaba un nuevo rostro abrazó la constitucional. Colocar la bandera de 1978 en el balcón era sinónimo de facha. (Somos buenos en adjetivos). Tras el 15M y el nacimiento de Podemos hubo un intento desde la izquierda por rescatar la enseña común, sentirla como un símbolo propio.

Aunque parece que hemos regresado al kilómetro cero de la tolerancia con las caceroladas del barrio de Salamanca, todo empezó a descarrilar en el intento de secesión de Cataluña en 2017. La guerra de las banderas también fue parte de la simbología en los tiempos duros en Euskadi. Ya lo dijo El Roto: “detrás de las banderas vienen los palos”.

Uno de los símbolos que nos unen es la Selección Nacional de fútbol, sobre todo en sus seis años gloriosos con dos Eurocopas y un Mundial. Sucede con los éxitos de otros deportistas españoles, sea en disciplinas de equipo o individuales. Un ejemplo de unidad fueron los JJOO de Barcelona en 1992. Eran escenarios en los que el sonido del himno (que es una marcha de alabarderos sin letra) y la bandera constitucional se integraban en el paisaje como elementos de una emoción compartida, que es su función. No había segunda lectura.

La llegada de los futbolistas a España, tras vencer en el Mundial de Sudáfrica en julio de 2010, desató la apoteosis. Decenas de miles de jóvenes agitaron banderas constitucionales libres de prejuicios y lastres. Era la de los Iniesta, la de todos.

La guerra del PP y Vox contra el Gobierno de coalición la ha secuestrado de nuevo, vuelve a ser un símbolo “facha”. Muchos tuiteros de izquierda se apresuraron a colocarla en sus perfiles para negar la rendición de un símbolo común. Han pasado 42 años desde la ratificación de la Constitución Española, y no hemos conseguido crear una relación emotiva con la bandera.

Tampoco con el himno, que ha transitado del chunda-chunda a los pitidos independentistas. Hay países en los que está tipificado como delito. En China, que no es una democracia, puede costar tres años de cárcel. Silbar forma parte del derecho de expresión, no hacerlo es parte de las buenas costumbres y del respeto.

En Alemania no se puede agitar la bandera en un acto de partido, solo en conmemoraciones del Estado. Es la común, no la de un partido. ¿Recuerdan el gesto de Angela Merkel? El problema es que en España no tenemos a nadie que se parezca a Merkel.

Todo lo anterior era para escribir sobre el rey Emérito. Desde el 23F hasta la muerte a tiros del elefante de Botsuana, el 14 de abril de 2012 (¡vaya fecha!), Juan Carlos había gozado de la simpatía del pueblo, el respeto de los partidos y el silencio de los medios de comunicación. Les recomiendo que sigan la serie de Álvaro de Cózar, Eva Lamarca y Tony Garrido en Spotify. Se llama XRey. Son diez podcast de excelente calidad y producción (están publicados cinco). Eso es periodismo de calidad.

El rey anterior ha sido durante décadas el único símbolo que nos unía. Empezó a estropearse en la crisis de 2008 y en el despertar del nacionalismo más independentista. Lo que nadie quiso ver quedó a la vista de todos. El campechano era un tarambanas y un manirroto.

Parece que existen indicios sólidos de corrupción por el cobro de comisiones ilegales. ¿Se extiende su inviolabilidad más allá de su reinado? ¿Es verdad que somos todos iguales ante la ley como proclamaba en el vídeo anterior? Está en juego un trono pese a que Felipe VI levantó un cortafuegos para salvar la institución. No sabemos si el entramado de comisiones u otras actividades salpica al hijo. Será difícil que nadie lo investigue, sean fiscales o medios de comunicación.

El PP y el PSOE tienen pánico a abrir un melón que podría acabar con la monarquía en España. El momento es delicado: tensión territorial, crisis sanitaria y crisis económica. Pueden añadir una derecha echada al monte con múltiples guiños a los militares y a la Guardia Civil.

Las personas tienden a confundir sus problemas con las instituciones. Dicen “pone en peligro la seguridad nacional”, cuando solo pone en riesgo el cargo de quien ha cometido ilegalidades. Un referéndum sobre la forma de Estado sería hoy una moneda al aire. El PSOE repetiría su “no pero sí” a la OTAN y trataría de movilizar el voto en favor de la monarquía. El Rey tiene de su parte a VOX y al PP, lo cual -tal y como están-, no es de gran ayuda. Le vinculan al Oe Oe.

La corrupción es el gran problema de España, un tumor histórico que nos impide avanzar, modernizar, crecer. La pandemia va a acelerar el final del mundo que se resistía a desaparecer. En ese mundo que se desvanece está incluido el derecho a ser rey por derecho de nacimiento. Pienso en la princesa Leonor y en la cantidad de idiomas que aprende para parecer simpática. Justo cuando puede reinar una mujer, se estropea la cadena del escalafón por los excesos del abuelo alfa. En desagravio podríamos elegirla primera presidenta del la Tercera República, otro golpe de humor. Sería la mejor manera de cerrar la puerta al hombrecillo insufrible.

La canción de cierre es un homenaje al movimiento Black Lives Matter. Se llama 41 disparos.

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